sábado, 15 de abril de 2023

La capilla de la Virgen del Pilar en el claustro de la colegiata

 

         En la panda norte del claustro de Santa María, junto a la actual capilla del Cristo del arca que comentamos ayer, se encuentra la capilla de la Virgen del Pilar que el Dr. D. Alberto Aguilera ha documentado desde 1523 y que ofrece la particularidad de ser la única que nunca ha cambiado de titularidad.


         A ella le dedicamos un artículo en los inicios de nuestro blog, hacia 2012, con ocasión del descubrimiento de la identidad del autor de las tablas del retablo de esta capilla que fue construida por la familia Litago.

 

         Se cubre por una cúpula sobre pechinas con linterna que, en la actualidad, muestra un aspecto sorprendente, debido a que, a finales del pasado siglo, fue pintada y decorada de forma muy desacertada.

 


         De su retablo, con pinturas sobre tabla, fue retirada la central, en 1931, para ser sustituida por una imagen moderna, de producción industrial, donada por el general D. Antonio Mayandía, miembro del Directorio Militar durante la Dictadura de Primo de Rivera, el cual estaba vinculado con Borja. ya que aquí contrajo matrimonio su hermana con D. Miguel Gracia Clavería y se consideraba “casi borjano”. A él se debe la pavimentación de la travesía de la N-122, realizada con adoquín (pavés) que se conservó hasta nuestra época, o las gestiones llevadas a cabo, sin éxito, para que Santa María volviera a ser colegiata.

 

         Afortunadamente, la tabla de la titular se conservó y, en la actualidad, se exhibe en la sala III del Museo de la Colegiata. A pesar de que la obra había sido objeto de atención por parte de destacadas investigadoras y llegó a figurar en una exposición por su interesante representación de la Virgen con el manto, no se conocía su autor ni la fecha de realización.

         Fue el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández quien localizó en el Archivo de Protocolos Notariales de Borja la capitulación del retablo. El 23 de marzo de 1625, el presbítero mosen Martín Ferrer, atendiendo a las disposiciones testamentarias de D. Juan de Litago, capituló con Francisco Latorre, pintor afincado en Borja, la realización del retablo cuyo resultado final se ajustó, en buena medida a lo pactado. De este artista conocemos muy pocos datos. Sabemos que estuvo casado con Jerónima Tarazona y unos años después está documentado en Zaragoza como dorador. 

A los pies de la Virgen, aparecen el donante D. Juan de Litago y su sobrino mosen Martín Ferrer que, además de ser quien lo encargó, era titular de la capellanía fundada por su tío.

 


         En las calles laterales están representados San Juan Bautista, a la derecha, y San Juan Evangelista, a la izquierda. El primero viste con piel de camello, aunque recubierta por un manto rojo. Lleva en la mano izquierda el báculo crucífero que le caracteriza, del que pende una filacteria con la leyenda “Ecce agnus Dei qui tollit peccatum mundi” (Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo), mientras que con la derecha señala el cordero sentado a sus pies que es otro de sus atributos personales.

         En cuanto a San Juan Evangelista, viste túnica verde con manto rojo. En su mano izquierda lleva la palma del martirio, aunque fue el único Apóstol que no lo sufrió. En la derecha sostiene el libro de su Evangelio y, a sus pies, aparece el águila con el que se le representa en el Tetramorfos. 


         El retablo se remata con el Calvario habitual y, en el banco, aparece la Resurrección flanqueada por los apóstoles Santiago el Mayor y San Felipe, con los cuatro Evangelistas en los plintos de las columnas.

 

         En la tabla central Cristo triunfante sale del sepulcro antes los rostros horrorizados de los soldados que lo custodiaban. Un ángel lo contempla, mientras que al fondo, a la izquierda, puede verse el monte Calvario, escenario de su muerte, sobre la que resulta vencedor.



         En las tablas situadas bajo las calles del retablo, es fácilmente identificable Santiago, sobre cuyo atuendo aparecen las conchas de vieira de peregrino. En la otra está San Felipe, sin que podamos distinguir a simple vista ningún atributo personal como ocurre con las representaciones de los Cuatro Evangelistas situadas en los plintos de las columnas (su lugar habitual como pilares de la Iglesia). En la de San Mateo se ve bien el niño o ángel con el que se le representa. San Juan es identificable por el ser el más joven, pero en las de San Marcos y San Lucas, no vemos el león y el toro que les son propios.

         En estas imágenes, puede comprobarse que el estado de las tablas es muy deficiente y, aunque no estamos ante una obra de excepcional calidad, merecen ser restauradas, al igual que la mazonería, la cual ha sufrido diversos repintes. Otro tanto podría decirse de los detonantes colores de las paredes de esta capilla dedicada a la Patrona de Aragón, aunque su devoción haya estado tradicionalmente vinculada a la iglesia de San Bartolomé donde tiene su sede canónica la Corte de Honor.



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