Que la
actuación de determinados artistas espontáneos ha dado lugar al fenómeno
conocido como “arte urbano” es un hecho indudable, con expresiones de indudable
calidad y, de hecho, algunos que comenzaron pintando en las paredes de las
calles terminaron cursando estudios universitarios, convirtiéndose en figuras
reconocidas.
Otros
como Banksy han adquirido una extraordinaria reputación, tanto por la calidad
de sus obras como por el hecho de no
haber revelado nunca su identidad y merced a “actuaciones” como la
protagonizada recientemente en una prestigiosa casa de subastas en donde una de
sus obras, que acaba de ser adjudicada, se autodestruyó.
Pero,
junto a los casos antes referidos, hay otro tipo de actuaciones protagonizadas
por jóvenes que causan daños muy cuantiosos en vagones de tren, en los que dan
rienda suelta a sus supuestas aficiones, combinadas con el riesgo que entraña
el ser sorprendidos perpetrando esos actos vandálicos.
Y son
ya legiones los que, con total impunidad y ningún sentido artístico, maltratan
las paredes de las ciudades, tanto en España como en otros lugares del mundo.
Evidentemente, se ha convertido en una moda tras la que subyace una falta de
valores cívicos pero, probablemente también, una patología psiquiátrica.
Cuando
las pintadas se realizan en monumentos la gravedad del hecho supera cualquier
margen de tolerancia. Un caso muy conocido fue la realizada en la portada de la
catedral de Santiago.
Pero
también han tenido un gran eco mediático las vandálicas actuaciones en
monumentos prehistóricos como el dolmen de Vigo, Sa Naveta de Tudons en Menorca
o el Roque Bentayga Gran Canaria.
En
estos casos, la vigente legislación sobre Patrimonio sanciona con multas entre
6.000 y 150.000 Euros a quienes dañen de esta forma a los monumentos. En
nuestra comarca ya se han dado dos casos sancionados con 6.000 Euros. En otros
lugares, como Singapur, donde se realizaron las pintadas que aparecen en esta
imagen, la sanción fue de 3 meses de cárcel y 3 bastonazos a cada uno de los
jóvenes que las realizaron.
Lamentable
es, asimismo, el empleo de estos métodos como expresión de determinadas ideas
políticas. De todos es conocido lo acaecido con las célebres pajaritas de
Barcelona, aunque se podrían destacar otros casos, algunos en la propia ciudad
de Zaragoza.
Todo
ello obliga a costosas operaciones de limpieza que asumen los Ayuntamientos y
que, en definitiva, repercuten en todos los ciudadanos a través de sus
impuestos.
El
Ayuntamiento de Borja no ha sido ajeno a ese interés por hacer desaparecer las
pintadas que ensuciaban las calles de la ciudad y así lo hizo en la zona que
comunica la calle de San Juan Alta con la de San Jaime. No obstante, los
vándalos han vuelto a ensuciarlas, como pudimos comprobar ayer. Su actuación
incansable, debe encontrar una similar respuesta en nuestras autoridades
volviendo a borrarlas cuantas veces sea necesario.
Pero
también sería conveniente identificar a los autores, dado que su proceder queda
incurso en los ilícitos castigados por la Ley de Patrimonio, al ser el casco
antiguo de Borja “Bien de Interés Cultural” con el agravante añadido de que el
escenario de sus fechorías está situado dentro del perímetro de protección (50
metros) de un BIC específico: la Casa de las Conchas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario