Aunque
este año tuvimos que aplazarlo hasta el último momento, por diversas
circunstancias, la visita a la exposición de Las Edades del Hombre que, en esta
ocasión, se instaló en Aguilar de Campoo, no nos defraudó. Es una experiencia
que siempre recomendamos ya que, además de recorrer la propia exposición,
permite conocer las ciudades y el entorno de los lugares donde se celebran.
A pesar de que la exposición estaba a punto de clausurarse,
no fue fácil encontrar alojamiento, pero tuvimos la suerte de instalarnos en un
molino magníficamente restaurado, en la localidad de Salinas de Pisuerga, en un
entorno natural de gran belleza. Es propiedad de la Fundación Santa María la
Real de Aguilar de Campoo que también dispone de una hospedería o posada en el
monasterio que restauró.
Ello
nos permitió conocer también ese municipio que, como todos los de la zona es muy
bonito y con el atractivo añadido de estar enclavado, como Aguilar, a orillas
del río Pisuerga.
Desde
allí nos desplazamos a Aguilar, distante 15 kilómetros, utilizando el
aparcamiento creado, a los pies del castillo, para albergar a los numerosos
visitantes que, durante los meses en que ha permanecido abierta al exposición
han viajado hasta allí (más de 100.000 personas). Nos llamó la atención el
cerramiento utilizado, formado por dos mallas metálicas con cantos rodados
entre ellas.
La
primera visita fue a una de las dos sedes de la exposición, la instalada en la
ermita de Santa Cecilia que es uno de los excelentes ejemplos del románico de
esa zona, perfectamente restaurada.
Después
ascendimos hasta el castillo que domina la población, por senderos perfectamente
acondicionados. Conserva sus murallas y puertas de acceso, aunque en su
interior tan sólo quedan los restos de lo que fuera torre del homenaje.
La
siguiente visita fue a la otra sede de la exposición, la instalada en la colegiata
de San Miguel. Espectacular el montaje, aprovechando de manera extraordinaria
el espacio disponible para crear los diferentes espacios por los que transcurre
el discurso de la muestra. Siempre hemos lamentado que no se permita realizar
fotografías en el interior de estas exposiciones, cuando sí es posible hacerlo
en catedrales y museos.
Para
comer elegimos el restaurante de la posada del monasterio de Santa María la
Real e, inmediatamente después, pudimos visitar este monumento restaurado
merced al empeño personal de Peridis, natural de Aguilar de Campoo que con una
escuela taller pudo recuperar sus ruinas y poner en marcha la fundación de
Santa María la Real.
La visita
guiada por lo que fuera monasterio de la orden premostatense fue sumamente
ilustrativa, pudiendo constatar el esfuerzo realizado para recuperar los
distintos espacios que hoy albergan al Instituto de Bachillerato en su segunda
planta y un centro de interpretación del románico en la zona monumental
inferior.
El
recorrido culminó con un espectáculo de luz y sonido en el interior de la
iglesia conventual, muy llamativo por los colores que iluminaban sus paredes, mientras
se mostraba el ciclo del año y el sentido de la vida de los monjes.
Aguilar
de Campoo es una localidad de unos 7.000 habitantes, muy conocida por sus empresas
dedicadas a la fabricación de galletas. Su casco antiguo fue declarado Conjunto
Histórico-Artístico en 1966 y, desde entonces, se ha llevado a cabo una
importante labor de recuperación de sus monumentos. Conserva varias de sus
puertas y un tramo de su muralla.
Junto
a la arquitectura tradicional de la zona, llaman la atención los cerramientos
acristalados de su plaza mayor y de la zona próxima al río, similares a los de
La Coruña y otras ciudades gallegas, así como los soportales.
El río
le imprime carácter y el cuidado y limpieza de sus calles, muchas peatonales,
hacen sumamente agradable el recorrido por las mismas.
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