Entre
la larga serie de ilustres personajes, relacionados con nuestra ciudad, a los
que no se ha dedicado el reconocimiento que merecen, queremos recordar hoy la
figura del Teniente General D. Carlos San Gil y Lajusticia, uno de los más
importantes militares borjanos de todos los tiempos, el cual sirvió a España en
la mar y en tierra, dando testimonio de su valor, fidelidad y constancia al
servicio de la Corona. Todo ello con la generosidad y prudencia, propia de los
grandes señores, que orlaron su figura, prácticamente olvidada en su propia
tierra.
Era
hijo de D. Esteban San Gil y Aguilar y de Dª Perpetua de Lajusticia y Pérez
Manrique. Esteban San Gil había nacido en Hendaya, donde se había exiliado su
padre, Domingo San Gil y Jordán, debido a su participación en el crimen del
señor de Majones D. Diego de Vera y Torrellas, aunque el autor material fue su
hermano Domingo.
D.
Carlos San Gil nació en Novallas, en 1652, debido a que, cuando su madre quedó
embarazada Borja se encontraba sufriendo los efectos de la terrible epidemia de
peste que afectó a todo Aragón y que, en nuestra ciudad, tuvo especial
virulencia, llegando a ocasionar la muerte de 300 personas. Por ese motivo, la
familia se refugió en Novallas, zona de la que era originaria la abuela materna
(de los Pérez Manrique de Tarazona). Volvieron a Borja en octubre de 1653,
cuando la ciudad se vio libre de los efectos de la enfermedad, donde residió el
joven Carlos hasta los 20 años de edad, considerándose siempre natural de esta
ciudad y, de hecho, en el expediente de ingreso en la Orden de Malta, hizo
constar como lugar de nacimiento a Borja, aunque no era cierto.
Tras
su ingreso en la citada Orden, marchó a la isla de Malta, en cumplimiento de la
obligación de todos los jóvenes caballeros de la misma de servir a bordo de las
galeras y navíos de la Religión, durante dos años.
Al
término de su servicio, decidió alistarse como simple soldado en uno de los
tercios destacados en Sicilia, teniendo en cuenta que, por ser el segundo de
los hijos, no era el heredero de la casa. De allí pasó a las galeras de Génova,
ya como Capitán de una de las compañías de Infantería embarcadas en la misma y,
posteriormente, sirvió en las galeras de España, como Capitán de Mar y Guerra de la galera Santa Ana y de la Patrona.
Fue
el inicio de una brillante carrera naval en la que alcanzó el empleo de
Teniente de Maestre de Campo General de la Armada del Mar Océano que sirvió durante
ocho años, antes de ser nombrado Maestre de Campo.
Con
este nuevo empleo le fue conferido el mando de uno de los tercios que estaban
de guarnición en Ceuta y luego en Gibraltar, retornando de nuevo a la Armada
para participar en la expedición al Darién, donde en julio de 1700, intervino
en la expulsión de los escoceses que se habían establecido en aquel territorio
que hoy forma parte de la República de Panamá, fundando la colonia de Nueva
Caledonia o Nueva Escocia. Después ocupó el cargo de Gobernador Político y
Militar de las plazas de Murcia y Cartagena, así como el de Teniente Adelantado
Mayor del reino de Murcia.
Tras
la llegada al trono de Felipe V, los ejércitos españoles fueron objeto de una
profunda reestructuración y D. Carlos San Gil fue dado de baja, debiendo subsistir
con las rentas que le proporcionaba la encomienda de Villel de la Orden de
Malta, de la que era titular.
Sin
embargo, cuando estalló la Guerra de Sucesión y a pesar de que la mayor parte
de Aragón se decantó por el archiduque Carlos, él decidió servir a Felipe V,
desempeñando un papel muy destacado en la defensa de Cádiz frente al ataque al
que fue sometida la ciudad por una armada anglo-holandesa, logrando defender el
fuerte de Matagorda durante 10 días, al frente del Tercio de Armada y varias
compañías de Colorados Viejos, facilitando la reorganización de las fuerzas
borbónicas.
Después
participó en la campaña de Portugal, siendo recompensado con el nombramiento de
Teniente General de los Reales Ejércitos. Cuando el archiduque Carlos tomó Madrid,
obligando a huir a Felipe V, D. Carlos San Gil marchó a Navarra para intentar
frenar el avance de las tropas aragonesas que mandaba el conde de Sástago. Desde
Tudela tuvo que asistir impotente al saqueo al que fue sometida Borja que
afectó a las propiedades familiares ya que en su casa se estableció el coronel
D. Antonio Peguero que quedó al mando de las tropas de ocupación austracistas.
La suerte de la guerra
experimentó un cambio radical tras la batalla de Almansa, donde, el 25 de abril
de 1707, las tropas borbónicas que mandaba el duque de Berwick derrotaron a las
del archiduque, abriendo el camino para la reconquista del reino de Valencia.
En aquella ocasión, el Teniente General San Gil fue el único español que mandó
un Cuerpo de Ejército.
Siguió después participando
en el avance hacia Cataluña, estando presente en la toma de Tortosa y en el
sitio de Lérida, siendo recompensado con el gobierno de Borja, del que no llegó
a tomar posesión ya que falleció en Madrid el 22 de noviembre de 1708,
constituyendo su sepelio una manifestación de duelo, ya que estuvo presente
toda la grandeza del reino.
Las
imágenes reproducidas de su figura corresponden al retrato ecuestre, en el que
viste el uniforme de Teniente General, con la bengala en la mano derecha y la
cruz de Malta en el pecho, como señal de su pertenencia a la Orden, lo que
corrobora el hecho de que, en la cartela donde se refleja su biografía, se le
designa como “Frey”.
Es obra
del pintor valenciano Senén Sila, fechado en 1708, lo que viene a modificar el
dato que aparece en la reseña biográfica del citado pintor, que aparece en
Wikipedia, donde señala su fallecimiento en 1707. Otros autores ya se
percataron de esta circunstancia, afirmando que murió, en realidad, en 1708,
poco después de la realización de este gran retrato que se conserva en la Casa
de los San Gil, de la calle Mayor de Borja, en cuya fachada tenemos el
propósito de dedicar una lápida a la memoria de quien, a pesar del lugar de su
nacimiento, siempre se consideró borjano, como antes hemos señalado.
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