Magallón
es la única localidad de nuestra comarca que, junto con Borja, fueron posesión
de la Corona durante la mayor parte de su historia. Poco después de la
Reconquista, está documentado el primer tenente de ambas plazas, Ortí Ortiz que
lo fue entre 1124 y 1133. Después, entre 1135 y 1146, aparece Pedro de Atarés
que, a su muerte, legó los castillos de Borja y Magallón a las órdenes del
Temple y el Hospital. Esta decisión que, por otra parte, pone de manifiesto el
carácter del control que Atarés ejerció sobre la zona, planteó un grave
problema que fue resuelto, tras el acuerdo alcanzado por los responsables de
dichas órdenes con el príncipe Ramón Berenguer IV y la madre de D. Pedro,
Teresa Cajal, por el que accedieron a entregar ambas plazas a la Corona, a
cambio de Ambel y Alberite. Menos conocido es el hecho de que, en 1236, Jaime I
concedió la villa de Magallón a Zeyt Abuzeyt, el monarca musulmán de Valencia
que acaba de ser destronado. Otro hecho importante en la historia de la villa
es su conquista, en 1363 por el rey Pedro I de Castilla, dentro del conflicto
conocido como la “guerra de los dos Pedros”. Al término de la misma, Pedro IV,
hizo donación en feudo de las villas de Borja y Magallón a Bertrand du
Guesclin, en agradecimiento a la ayuda que le había prestado en su
enfrentamiento con Castilla. El condado de Borja y Magallón tuvo una vida
efímera, ya que du Guesclin fue nombrado condestable de Francia y se
desentendió de los asuntos peninsulares. En 1379, volvió a ser comprado por
Pedro IV y, desde entonces, fue de realengo. Estuvo a punto de perder su
condición de villa, debido al apoyo que prestó al archiduque Carlos durante la
guerra de Sucesión, siendo la única localidad de la zona que se decantó por el
bando austracista. Por este motivo, Felipe V, tras recuperar el control del
reino, llegó a plantearse la posibilidad de retirarle el título de villa y
rebajarla a la condición de mero lugar. No lo llevó a efecto por la presión que
ejercieron algunas familias leales a la causa borbónica que, también, las hubo.
Debido
al importante conjunto de monumentos que, todavía, conserva la población, le
dedicaremos varios artículos. En el de hoy, haremos referencia a la
arquitectura militar y a su iglesia parroquial.
Dentro
del primer apartado hay que señalar que, aún, se conserva la torre del homenaje
del que fue conocido como castillo de la
Magdalena, el cual formaba parte del dispositivo defensivo de la Raya
occidental del reino. Ya estaba arruinado en el siglo XVI, cuando lo visitó
Labaña y ese elemento que hemos citado terminó convirtiéndose en la torre de la
iglesia parroquial.
Se
trata de un torreón de planta cuadrangular edificado con sillares bien
cortados. Tenía la puerta en alto, por donde ahora se accede al órgano de la
iglesia. La planta inferior, reutilizada como capilla es abovedada, mientras
que las restantes tenían forjados de madera. Existen aspilleras en distintos
puntos y en la última planta ventanas semicirculares. Sobre ella se levantó en
ladrillo el actual cuerpo de campanas.
En
enero del pasado año dimos cuenta de la publicación de un interesante artículo
en el que, a partir de documentación inédita, se daba a conocer que en
Magallón, existieron dos castillos
en la misma muela, conocida ahora como “La Molilla”. Estaban tan próximos que,
con ocasión de la guerra con Castilla, se hablaba de limpiar el foso que los
separaba, donde se habían levantado casas que fueron derribadas e, incluso, de
abrir una puerta en el muro que había entre ambos. De ahí, que nos planteemos
ahora la posibilidad de que las armas de la villa, que son antiguas, hagan
referencia a esa circunstancia ya que, en ellas, aparecen dos castillos
separados por la señal real de la Casa de Aragón, en alusión a su condición de
realengo.
No
fueron las únicas fortificaciones ya que, en las afueras de la población, junto
al antiguo barrio de alfareros existe una pequeña caseta de campo, en cuya
parte inferior se conservan los restos de una antigua torre que algunos autores creyeron que era de origen
romano.
Sin
embargo, las características de sus sillares almohadillados permiten aventurar
la hipótesis de que se trate de una construcción islámica, como otras de la
zona, aunque no existen estudios especializados sobre ella.
Dentro
de la arquitectura religiosa el monumento más destacado es la iglesia parroquial de San Lorenzo,
situada en lo alto de la población, en el lugar donde se alzó el núcleo
primitivo de la población. Allí, junto castillo de la Magdalena, se alzó otra
iglesia cuyos restos quedaron englobados en la actual.
Era un edificio
construido en piedra, de nave única y ábside poligonal, que estaba adosada al
castillo. De ella, se conserva el ábside, utilizado como coro y el primer
tramo, cubierto con bóveda de crucería simple. Debió quedar arruinada tras la
guerra de los Pedros.
En torno suyo, comenzó
a levantarse, a finales del siglo XVI, un espectacular templo que responde a la
tipología de lo que se ha dado en llamar iglesias “de planta de salón”. Fue
realizada en ladrillo, siendo una de las cuatro iglesias aragonesas de este
mismo tipo, construidas con este material, como señaló el Prof. Pano. Las otras
son la Seo zaragozana, la iglesia parroquial de Longares y la ermita de San
Jorge, en Huesca.
Es un edificio de tres
naves separadas por pilares cilíndricos toscanos. Los arcos perpiaños y
formeros de la nave central que apoyan en ellos son de medio punto, mientras
que los perpiaños de las naves laterales son apuntados. Todos ellos tienen el
intradós decorado con casetones renacentistas. La iglesia se ilumina por medio
de un vano en cada uno de los tramos del lado norte y tres en el ábside. Las
bóvedas son de crucería estrellada, con claves en sus intersecciones decoradas
con motivos vegetales. Todo el interior de la iglesia está recorrido por un
entablamento de friso liso y cornisa poco prominente. La cabecera es poligonal,
con trompas aveneradas en los ángulos, ocultas en la actualidad por el retablo
mayor. La orientación del templo fue invertida con motivo de la reforma y,
mientras que la antigua iglesia medieval lo estaba hacia el oriente como suele
ser habitual, la nueva quedó orientada hacia el oeste.
Dispone de una capilla subterránea que era la
antigua del Santo Cristo. En ella destaca una cúpula ciega en media naranja
cuya estructura sobresale en la parte posterior del templo.
En 1745, fue inaugurada
la nueva capilla del Santo Cristo con la Cruz a cuestas que se abre en el
segundo tramo del muro norte. Consta de un espacio cuadrado que se cubre con
cúpula de media naranja, sobre pechinas y un presbiterio de planta
semicircular, aunque poligonal al exterior. Es un conjunto espectacular de rica
decoración barroca.
En el presbiterio se
sitúa el baldaquino que acoge a la imagen del Santo Cristo. Sus columnas son de
mármol negro y el resto del mismo de madera dorada. Está coronado por una
representación de Cristo Salvador, con angelotes. En sus esquinas anteriores
hay otras imágenes de ángeles y otros ángeles turiferarios en la parte superior
de la capilla. El dorado de los mismos corrió a cargo del Tomás Goya, el
hermano del gran pintor aragonés. Es muy interesante la puerta de acceso a la
capilla de rejería y con un bello remate de madera dorada.
Es también necesario
destacar el conjunto de retablos barrocos que se disponen en los laterales del
templo y el retablo mayor, cuya mazonería es obra del escultor Francisco Franco
y las pinturas de Vicente Berdusán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario