lunes, 26 de diciembre de 2022

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         Comentamos hoy el volumen de las memorias de Faustino Casamayor correspondientes a los años 1831, 1832, 1833, siendo este último cuando, en el mes de julio, interrumpió su redacción. En este caso, lleva un estudio introductorio a cargo del Prof. D. Carlos Forcadell.

         Como es habitual, en todos los volúmenes, en su contenido predominan las noticias referidas a las múltiples celebraciones religiosas que tenían lugar en Zaragoza a lo largo de cada año.

         Abundan también las referencias a suicidios y ejecuciones. Los primeros eran frecuentes, arrojándose sus protagonistas al Ebro. En cuanto a las segundas, el sistema empleado era la horca o el garrote, siendo considerado este último procedimiento menos cruel para el reo y, de hecho, en abril de 1832, fue abolida la pena de horca.

         Algunos de ellos eran descuartizados y su cabeza o miembros colocados en determinados lugares e, incluso, enviados a los lugares en los que habían cometido los crímenes por los que habían sido condenados, como ocurrió con un sujeto de Tarazona. En otros casos, una vez muertos se les metía en un tonel que se arrojaba al Ebro, en el que estaban pintados los animales que antaño se metían en el tonel, con el reo aún vivo, antes de tirarlo a las aguas. Así se hizo con el vecino de Tarazona al que se le cortó antes la cabeza y la mano derecha para enviarlas a su ciudad.

         Respecto a los delitos por los que se condenaba a muerte, muchos de ellos eran por homicidios o asesinatos, pero no faltaban casos en los que se les ejecutaba por robos, como ocurrió con un joven de 28 años, casado y natural de Ibdes, que fue ahorcado en mayo de 1831 por “haber robado 10 reses”. Como ocurría siempre, fue asistido por un religioso hasta el último momento y, entre los asistentes a la ejecución pública, que fueron muchos, se recaudó una cantidad de dinero que se empleó en la celebración de 22 misas por su alma, con expuesto, y un aniversario”.

         Es interesante la información que proporciona sobre los miembros de la Real Maestranza de Caballería en 1831. Entre ellos se encontraban D. Mariano Estage y Peralta, conde de Torreflorida; D. Mariano López Fernández de Heredia y Azlor, conde de Bureta y D. José San Gil y Heredia. Ningún miembro de esas familias lo es en estos momentos.

         El 20 de julio de 1833 falleció Josefa Amar y Borbón, descendiente de nuestra ciudad y perteneciente a una familia que, en esos años vio morir a varios de sus miembros, a los que hemos aludido en comentarios anteriores.

         Entre las informaciones curiosas, referidas a espectáculos, destaca la exhibición en el “corral del juego de pelota” de un “fenómeno jamás visto en esta ciudad”: la cabeza de un ballenato cogido en aguas del Mediterráneo, que Casamayor describe minuciosamente el 18 de junio de 1831.


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