Los fondos reunidos en nuestro Centro han adquirido ya tal
importancia que, en ocasiones, no es necesario desplazarse a remotos archivos
para efectuar sorprendentes hallazgos. Eso es lo que le ocurrió ayer al joven y
brillante investigador D. David Cabrejas Sanmartín quien, cuando se encontraba
revisando una importante obra del legado Sánchez del Río, encontró en su interior
un documento que se apresuró a estudiar.
Se trata de una hoja, datada el 10 de mayo de 1736 que, en
sus caras, da cuenta del contencioso en el que se vio envuelto D. José Franco y
el obispo de Albarracín D. Juan Francisco Navarro Salvador y Gilaberte.
Este prelado, cuyas armas aparecen sobre la portada del
Palacio Episcopal de esa ciudad, actual sede de la Fundación Santa María, había
nacido en Calatayud en 1684. Es posible que fuera pariente de fray Francisco
Salvador Gilaberte, natural de Ambel y General de la Orden de la Merced, con el
que a veces se le confunde, como ocurre en la Biblioteca Nacional al reseñar un
legajo de cartas suyas que allí se conservan.
Tras cursar la carrera eclesiástica, se graduó como Doctor
en Teología y obtuvo una canonjía en Albarracín, diócesis de la que fue Vicario
General y Gobernador por su tío fray Juan Navarro que desempeñaba esa sede y
era además Inquisidor General.
Nombrado obispo en 1723, fue consagrado en la catedral de
Albarracín el 18 de abril de 1728. En esa ciudad falleció el 12 de mayo de
1765. Fueron, por lo tanto, 37 años los que estuvo al frente de esa diócesis.
A él se debe la construcción de la capilla del Pilar en la
catedral, recientemente restaurada y, gracias a sus gestiones pudo instalarse
en la ciudad un colegio de las Escuelas Pías, hoy reconvertido en hotel.
Entre las iniciativas emprendidas destaca también la celebración
de un sínodo diocesano, en 1735, que fue el origen del conflicto reflejado en
el documento encontrado. Porque una de las constituciones sinodales hacía
referencia a los diezmos que, sobre los corderos, debían abonar los ganaderos,
bajo la pena de excomunión.
Esta polémica decisión no era la primera que provocó
enfrentamientos con las gentes de la zona ya que, en 1690, la comunidad de
Albarracín elevó su queja ante el entonces obispo fray Miguel Gerona, por no
haber sido convocados representantes suyo al sínodo diocesano, a lo que el obispo
respondió que “como prelado de la diócesis podía instituir leyes eclesiásticas
en las cuales no debía intervenir seglar alguno, con voz ni puesto, ni menos
protestarlas”.
Pero, en 1735, sí lo hizo D. José Franco que era un rico
ganadero de Orihuela del Tremedal, el cual se sintió perjudicado por la
decisión que le afectaba respecto al pago del diezmo y pidió al obispo la
revocación de esa medida, alegando fundadas razones.
Pero el obispo, lejos de atender a su solicitud y, tras
comprobar que el ganadero no había hecho efectivo el pago del diezmo, ordenó al
párroco de Orihuela la publicación del decreto excomunión que se realizó de
manera solemne y pública el 24 de junio de 1735, en la iglesia parroquial de
San Millán de la Cogolla, única dedicada a este Santo en todo Aragón.
Esta dura medida no amilanó al ganadero que apeló a la Real
Audiencia, donde fue admitida a trámite su petición, logrando que el 3 de
septiembre de ese año que la Audiencia, declarándose competente para “preservar
y defender a sus vasallos de las violencias”, falló a su favor, confirmando la
sentencia tras las alegaciones presentadas por el “venerable Obispo”.
El hallazgo de D. David Cabrejas nos ha permitido conocer el
desarrollo de este enojoso pleito que suponemos terminaría con el levantamiento
de la excomunión a este indómito ganadero, miembro de una saga que algunos
hacen oriunda de Francia.
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