jueves, 3 de diciembre de 2020

Libros recibidos 379

 

         Continuamos reseñando los volúmenes adquiridos de la obra Dispersión de destrucción del Patrimonio Artístico español de D. Francisco Fernández Pardo. Ayer nos referíamos a los dos primeros volúmenes de este excepcional trabajo y hoy comentamos los dos siguientes.

         El volumen III está dedicado al período comprendido entre 1868 y 1900 que transcurre desde la revolución de la Gloriosa y el cambio de siglo en el que continuó la ruina de nuestro patrimonio, a pesar de leyes, ordenanzas y circulares.

         Por lo que respecta a Aragón, en el capítulo IV sobre el desmantelamiento del arte árabe y judío se menciona a Zaragoza con referencias a la destrucción de la Zuda, la desaparición del barrio judío y los daños ocasionados en la Aljafería.

         El capítulo XIV lleva por título: “Atentados inexplicables contra los monumentos históricos: la demolición de la Torre Nueva de Zaragoza”.  Un comentario sobre el Museo de Huesca se incluye en el dedicado a la precaria suerte de nuestros museos provinciales.


         El volumen IV abarca el período comprendido entre el inicio del siglo y la Guerra Civil (1900-1936). Fueron años en los que muchas obras de arte fueron adquiridas por coleccionistas extranjeros, quedando desde entonces en colecciones y museos de diferentes países.

         Pero no todas las pérdidas tuvieron ese origen, porque desde dentro siguió la terrible destrucción. En el caso de Zaragoza se menciona la desaparición de importantes palacios como el de Torrellas o la Casa Zaporta, así como el convento de San Fe, entre otros casos.

         El saqueo afectó también a otras ciudades aragonesas. Cita los casos de la portada de la iglesia románica de San Miguel de Uncastillo; las tablas del evangeliario de la reina Felciia vendidas por la catedral de Jaca al Museo Metropolitano de Nueva York; el banco del arzobispo Dalmau de Mur que se exhibe en la sección “Los Claustros” del citado museo; las tablas de la iglesia de Santa Engracia de Daroca; los alfarjes de Teruel y Barbastro; o en Vidal Mayor, entre otras muchas obras.

         Finalmente queremos resaltar el capítulo XXVII que trata sobre el éxodo rural y la destrucción de las villas y ciudades históricas, entre las que menciona los casos de Tarazona, Calatayud, Daroca y Monzón, bien es cierto que, al menos en el caso de Tarazona con algunas inexactitudes.



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