miércoles, 12 de junio de 2019

Investigando en el archivo diocesano


         Ayer estuvimos en el archivo diocesano en el que el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández quería ultimar la exhaustiva investigación desarrollada para la realización del inventario del Patrimonio Artístico Religioso de Agón que, prácticamente, está terminado y listo para su publicación este mismo año, si las circunstancias no nos son adversas.




         Como es sabido, Agón perteneció a la diócesis de Zaragoza hasta mediados del siglo pasado, por lo que mayoría de los datos referidos a esa localidad se conservan allí, pero lo que se pretendía comprobar en Tarazona era el destino de las obras de Arte que desaparecieron, tras la drástica reforma efectuada en el templo parroquial en la década de los años 60.

         Aunque el resultado de la investigación fue escaso, dado que tan solo se conserva una referencia a la venta del lienzo de San Antón, anterior a lo que habíamos supuesto, pasamos una agradable mañana, perfectamente atendidos por D. Cirilo Ortín Royo, el eficiente archivero y canónigo, que ha llevado a cabo una ingente labor de reestructuración del archivo, incluyendo la digitalización de muchos de sus fondos, hasta el punto de poder ser considerada una institución ejemplar, a pesar de los escasos medios de los que ha dispuesto.



         También pudimos conocer el estado final del patio del Palacio Episcopal, tras su reciente restauración, que nos impresionó gratamente, aunque nos llamó la atención la policromía que ahora lucen los escudos del obispo D. Juan González de Munébrega que ordenó su construcción, dado que no recordábamos que la tuviera anteriormente.




Este prelado, que había nacido en la localidad de Munébrega, accedió a la sede de Tarazona el 3 de diciembre de 1546, tras una brillante carrera eclesiástica como canónigo de la colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud y de Lugo; inquisidor en Cerdeña, Valladolid, Sevilla y Valencia; visitador apostólico de Cataluña y de los condados del Rosellón y la Cerdaña,  ejerció también el cargo de canciller de la ciudad y reino de Valencia.
Consagrado obispo el 6 de febrero de 1547, no renunció a su trabajo como inquisidor, desempeñando en los tres últimos años de su vida el difícil cometido de erradicar los grupos heréticos que se habían implantado en Sevilla. Fue, en 1558, al regreso de una de sus actuaciones en esa ciudad cuando pasó unos días de descanso en el Santuario de Misericordia de Borja, donando la cantidad necesaria para la construcción del primer Via Crucis que existió allí que no es el ahora existente, pues este último se instaló en el siglo XIX, por estar muy maltrecho el anterior.

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