lunes, 18 de febrero de 2019

Las hermanas de Santa Ana vinieron dos veces al hospital


         Desde 1869, el hospital Sancti Spiritus de Borja tiene su sede en el antiguo convento de capuchinos que, tras la desamortización había vuelto a ser ocupado por esa orden, hasta que el Ayuntamiento surgido de la revolución de 1868 los expulsó e incautó el edificio para trasladar el hospital, una institución secular que, desde 1560, venía funcionando en lo que hoy es Museo de la Colegiata, que fue construido expresamente para su empleo como establecimiento hospitalario.

         Fue, en 1859, diez años antes de mudar de sede cuando el Ayuntamiento, que desde el 1 de enero de ese año presidía D. Rufino Cardona, tomó la decisión de encomendar la atención de los enfermos a la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana. El acuerdo fue firmado el 18 de abril de 1859 y, en él, se establecía que vendrían tres hermanas. La sorpresa surgió cuando llegaron cuatro, lo que representaba un incumplimiento de lo pactado y una carga adicional para la corporación municipal, teniendo en cuenta que, hasta entonces, sólo había existido en plantilla un “hospitalero”. Por ello, de la manutención de esa cuarta hermana tuvo que hacerse cargo la propia Congregación.



         Pero los problemas se acrecentaron cuando fue nombrada superiora la madre Tomasa Baynad, a la que el Ayuntamiento calificaba como la más indicada para destruir la fundación. Se intentó aliviar la tensión haciéndose cargo del mantenimiento de esa cuarta hermana pero, en 1860, la madre Baynad solicitó el traslado, aduciendo motivos de salud, y cuando se supo, el director del hospital que, en esos momentos, era D. Prudencio Cuber, se opuso frontalmente porque pretendía llevarse también la hermana Faustina Alcalá.
         Al frente del hospital hubo, hasta una época relativamente reciente, un director ya que el Ayuntamiento, del que dependía, ejercía únicamente la función de Patronato y la supervisión de las cuentas que le presentaba el administrador. El último director que recordamos fue el médico D. Juan Ciria Butler y como administrador específico del hospital D. Ramón Borobia Paños. En 1860, el Director era, como hemos señalado, D. Prudencio Cuber, un abogado que ejercía como procurador ante los tribunales de Borja y del que conservamos numerosos datos en el archivo de la familia Zapata.
         Para D. Prudencio la marcha de la madre y de la hermana Alcalá representaba un nuevo incumplimiento del acuerdo, por realizarse sin la preceptiva notificación previa, por lo que llegó a prohibir la salida del hospital a la hermana Alcalá. Que se fuera la madre Baynad no le importaba, ante los problemas que había planteado.
         Llegaron entonces a Borja la Presidenta de la Congregación y la consultora, que era hermana de la madre Baynad, manteniendo una tensa reunión con el Ayuntamiento, en la que dieron a conocer su decisión de llevarse, no sólo a la hermana Faustina Alcalá, sino también la hermana Camila Bonell.
El enfrentamiento provocó la rescisión del contrato pero, inesperadamente, estas dos hermanas comunicaron a su Presidenta que no querían abandonar a los enfermos y, ante el requerimiento de que debían obedecer, decidieron dejar la Congregación y continuar en Borja como enfermeras contratadas. Este desagradable incidente provocó la intervención del Presidente de la Junta Provincial de Sanidad de Zaragoza, el cual ordenó al Ayuntamiento que condujera a Zaragoza a las dos hermanas, poniéndolas a su disposición.

El 30 de noviembre de 1860, tanto Camila Bonell, natural de Rocafort de Vallbona, como Faustina Alcalá, natural de Azuara, solicitaron empadronarse en Borja y no debieron abandonar la ciudad, a pesar de los imperiosos requerimientos del Presidente de la Junta Provincial de Sanidad, dado que en 1864 Camila Bonel era “enfermera mayor del hospital”.



Tras el abrupto final de la primera etapa de las hermanas en el hospital, retornaron años más tarde a ese centro asistencial. Fue el 2 de mayo de 1931, poco después de la instauración de la II República, cuando en la sesión de la corporación municipal celebrada ese día, el Concejal D. Rufino Pasamar solicitó que “se estudie la forma de que el hospital de esta ciudad esté regentado por religiosas”.
A pesar de las bromas que su propuesta suscitó entre la población, donde se llegó a difundir una jota que decía: “Ahora que no quedan monjas, se le ocurre a Pasamar traer a las de Santa Ana a nuestro santo hospital”, fue tomada en consideración.

De esa forma, en la sesión del 5 de diciembre de 1931, se consignó en el presupuesto del hospital para el año siguiente la cantidad de dos pesetas diarias para la retribución de cada una de las hermanas y que el enfermero mayor, hasta entonces existente, continuara prestando servicios como conserje-enfermero. También se facultó al Sr. Alcalde D. Isidro Lacleta Andía para que, en unión del Director del hospital, negociara con la congregación las bases por las que debía regirse el desempeño de sus funciones en el hospital. El 9 de enero de 1932, en la sesión plenaria de ese día, fueron leído el acuerdo alcanzado que debía entrar en vigor al día siguiente, siendo aprobado por unanimidad.




Desde entonces, prestaron servicio en el Centro hasta la no muy lejana fecha de su definitivo abandono. Fueron años difíciles en los que las carencias eran muchas, incluso de agua potable que debía ser suministrada por el procedimiento que refleja la primera imagen. A pesar de ello, el hospital mantuvo su condición de tal, hasta la década de los años 60 del pasado siglo, siendo lugar de encuentro de los médicos de toda la comarca y atendido por los titulares de Borja que se turnaban mensualmente, haciéndose cargo, tanto de la asistencia de los hospitalizados, como de las urgencias que llegaban e, incluso, de las autopsias que debían realizar, cuando no había forense, en una dependencia situada en la planta baja del edificio, junto a la única entrada existente desde el parque.




En 1996, la corporación municipal que presidía D. Luis María Garriga Ortiz decidió otorgar el título de “Hija Adoptiva” de Borja a la hermana Isabel Terán Terán, que había llegado al hospital el 18 de septiembre de 1960, donde permaneció prestando servicio hasta el 7 de diciembre de 2001, fecha en la que fue enviada, como jubilada, a la residencia de Garrapinillos, en la que estuvo hasta su fallecimiento. De la laudatio se encargó otra borjana, la madre María Jesús Chueca Pellicer, entonces provincial de la congregación. En el acto, celebrado en el Auditorio de Santo Domingo, también le fue entregado el mismo título a D. Victorino Gracia Salas, médico de nuestra ciudad, desde 1944, y Presidente del Centro de Estudios Borjanos en esos momentos.

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