La Edad del Bronce es
uno de los periodos mejor conocidos de la Prehistoria en Borja y su comarca. El
Museo Arqueológico le dedica dos vitrinas, la primera sobre la Muela de Borja
ya quedó explicada en la entrega anterior, y ahora le toca el turno a la vitrina
nº 4 en la que se exhiben materiales de entre los siglos XVIII y X antes de
Cristo, procedentes de diversos lugares del valle del Huecha.
Durante la Edad del
Bronce hay una notable ocupación de todo el territorio con poblados de diversos
tamaños y en diferentes emplazamientos. Es en esta época cuando comienzan a
situarse aldeas en escarpados y altos cabezos como la Peña de la Armas de
Tabuenca o Peña Ventana en Talamantes,
mientras que en el valle medio del Huecha también se ocupan pequeños cerros
como el Cabecico Aguilera en Agón o zonas prácticamente llanas, como el poblado
de Siete Cabezos en Magallón.
Las cerámicas ahora son
lisas o decoradas con rugosidades, desaparecen las ornamentaciones
campaniformes que veíamos tan abundantes en el Calcolítico (vitrina 2). Ahora
se trata de grandes cazuelas de perfil quebrado o carenado, cuencos, tazas, y
tinajas con cordones digitados, cuyas mejores representaciones las tenemos en
el citado poblado de Magallón.
Un interesante
fragmento procede del Cabecico Aguilera de Agón y nos muestra la impronta de un
rodete de esparto que sirvió como base para modelar una vasija, tal y como
sucede en algunas manufacturas de alfarería actual donde no se usa el torno.
Una actividad
importante que se realiza en los poblados y de la que tenemos evidencias es la
metalurgia del bronce. El valle del Huecha posee en su tramo alto como en
Litago y en zonas aledañas como en Tabuenca, mineralizaciones superficiales de
carbonatos de cobre que son susceptibles de haberse empleado como fuente de
materia prima en la Prehistoria, si bien no hay evidencia arqueológica de ello,
por ahora. Sin embargo, en los poblados no son raros lo pequeños objetos hechos
a base de este metal, las puntas de
flecha de pedúnculo y aletas son las piezas más comunes. Hay que destacar el
conjunto metalúrgico de Siete Cabezos donde han sido halladas piezas
manufacturadas, restos de un crisol con adherencias metálicas y un molde para
la fundición de cinceles. Los análisis
hechos a los objetos y al crisol demuestran que se trabajaba auténtico bronce,
es decir con adición de estaño.
Sin embargo, la
industria lítica sigue siendo utilizada, sobre todo en lo que a elementos
dentados para hoces se refiere que venían mostrando su eficacia desde el
Calcolítico.
No obstante, la base de
la economía era agrícola y ganadera con predominio del cereal: trigo y cebada.
La cabañera ganadera se centraba en la cría de ovejas y cabras con el
complemento de las vacas. Poco sabemos del mundo funerario en esta zona para la
Edad del Bronce. Hay algunos ejemplos del uso de la cuevas en las áreas más
rocosas, por lo que hemos de fijarnos en yacimientos cercanos de Tauste o Épila
que nos muestran que el rito funerario más extendido es el de la inhumación de
uno o varios cadáveres plegados en pozos que se situaban dentro de los mismos
poblados o en sus aledaños, pero sin formar verdaderos cementerios.
Toda la región y buena
parte de la Península Ibérica denota una decadencia a finales del segundo
milenio antes de Cristo que desemboca en el abandono de la mayoría de los
poblados conocidos que nunca más se volverán a habitar. En próximas entregas
seguiremos recorriendo este interesante museo, de la mano de Isidro Aguilera,
autor de los textos, y de Enrique Lacleta que realiza las fotografías.
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