Dentro
de nuestro empeño por conseguir las obras editadas por los miembros americanos
de la familia Borja, acabamos de conseguir el libro La flauta de Onix, publicado en Quito, en 1920, en el que se reúne
la producción literaria de Arturo Borja Pérez (1892-1912). Se trata de una obra
extremadamente difícil de conseguir, ya que esa edición, realizada tras la
muerte del autor, constaba de un número limitado de ejemplares. La ilustración de la portada es de Nicolás Delgado e incluye otras de C. Andrade y de A. Bellolio.
Arturo
Borja fue el noveno de los hijos del Dr. Luis Felipe Borja Pérez Lizarzaburu y
de Carmen Amelia Pérez y Chiriboga. Nacido en Quito, desde niño mostró interés
por la Literatura y fue precisamente escribiendo cuando se provocó una lesión
ocular con la pluma. Tenía 14 años y para recuperar la visión de ese ojo fue
enviado a París. Allí entró en contacto con la obra poética de los grandes
escritores franceses de ese período: Mallarmé, Baudelaire, Rimbaud y
especialmente la de Paul Verlaine, que fue su favorito.
A imitación de lo que
había conocido en la capital francesa, al regresar a Quito creo un grupo
literario con Ernesto Noboa Caamaño (que también había estado en Europa),
Humberto Fierro y Medardo Ángel Silva. Todos murieron jóvenes y dos de ellos de
manera trágica. Considerados como los
introductores del modernismo en Ecuador, fueron conocidos más tarde como la
“generación decapitada”.
Tradujo Les Chants de Maldoror de Isidore
Ducasse, que firmaba con el seudónimo de “comte de Lautréamont”, publicándolos en
la revista Letras, que fundó y editó
en 1910. Es considerado el gran renovador de la poesía francesa del siglo XIX.
Dirigió también la sección literaria del periódico La Prensa, aunque pronto se cansó de este trabajo. En realidad,
llevaba una vida bohemia con sus amigos, inspirada en la de los poetas que
admiraba.
Su producción poética
fue limitada, siendo reunida después de su muerte en La Flauta de Ónix, por iniciativa de un grupo de amigos. En 1912
falleció su padre del que heredó una respetable cantidad de dinero, lo que
contribuyó a acelerar su incursión en el mundo de la bohemia, agravando las
crisis depresivas que periódicamente padecía. A pesar de ello, el 15 de octubre
de 1912 contrajo matrimonio con Carmen Rosa Sánchez Destruge y s luna de miel
transcurrió en una hacienda cercana a Guápulo. Catorce días después de regresar
a Quito, el 13 de noviembre de 1912, se
suicidó con una sobredosis de morfina. La tragedia tuvo una enorme repercusión
y se llegó a comentar que el joven matrimonio había llegado a un pacto para morir
juntos, aunque al final sólo lo cumplió él.
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