Una
de los edificios más interesantes que se conservan en Borja es la casa palacio
de los Nogués, de la que ofrecemos esta imagen, no demasiado lejana, en la que
se puede ver la espléndida galería que se abría a un cuidado jardín.
Lamentablemente, tras varios años de abandono, la situación es muy diferente.
Los
Nogués son una familia hidalga, establecida desde antiguo en nuestra ciudad.
Desde que se crearon los registros bautismales, en el siglo XVI, aparecen
miembros de la misma. Uno de los primeros documentados es Juan Nogués que,
hacia 1580, contrajo matrimonio con Gracia Alonso. Su antigua casa se
encontraba en la calle de la Concepción, en cuya fachada aparecía la piedra
armera que, en 1932, dibujó D. Federico Bordejé. Era de “piedra obscura”,
posiblemente de pizarra, y para entonces ya se encontraba muy deteriorada, con
el yelmo roto y la leyenda ilegible.
En
el siglo XIX, la rama primogénita de la familia adquirió una de las “casas
grandes” de los Lajusticia que daba a la calle que, entonces, se llamaba de
Santo Domingo y, en la actualidad, de Costa. Fue restaurada tras la guerra
civil, adoptando la forma en que ha llegado hasta nosotros.
En
ella destaca esa amplia galería a la que hemos hecho referencia, con 6 columnas
toscanas, con paramentos alicatados en su interior y carpintería de lamas. La
fábrica de la misma está adosada al cuerpo de la casa, cubriéndose con una
cubierta hacia el jardín, aunque las dos vertientes del edificio principal, dan
la impresión óptica, desde lejos, de estar rematada por un frontón triangular.
El deterioro es evidente en muchos de los elementos que la conforman.
La
fachada principal se abre a la calle Costa. La planta baja es de sillar con
cuatro vanos adintelados y, en uno de sus extremos, la gran puerta de acceso,
enmarcada por sillares.
En
sus dos hojas de madera había sendos llamadores, con figuras de dragón, que no
hace mucho tiempo intentaron robar. Sorprendidos “in fraganti” los
expoliadores, fueron juzgados por este hecho y recuperadas estas piezas que no
volvieron a ser colocadas en su lugar.
La
planta principal está revocada y en ella se abren otros cuatro vanos
rectangulares que se abren a unos balcones con soportes y pletinas metálicas.
Originalmente, estaban cerrados con carpintería de lamas como la que hemos
visto en la galería pero, en 1982, cuando la casa fue sometida a la última
restauración, fueron sustituidos por persianas de plástico.
En
esa misma fachada se encuentra este escudo con las armas de la familia que son:
En el 1º y 4º cuartel, un nogal de sinople en campo de oro; en el 2º y 3º banderas
cargadas, cada una, de tres flores de lis sobre campos de azur y de gules,
respectivamente.
Tan
interesante como el edificio era el jardín, con pérgolas, bancos y fuentes de
azulejería. De sus árboles y plantas aún quedan restos importantes, así como de
algunos elementos de su infraestructura. Hay que señalar que este jardín goza
de protección especial por sus características.
Su
superficie inicial era mayor que, en la actualidad, pues la tapia que lo
cerraba con pilastras rematadas en bolas de piedra, llegaba hasta la fonda del
Comercio, en la plaza de Santo Domingo, de la que estaba separado únicamente
por una pequeña calleja que daba entrada a los huertos allí existentes. La gran
puerta de acceso al jardín se abría entonces a la calle de Costa. Cuando se
abrió la calle Braulio Foz, se le amputó una amplia franja, trasladando la
puerta a esa nueva vía.
Poco
a poco, tras la muerte de sus últimos propietarios, se fue apagando el
esplendor de este importante palacio en cuyo interior se conservan restos del
antiguo edificio de los Lajusticia, entre ellos el patio interior, una capilla
con frescos del siglo XVII y otros elementos de interés.
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