domingo, 2 de diciembre de 2012

El retablo mayor del convento de San Francisco de Borja (I)


            El convento de frailes menores, que es el nombre que dio San Francisco a la primera Orden fundada por él, fue el más antiguo de los establecidos en Borja. Desaparecido tras la desamortización, se conservan restos de su arquitectura en el lugar donde se levantó, junto al actual convento de Santa Clara.





            A este último, fundado a comienzos del siglo XVII y perteneciente a religiosas franciscanas clarisas, de la segunda Orden, se trasladó, en el siglo XIX, el retablo mayor del convento de San Francisco que, en la actualidad, se encuentra situado en el testero derecho del crucero de su iglesia.





            Se trata de un retablo manierista, cuyo autor no conocemos , por el momento, aunque Alberto Aguilera ha localizado la capitulación de para los trabajos de policromado del mismo que fueron encargados al pintor Pedro de Ainzón, el 22 de abril de 1614.
Consta de dos cuerpos, sobre banco, distribuidos en tres calles y rematado por un ático. La obra fue modificada en el siglo XVIII, cuando se recubrieron las columnas estriadas con cordobanes y se le añadieron las cornucopias laterales y las que aparecen sobre las distintas casas. Más tarde se dispusieron papeles pintados, en tonalidades rosáceas y marrones en las superficies planas.
            A pesar de estos cambios, sigue siendo una obra de interés que queremos comentar, a partir de las excelentes fotografías realizadas por Enrique Lacleta en el marco de los trabajos de inventario del Patrimonio Artístico Religioso de Borja que está realizando el Centro de Estudios Borjanos, bajo la dirección de Alberto Aguilera.
 




            La imagen titular representa a San Francisco de Asís en el momento de su estigmatización. Nacido en Asís, en 1182, era hijo de un rico comerciante y, en su primera juventud, llevó una vida disipada que, tras su conversión, abandonó por completo, renunciando a toda su fortuna, para fundar un movimiento de espiritualidad que se plasmó en tres órdenes religiosas, la de los hermanos menores, la de clarisas y la tercera orden para los laicos. Su influjo fue enorme y los franciscanos se convirtieron en uno de los soportes de la Iglesia en momentos especialmente difíciles. Falleció el 3 de octubre de 1226, siendo canonizado por el Papa Gregorio IX, dos años después.
En esta imagen el santo viste el hábito franciscano, ceñido por el cordón blanco característico de la orden que, habitualmente, tiene tres nudos que representan los tres votos de pobreza, obediencia y castidad, aunque en este caso, como en el de los otros santos del retablo el número de nudos es mayor.






Entre la variada iconografía del santo, se ha elegido el momento en el que, cuando se encontraba en una ermita del monte Albernia, en 1224, tuvo una visión de un serafín de seis alas. Posteriormente, ese serafín se transforma en el propio Cristo que le hace partícipe de las cinco llagas de su Pasión. Hasta la reciente rehabilitación de la Iglesia, de las llagas del Crucificado partían unos cordones rojos que iban hasta las manos y pies del Santo y a la llaga de su costado que se adivina en un desgarramiento del hábito.





            San Francisco ha sido uno de los pocos santos que ha sufrido los padecimientos derivados de esas llagas, durante los dos años transcurridos desde la visión hasta su fallecimiento. Por ello, suele ser representado con las manos horadadas y el costado abierto.





            En las calles laterales, y a la altura del titular, se encuentran ahora otros dos santos franciscanos que visten el hábito de la orden. El de la izquierda es San Bernardino de Siena.





            San Bernardino nació en las cercanías de esa ciudad italiana, en 1380, en el seno de una ilustre familia, siendo educado por una tía. Estudió Derecho en su ciudad natal y, a los 22 años, decidió profesar como franciscano. A pesar de las dificultades iniciales, se convirtió en uno de los más grandes predicadores de su época. Suele ser representado con tres mitras a sus pies, en alusión a su renuncia a ser consagrado obispo para las tres sedes a las que fue propuesto: Siena, Ferrara y Urbino.





            Fue el inventor del trigrama IHS en el centro de un sol radiante y con la cruz sobre el tramo horizontal de la H, que más tarde adoptarían los jesuitas. Esas letras corresponden al nombre griego IHESUS (Jesús). San Bernardino lo mandó grabar en una lámina que le acompañaba en todas sus predicaciones. Suele ser representado con ella, aunque en el caso de este altar, lleva un estandarte o bandera roja que, probablemente, vino a sustituir al atributo original. Murió en 1444 y fue canonizado seis años después.





            En la calle derecha se encuentra otro santo franciscano, frecuentemente asociado con San Bernardino, del que fue discípulo. Se trata de San Juan de Capistrano. Nacido el 24 de junio de 1386, también pertenecía a una familia noble. Estudio Derecho en la universidad de Perugia, llegando a desempeñar el cargo de gobernador de Perugia, donde contrajo matrimonio. En esa ciudad fue hecho prisionero, en el curso de los frecuentes enfrentamientos que se sucedían entre las ciudades italianas. Durante su cautiverio, decidió imprimir un giro radical en su vida, consagrándose a Dios. Tras conseguir la anulación de su matrimonio, que no había sido consumado, profesa como franciscano y, como su maestro, se convierte en un extraordinario predicador.  Sirvió a varios papas en misiones diplomáticas y fue el primer papa Borja, Calixto III, el que le encomendó la que acrecentaría su fama. En 1453, los turcos habían conquistado Constantinopla, acabando con el Imperio Bizantino. Toda Europa se veía amenazada. En su avance hacia Hungría, el ejército otomano había sitiado Belgrado que se disponía a capitular. El papa envió refuerzos y a San Juan de Capistrano que, con sus grandes dotes de oratoria y su virtud, levantó la moral de los sitiados apareciendo en los lugares de más riesgo con una bandera en la que mandó pintar el trigrama IHS, creado por San Bernardino. El 22 de julio de 1456, las tropas turcas se estrellaron ante la enérgica defensa y tuvieron que retirarse. En reconocimiento a esta gran victoria, Calixto III introdujo en la Iglesia el rezo del Ángelus. Sin embargo, cuando la peste apareció poco después en las filas cristianas, se produjeron numerosas bajas, entre ellas la del propio San Juan de Capistrano que falleció el 23 de octubre de ese año. No fue canonizado hasta 1690.






            Es representado llevando en su mano el estandarte que enarboló en Belgrado y una cruz roja en el pecho. Curiosamente, la imagen de este retablo lleva la cruz de Calatrava, una cruz flordelisada, en la forma utilizada por la orden de los dominicos. Con ella aparece, también, en otra imagen existente en el retablo mayor de esta misma iglesia del convento de Santa Clara.
            Al inicio del artículo hacíamos referencia a la ubicación actual de las imágenes de este retablo, porque en la capitulación encontrada por Alberto Aguilera, se describen en posición diferente y, esto es más significativo, no se habla de San Juan de Capistrano, sino que su lugar está ocupado por San Antonio de Padua. De ahí, que podamos pensar en la posibilidad de una adaptación de las imágenes originales, en un determinado momento, aunque no deja de ser una hipótesis remota.
            En un próximo artículo, seguiremos comentando otros aspectos de este interesante retablo.

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