Ayer
estuvimos en el archivo diocesano en el que el Dr. D. Alberto Aguilera
Hernández quería ultimar la exhaustiva investigación desarrollada para la
realización del inventario del Patrimonio Artístico Religioso de Agón que,
prácticamente, está terminado y listo para su publicación este mismo año, si
las circunstancias no nos son adversas.
Como
es sabido, Agón perteneció a la diócesis de Zaragoza hasta mediados del siglo
pasado, por lo que mayoría de los datos referidos a esa localidad se conservan
allí, pero lo que se pretendía comprobar en Tarazona era el destino de las
obras de Arte que desaparecieron, tras la drástica reforma efectuada en el
templo parroquial en la década de los años 60.
Aunque
el resultado de la investigación fue escaso, dado que tan solo se conserva una
referencia a la venta del lienzo de San Antón, anterior a lo que habíamos
supuesto, pasamos una agradable mañana, perfectamente atendidos por D. Cirilo
Ortín Royo, el eficiente archivero y canónigo, que ha llevado a cabo una
ingente labor de reestructuración del archivo, incluyendo la digitalización de
muchos de sus fondos, hasta el punto de poder ser considerada una institución
ejemplar, a pesar de los escasos medios de los que ha dispuesto.
También
pudimos conocer el estado final del patio del Palacio Episcopal, tras su reciente
restauración, que nos impresionó gratamente, aunque nos llamó la atención la
policromía que ahora lucen los escudos del obispo D. Juan González de Munébrega
que ordenó su construcción, dado que no recordábamos que la tuviera
anteriormente.
Este prelado, que había
nacido en la localidad de Munébrega, accedió a la sede de Tarazona el 3 de
diciembre de 1546, tras una brillante carrera eclesiástica como canónigo de la
colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud y de Lugo; inquisidor en Cerdeña,
Valladolid, Sevilla y Valencia; visitador apostólico de Cataluña y de los
condados del Rosellón y la Cerdaña, ejerció también el cargo de canciller de la
ciudad y reino de Valencia.
Consagrado obispo el 6
de febrero de 1547, no renunció a su trabajo como inquisidor, desempeñando en
los tres últimos años de su vida el difícil cometido de erradicar los grupos
heréticos que se habían implantado en Sevilla. Fue, en 1558, al regreso de una
de sus actuaciones en esa ciudad cuando pasó unos días de descanso en el Santuario
de Misericordia de Borja, donando la cantidad necesaria para la construcción
del primer Via Crucis que existió allí que no es el ahora existente, pues este
último se instaló en el siglo XIX, por estar muy maltrecho el anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario