La alarmante sequía que venimos padeciendo ha hecho que, en algunas localidades, hayan vuelto a celebrarse las rogativas a las que, en el pasado, se recurría en ocasiones similares y, desde la propia Iglesia, se piden oraciones para hacer frente al problema. Ya dimos cuenta de la circular distribuida, en este sentido, por la Adoración Nocturna y, ahora, es el propio obispo quien, desde Iglesia en Tarazona, nos anima a rezar para que llegue la lluvia.
Suele ser habitual el achacar la crisis
al llamado “cambio climático” o “calentamiento global”, como si se tratara de
algo de instauración reciente. Según algunos, antes llovía y ahora no; la causa
el “calentamiento”. Pero la cosa no es tan sencilla. Los períodos de sequía han
existidos siempre, especialmente desde que, a mediados del siglo XVII comenzó a
remitir aquella “pequeña glaciación” que nos había afectado desde finales del
XIV. La temperatura comenzó a subir y hubo sequías. Su aparición puede seguirse
a través de los registros que nos han quedado de las rogativas que se organizaban
para pedir que lloviera.
Guillermo Carranza las ha estudiado en
Mallén y, aunque los datos aparecerán en el tercer volumen del inventario del Patrimonio
Hidráulico en el valle del Huecha, que acaba de terminar, nos ha adelantado
algunos.
Cuando la falta de agua hacía peligrar
las cosechas, se recurría a los Santos Patrones de cada localidad. En el caso
de Mallén, se sacaba en rogativa al Santo Cristo atado a la Columna que se
creyó, durante mucho tiempo, de origen milagroso. Fue el propio Guillermo Carranza
quien documentó que su autor fue el escultor navarro Juan de Biniés, afincado
en Tudela, a quien le encargó la talla la cofradía de la Sangre de Cristo,
fundada en 1614.
Precisamente, son las actas de esa
cofradía las que reflejan la salida procesional de la imagen, en rogativa.
Generalmente tenían lugar durante los meses de abril y mayo, aunque en ocasiones
también se celebraban a finales de año, cuando peligraban los cereales de
invierno.
Ha podido documentar la celebración de
rogativas en 1615, 1616, 1625, 1640, 1650, 1651, 1661, 1677, 1680, 1682, 1715, 1722,
1730, 1734, 1737, 1738, 1748, 1765, 1767, 1771, 1775 y 1780, en los siglos XVII
y XVIII. En muchos casos, la situación era muy alarmante, lo que da idea de la
magnitud de un problema persistente de falta de agua.
Las rogativas se iniciaban en la
parroquia con una novena, al término de la cual la imagen de Cristo era llevada,
bajo palio y a hombros de seis frailes franciscanos, hasta el convento de Ntra.
Sra. de Torrellas, situado a las afueras de la localidad (hoy desaparecido).
Allí tenía lugar “un acto de iglesia” y un “sermón de rogativa dedicado al Santísimo
Cristo de la Columna, implorándole una copiosa lluvia”.
La iglesia conventual solía estar
abarrotada de fieles, pues a la rogativa, eran invitados también los habitantes
de las localidades cercanas y se tiene constancia de que acudían de Buñuel,
Cortes de Navarra, Novillas, Gallur, Fréscano. Agón y Bisimbre.
Aunque el convento franciscano que
había sido el destino final de las rogativas durante mucho tiempo, desapareció
tras la Desamortización, siguió habiendo rogativa durante el siglo XIX.
Guillermo las ha documentado en 1850, 1861, 1868, 1869, 1874, 1877 y 1893, aunque
hubo más, dado que faltan las actas de la primera mitad del siglo.
La novedad más interesante es que, en
alguna de ellas, la imagen que se sacó en procesión fue la Virgen del Puy
(1861) o la de Santa Bárbara (1869), Patrona de la Villa. En esta última ocasión,
hacía meses que no llovía y en la convocatoria se hace alusión “a la dilatada
sequía que se experimenta”.
En el siglo XX, la fe en la Divina
Providencia y en los Santos intercesores decayó y, al parecer, las rogativas ya
no fueron tan abundantes. En ello influyó decisivamente la construcción del canal
de Lodosa, al no tener que depender de la lluvia o del agua de las fuentes (que
se secaban) para salvar los cultivos. Con razón se pudo decir que “un canal”
hace flaquear la Fe.
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