Pedro
Domínguez Barrios nos llama hoy la atención sobre una interesante obra
hidráulica, en realidad un complejo, existente en el término municipal de
Ainzón, que suele pasar desapercibida y a la que no se ha dedicado atención
Está
situada en el barranco de Valdeperillo que, poco después, tras recibir unos
arroyos afluentes, se convierte en el de de Huechaseca.
Esta
es una imagen del barranco donde se ubican dos presas, ahora en desuso, cuya
datación se desconoce. Pedro nos ha sugerido la posibilidad de que fueran
levantadas a finales del siglo XIX por D. Rosendo Mañas, propietario de la
finca que, posteriormente, fue de la familia Bordejé.
El
barranco que discurre entre el Alto de la Selva y el Bollón, con poca agua pero
mucha vegetación y senderos casi impracticables por su escaso uso, desemboca en
esta gran explanada que fue, en su día, el vaso del embalse o pantano.
Para retener
el agua había dos presas. La primera y principal es la que aparece en estas
imágenes, parcialmente oculta por la maleza, cuyo lateral derecho aparece
derrumbado, al haber sido arrastrado por el barranco en una avenida.
En esta otra fotografía puede verse la presa
inferior, de menor tamaño y parte de la acequia que de ella salía.
Pero
en el complejo hay también dos sifones. El primero, situado en la desembocadura
del barranco, construido en piedra de la zona (arenisca y caliza de Tabuenca en
tonos cárdenos) con sus escaleras interiores de ladrillo macizo, el cual
permite el paso de un arroyo que salva el cauce del barranco. Un segundo sifón
servía como rebosadero de la presa.
Por
otra parte, existe una casa, situada en
la margen izquierda y junto a la presa, que servía de alojamiento para el
vigilante de la misma y que recuerda la forma de una pequeña estación
ferroviaria.
Es de
planta cuadrada, de unos 8x8 metros, cubierta a dos aguas en sentido paralelo
al barranco. Constaba de dos plantas y una falsa.
Se accede por la
fachada sur, interrumpiendo un zócalo de mampostería de piedra de la zona,
idéntica a la de los sifones. La planta baja estaba dividida en dos estancias
por un muro de adobes, y parece que estuvo destinada a mantenimiento y almacén
o cuarto de herramientas, mientras que la primera pudo ser la vivienda del
guarda.
El piso que dividía
ambas plantas ha desaparecido por completo, pero se conservan los mechinales o
apoyos de las vigas que indican este nivel.
La planta baja tiene en
cada una de sus fachadas y en el centro de las mismas, una aspillera con derrames
interiores, que junto con la puerta de acceso eran toda la iluminación y
ventilación de la misma.
La planta primera por
el contrario, tiene a eje de estas aspilleras, un amplio vano en arco rebajado,
y con molduras exteriores, quedando algún resto de las carpinterías. Sobre
estos vanos, en los dos hastiales, hay sendos óculos también moldurados, que
daban luz a la falsa, de la cual se conservan los maderos del piso y la moldura
interior. Las fachadas son simétricas y ordenadas, con sus tres huecos a plomo,
y con molduras en los extremos a modo de pilastras, todas ellas estaban
enfoscadas, resultando una construcción en pleno campo sencilla pero graciosa,
digna de ser conservada.
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