En
la plaza de España de Borja se encuentra este edificio que, en su momento,
albergó el Pósito Municipal. Los pósitos eran unas instituciones que
almacenaban el grano con el propósito de regular su consumo, en caso de
necesidad, facilitándolo a precio bajo a quienes lo necesitaran, bien para la
elaboración de pan o para garantizar la siembra. En nuestra ciudad existía ya,
a finales del siglo XVII, aunque quedó bajo el control de los censalistas, en
1691, en virtud de la concordia suscrita entre estos y las autoridades
municipales. Ante los problemas que se suscitaron, en el primer tercio del
siglo XVIII, por la carencia de trigo, el municipio intentó recobrar su control
en 1730. Ocho años después se solicitó autorización al Supremo Consejo de
Castilla para su restablecimiento, mediante el procedimiento de que las
personas que tuvieran reservas suficientes cedieran 600 cahices de trigo para
la sementera de los labradores necesitados que lo reintegrarían con el fruto de
la siguiente cosecha. En virtud de las dificultades que presentó esta propuesta
se decidió roturar una parte de la Muela Baja para disponer del trigo necesario
para la puesta en marcha del nuevo pósito. Tampoco la iniciativa tuvo éxito y
no fue hasta 1752 cuando el proyecto se puso en marcha, en cumplimiento de la
orden de S. M. para el establecimiento de pósitos en todas las localidades “con
caudales sobrantes de propios o cultivando campos de concejo, por repartimiento
entre vecinos”. Al año siguiente se nombró como Diputado del Pósito a D. Diego
Navarro y como administrador del mismo a José de Fuentes.
Inicialmente, el trigo y el dinero procedente de su venta se guardaban en los graneros de las “casas del ayuntamiento” pero, en 1764, el corregidor D. Pablo Cortés de Vergara señaló la inseguridad del lugar, por lo que se procedió a efectuar las reparaciones precisas. Pero, en 1764, se decidió acometer la construcción de un nuevo edificio para este fin que es el mismo que, todavía se conserva, aunque sometido a transformaciones posteriores, como el añadido de los dos pisos superiores cuando, tras dejar de cumplir su función, se destinó a viviendas.
Inicialmente, el trigo y el dinero procedente de su venta se guardaban en los graneros de las “casas del ayuntamiento” pero, en 1764, el corregidor D. Pablo Cortés de Vergara señaló la inseguridad del lugar, por lo que se procedió a efectuar las reparaciones precisas. Pero, en 1764, se decidió acometer la construcción de un nuevo edificio para este fin que es el mismo que, todavía se conserva, aunque sometido a transformaciones posteriores, como el añadido de los dos pisos superiores cuando, tras dejar de cumplir su función, se destinó a viviendas.
Quienes, hasta el
momento, se habían ocupado del mismo lo habían considerado una obra del siglo
XVII. Sin embargo, a pesar de que su aspecto se aleja de las características
arquitectónicas del momento, en la inscripción que figura al pie del escudo
aparece claramente reseñada la fecha de su inauguración: 1769. Esta es la
transcripción de la misma que es la primera vez que se publica y cuya lectura
ha sido posible mediante el tratamiento de las imágenes realizadas por Enrique
Lacleta: “Reynando N. C. M. el Sr. D.
Carlos III, siendo Corregidor, Justicia
mayor y Capitán de Guerra de esta M. N. I y Siempre Fidelísima ciudad de Borja
y su Partido, el Dr. D. Manuel Juan de la Parra, con Orden del Ilmo. Sr. D. Manuel de Roda y Arrieta del Consejo de S.
M. y su Secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia y
Superintendente General de los Pósitos del Reino, se edificó esta torre para
Pósito de dicha ciudad de Borja. Año de 1769”.
Respecto
al escudo, el análisis de la fotografía permite asegurar, ahora, que estamos
ante una copia, un tanto tosca, realizada por algún artista local, del que
figura en la fachada de la Casa Consistorial. Una copia que pretendió ser
fidedigna. De ahí que la “vaca” aparezca como, en el otro, en el hueco que,
anteriormente, ocuparon las peñas sobre las que se apoyaba el “castillo”. De
igual forma, la flor de lis y el león que le fueron concedidos a la ciudad por
Felipe V, se sitúan en un lugar atípico, el resultante de cortar las tres
torres de dicho castillo.
Tanto
el escudo como los vanos laterales, aparecen enmarcados con ladrillos
aplantillados. En el caso de los balcones el dintel es curvo rebajado y con
decoración en yeso agallonada, que recuerda una venera.
En
cuanto a los personajes que aparecen en la inscripción, también muy tosca,
podemos señalar que D. Manuel Juan de la Parra era Doctor en Cánones y, antes
de ser corregidor de Borja, había desempeñado otros cargos en la Administración
Pública como los de alcalde de la Mesta y de Alfaro, y el de corregidor de las
Siete Merindades de Castilla.
Por
su parte, D. Manuel de Roda y Arrieta fue uno de los políticos aragoneses más
destacados de su época, con gran influencia durante el reinado de Carlos III.
Enemigo declarado de los jesuitas, su intervención fue decisiva en la expulsión
de los mismos, tras el llamado “motín de Esquilache”, en marzo de 1766.
No
podemos dejar de situar la creación del pósito de Borja, dentro de un clima de
tensión social que, en nuestra ciudad, se puso de manifiesto con ocasión del
atentado sufrido, el 29 de noviembre de 1764, por el predecesor de D. Manuel
Juan de la Parra, el corregidor D. Pablo Cortés de Vargas, al que le dispararon
“un tiro de fuego” cuando se encontraba en el Campo del Toro, resultando ileso.
El propio Manuel Juan de la Parra fue objeto de amenazas, como ha señalado el
Prof. Corona Baratech y, en 1766, tras su marcha de la ciudad, surgieron nuevos
conflictos a raíz de lo ocurrido en Madrid. Aquí, también, aparecieron
pasquines invitando a la revuelta por el elevado precio del pan que obligaron
al ayuntamiento a rebajar los de los alimentos más necesarios y a establecer
rondas, todas las noches, para asegurar la quietud ciudadana.
Para
finalizar, queremos agradecer el esfuerzo realizado por D. Enrique Lacleta,
acompañado en su arriesgado cometido por D. Alberto Aguilera y nuestro Primer
Teniente Alcalde D. Juan María de Ojeda, para poder leer la inscripción que
hemos transcrito.
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