En la tarde de ayer, la iglesia del convento de Santa Clara acogió la solemne celebración de la fiesta de la Virgen de Guadalupe, a cuya imagen, entre las banderas de España y México que reprodujimos en nuestra anterior crónica, se le habían unido algunos símbolos típicos de ese país norteamericano del que es Patrona y donde se la venera con especial devoción y entusiasmo.
Presidió la Eucaristía D. Javier
Calvillo Ruiz, Párroco de San Francisco de Tarazona y antiguo Delegado para la
Vida Consagrada. Concelebraron con él D. Pablo Eli Mateus García, Párroco de
Bisimbre; D. José Miguel Pallás Aragón, de Borja y D. Henry Joel Medina Zuniga,
de Sabiñán. Se daba la circunstancia de que todos ellos han sido o son
capellanes de la comunidad de religiosas clarisas de Borja, integrada
mayoritariamente por jóvenes llegadas, hace 35 años a nuestra ciudad. “Eran muy
jóvenes entonces” comentó en su vibrante homilía D. Javier Calvillo; “Y lo
siguen siendo”, aclaró, cosa cierta, como también lo es su capacidad para
sintonizar con todas las gentes de nuestra ciudad, en donde gozan de un cariño
muy especial.
No faltó la extraordinaria voz de Dª.
Asun Ágreda Mozas quien, en solitario y con su hija, acompañada en esta ocasión
a la guitarra por el maestro D. Jesús Jaca, interpretó diversas composiciones
desde “La Guadalupana”, al inicio de la celebración, hasta unas rancheras que
emocionaron a todos los presentes que, cuando acabó la ceremonia le dedicaron
una calurosa ovación.
A pesar de la adversa climatología de
la tarde y de el sepelio que había tenido lugar poco antes, fueron muchas las
personas que quisieron compartir con las religiosas una fiesta tan especial
(fueron más de los que aparecen en esta imagen, tomada al inicio de la
celebración). Entre ellas se encontraba el Sr. Alcalde, acompañado por dos
miembros de la corporación.
La vibrante homilía que pronunció D.
Javier Calvillo fue seguida con enorme atención por todos los fieles, a los que
transmitió un mensaje de ilusión y de esperanza en estos tiempos difíciles,
recordando las palabras de la Virgen a San Juan Diego, cuando se le apareció en
el cerro del Tepeyac.
Las precarias condiciones sanitarias
que aún subsisten impidieron que, al finalizar la Misa, las religiosas ofrecieran
el tradicional aperitivo con productos gastronómicos mexicanos, pero
repartieron unas bolsas con las deliciosas palomitas caramelizadas que elaboran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario