Los árboles mueren de pie era el título de una hermosa obra teatral de Alejandro Casona, escrita durante su exilio en México y estrenada en 1949 que, más tarde, fue llevada al cine. Casona (1903-1965) fue uno de los más destacados dramaturgos de la generación del 27, quizás injustamente olvidado.
La alusión a esa obra (que nada tenía
que ver con los árboles) nos sirve de pretexto para comentar que, como todos
los seres vivos, los árboles crecen y mueren, pero, aunque a veces terminan su
existencia de pie, es frecuente que caigan impulsados por las más diversas
causas. Recientemente hemos presenciado el derribo de dos de ellos, uno en el
Santuario de Misericordia y el otro en el paseo de Borja.
Del pino del paseo, ofrecimos imágenes
en su momento que, por cierto, entraron en la clasificación de las noticias más
leídas en el pasado mes.
De aquel árbol de retorcidas ramas que
presidía la entrada del paseo y en la que el pilar, con el rótulo dedicado a D.
Valentín Ruiz Aznar, sostenía una de ellas, fue retirada inmediatamente la rama
caída, pero también fueron taladas todas las restantes. Ha quedado el tronco en
pie con sus muñones (¿A la espera que broten?) como un símbolo de tantas cosas
y, en este caso, haciendo buena la frase de que “Los árboles mueren de pie”.
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