Don
Juan López de Caparroso pertenecía a una ilustre familia navarra que se
estableció en Borja, en el siglo XV. Probablemente, el primero en llegar a
nuestra ciudad fue D. Juan López de Lerga, natural de Caparroso, que había
probado su infanzonía en 1439. Un hijo suyo, Martín López de Caparroso, casó en
Borja, hacia 1465 con Dª María de Aguilar y Coloma que tuvieron varios hijos,
el mayor de los cuales fue D. Juan López de Caparroso, abuelo del obispo.
La
familia tenía su casa en el lugar donde, más tarde se levantó la Casa
Consistorial. Allí nació el padre del obispo que también se llamó Juan como el
abuelo y que contrajo matrimonio con D. Gracia Vicente de Veráiz, en 1532.
Nuestro
personaje era el cuarto hijo de este matrimonio. Sus biógrafos le han venido
atribuyendo como año de nacimiento el de 1524, por lo que, teniendo en cuenta
de que falleció en 1631, sería el borjano más longevo de la historia. Teniendo
en cuenta el año en que se casaron sus padres, lo más probable es que naciera
en 1542 y que todo se deba a un error mantenido, cambiando “1542” por “1524”.
Siendo muy joven, sintió la llamada de Dios y
decidió profesar en el magnífico convento de San Pablo que la Orden de Predicadores
tenía en Valladolid, de la que llegó a ser Predicador General.
En
1595, era prior del convento del convento de Nuestra Señora de Valbuena, en
Logroño, que fue derruido a finales del siglo XIX para levantar instalaciones
militares. Allí le llegó la noticia de que había sido promovido por Felipe II
para ocupar la sede episcopal de Crotona.
Esta
ciudad está situada, junto al mar Jónico, en la Calabria italiana que, en
aquella época, formaba parte del reino de Nápoles, uno de los territorios de la
Corona española. En la actualidad, la ciudad es capital de la provincia de
Crotone.
Fray
Juan López fue obispo durante dos años de esta diócesis, erigida a comienzos
del siglo XVI y, en la actualidad, unida a la de Santa Severina para formar la
archidiócesis de Crotone-Santa Severina.
En
1596 fue promovido a la sede de Monopoli, una ciudad de la Apulia, al otro lado
del golfo de Tarento, que también pertenecía al reino de Nápoles y entre cuyos
monumentos se encuentra el castillo construido por Carlos V. Desde 1986, esa
diócesis está unida a la de Conversano.
Fue
obispo de Monopoli durante diez años, renunciando a la mitra, en 1608, debido a
su avanzada edad y a su delicado estado de salud.
Durante
su estancia en Italia mantuvo una cordial relación con el virrey de Nápoles, D.
Juan Alonso Pimentel de Herrera, VIII conde y V duque de Benavente, retratado
por El Greco, así como con su segunda esposa Dª Mencia de Zúñiga y Requesens,
cuya intervención fue decisiva para la consecución y el traslado de las
reliquias a Borja. De hecho, tras presentar su renuncia a la sede de Monopoli,
estuvo unos meses viviendo en la casa de los virreyes, antes de regresar a
España para recluirse en su convento de Valladolid, donde falleció en enero de
1631, a una avanzada edad pero que, desde luego, debió ser inferior a esos 107
años que se le atribuyen.
Para
Borja, D. Juan López de Caparroso fue un hombre importante, pues a su
munificencia se debió la transformación de la antigua ermita de Misericordia en
el templo que ahora conocemos, donde construyó, asimismo las cuatro capillas
existentes. También financió la edificación de todas las habitaciones de la
planta inferior de El Caserón.
Por
otra parte, fue un escritor prolífico. Su obra más conocida es la continuación
de la Historia General de Santo Domingo y
de su Orden de Predicadores que, en una edición facsimilar reciente
conserva el Centro de Estudios Borjanos.
Pero
escribió otras que alcanzaron gran difusión y fueron traducidas a varios
idiomas. Aunque no hemos conseguido, todavía, ninguna de las ediciones
originales, hemos ido reuniendo, poco a poco, fotocopias de las mismas.
Quizás,
una de las más importantes fue el Epitome
Sanctorvm ad Conciones, en tres tomos. Por el momento, hemos identificado
un total de 36 ediciones de sus diferentes escritos, pero hay más.
Por
todo ello, resulta llamativo que Borja no haya dedicado nunca un recuerdo a la
figura de este ilustre hijo, aunque probablemente fue lo mejor que le pudo
ocurrir, para no verse despojado, como otro “Hijo Predilecto” de los honores
que, en su momento, le fueron concedidos.
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