En
artículos anteriores hemos hecho referencia a diversos retablos de la iglesia
del convento de Santa Clara. Hoy queremos hacer alusión al último de ellos que
es el del Santo Cristo, situado en el testero izquierdo del crucero, junto al
retablo de Santa Ana.
Se
trata del retablo del Santo Cristo cuya procedencia conocemos ya que, en el
Archivo Histórico Municipal, se conserva la petición dirigida, el 27 de junio
de 1862, por la abadesa de Santa Clara, Sor Antonia Lacleta, al M. I.
Ayuntamiento de la ciudad pidiendo que “se le conceda un altar antiguo que se
halla en la iglesia de San Agustín, con objeto de colocarlo en la de Santa
Clara, poniendo en él a la veneración el Santo Cristo titulado de Lamana”.
La
iglesia de San Agustín era la del antiguo convento de agustinos descalzos que
había pasado a propiedad municipal tras la Desamortización. Terminaría siendo
derribada en 1863 para abrir en su solar la calle que, actualmente, lleva el
nombre de Nueva. Así fue conocida inicialmente, por su condición de nuevo vial.
Más tarde recibiría el nombre de “Don Alfonso”, adoptado en 1875, en homenaje
al rey Alfonso XII, y de “General Franco”, posteriormente.
La
imagen de Cristo Crucificado se veneraba en el convento de San Francisco, en
una capilla situada en el lado de la Epístola de su iglesia. La propiedad de la
misma fue objeto de controversia. En el siglo XVI era de Antón Ruiz de
Castellar. Pasó después a la familia Armillas y, en la segunda mitad del XVII,
la tenían a su cargo los Martínez del Villar. A finales de esa centuria el
propietario era D. Joaquín Lamana, notario de Borja que había contraído
matrimonio con Dª María Martínez del Villar. De ahí que el Cristo tomara el nombre
de este personaje, pasando al convento de Santa Clara cuando fue desamortizado
el de franciscanos.
En
Santa Clara se reúnen, por lo tanto, un retablo procedente del convento de
agustinos, con la imagen que se veneraba en el de franciscanos. No conocemos
cual era el destino inicial de este retablo que fue adaptado para su nuevo fin,
merced a las aportaciones de la familia San Gil, como parece deducirse del
hecho de que sus armas figuren en el copete que lo remata, un añadido de esta
nueva etapa. Éstas son de oro con dos lobos en sable andantes, uno sobre otro
que se encaminan hacia un árbol de sinople puesto en el flanco diestro. Bajo
las armas de los San Gil aparecen representado, de forma muy esquemática, uno
de los emblemas de la orden franciscana, el de las Cinco Llagas.
También son añadidos de esa época los
pináculos laterales y la cruz superior, en la que aparecen los emblemas de la
Pasión.
El
retablo original era una obra manierista de cierta calidad, con columnas estriadas
rematadas por capiteles corintios, dorados y policromados, aunque el conjunto
se ha visto sometido a diversas reformas y repintes.
En
cualquier caso, la petición de la abadesa de Santa Clara contribuyó a la salvación
de esta obra que, probablemente, hubiera desaparecido como la mayor parte de la
dotación artística del convento de agustinos, aunque se conservan otras obras a
las que haremos referencia en artículos posteriores.
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