Sin duda, uno de los momentos claves del año en nuestra ciudad y el que siempre está presente en el recuerdo de todos los borjanos ausentes es el de la triunfal entrada de la Virgen de la Peana en la colegiata de Santa María, tras su recorrido por las calles, presidiendo el Rosario de Cristal.
Tanto interés despierta que, desde hace
algún tiempo, se ha instaurado la costumbre de que muchas personas, en lugar de
sumarse al recorrido del Rosario, permanecen sentadas en el interior del
templo, de manera que cuando llega la procesión no hay sitio para nadie. Otra
práctica llamativa es que, en el presbiterio, espacio sagrado reservado como su
nombre indica para el clero, se colocan quienes ha participado vistiendo el
traje regional.
Ello plantea problemas a la hora de
acomodar a los niños y niñas de Primera Comunión a los que siempre se solía
colocar allí. Ni que decir tiene que tampoco se respetan los lugares reservados
a la corporación municipal y a los mayordomos.
Cuando la Virgen aparece por el pórtico,
el entusiasmo se desborda y, mientras efectúa su recorrido por el pasillo
central de la nave, no cesan los aplausos y los vítores, mientras se desborda
la emoción de la multitud congregada entre la que muchas personas intentan grabar
ese momento con sus móviles.
Una vez que el trono de la Virgen fue
emplazado dando vista a los fieles, D. Raúl Rivarés cantó, acompañado al órgano
y con voz potente, la composición con la que culmina este acto, antes de que
quien lo ha presidido se dirija a todos los asistentes.
En esta ocasión, el párroco D. José
María Hernández Becerril apenas podía moverse entre quienes habían “ocupado” el
presbiterio, pero aún pudo lanzar el último viva a la Virgen que, por fin, tras
un largo paréntesis, había vuelto a nuestras calles.
Después, como si nos encontráramos en
la ermita de Almonte, pudimos presenciar el “salto al trono”, sobre el que se
lanzan mayores y niños para conseguir alguna de las flores que lo han adornado,
hasta dejarlo completamente despojado de ellas. Mucho nos tememos que, en alguna
ocasión, ese afán por llevarse las “flores de la Virgen” se extienda a las
ofrendas de la mañana y veamos salir de Santa María a algunos con los ramos y
canastillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario