Ayer
celebramos la solemnidad de la Epifanía, el Día de Reyes, día de ilusión y
regalos en todos los hogares, en recuerdo a los que los Magos llevaron a la
casa de Belén hace más de 2.000 años.
Siguiendo
una antigua tradición, en el belén de Santa Clara, el Niño aparecía sentado, en
actitud de bendecir, recibiendo los presentes de oro, incienso y mirra que le
entregaron aquellos enigmáticos personajes, llegado de Oriente, cuyos cuerpos
se veneran, desde 1164, en un espectacular relicario, el más grande de la
Cristiandad, situado tras el altar mayor de la catedral de Colonia.
En
el caso del belén de las clarisas borjanas, ya comentábamos hace unos días al publicar
la imagen del Niño Jesús que presidía el Nacimiento, desde el comienzo de estas
fiestas, que el 6 de enero era reemplazado por esta otra en posición diferente
aunque también con vestidos primorosamente bordados por las religiosas. No
creemos que esta costumbre sea demasiado frecuente o al menos no conocemos
otros casos cercanos.
También,
a las ocho la mañana de ayer, los miembros de la Coral “Vientos del Pueblo
iniciaron su recorrido por las calles de nuestra ciudad, cantando la Aurora
propia de ese día que, sin duda, es una de las más bonitas de las que se interpretan
en Borja, acompañada con instrumentos propios de la Navidad.
Es
importante destacar la gran labor de la Coral en el mantenimiento de estas
tradiciones que forman parte de nuestro Patrimonio Cultural Inmaterial,
especialmente valiosa por el esfuerzo que requiere, venciendo en muchas
ocasiones las inclemencias atmosféricas y la incomodidad del horario.
No
debemos perder tampoco otras tradiciones de nuestras fiestas a las que el recordado
maestro D. Ramón Borobia Paños dedicó un pasodoble que forma parte del
repertorio de la Agrupación Musical Borjana, “Campanas y cohetes”, Por eso, si
las campanas no suenan y no se disparan cohetes, hasta la más brillante
cabalgata queda incompleta.
Y
tratando de tradiciones tampoco debemos olvidar los roscones, con la “sorpresa “
que se inserta en su interior que, en su origen, era un haba, asociada a una
costumbre arraigada en nuestra zona, como en otros lugares, a la fiesta del “rey
del haba”, como nos recordaba un joven investigador de nuestro Centro. El niño
que la encontraba era proclamado “rey” y recibía algunos regalos, en un sentido
completamente diferente al que más tarde se le dio, de que quien encontraba la “sorpresa”
pagaba un nuevo roscón.
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