Durante
nuestra estancia en Oviedo visitamos el magnífico Museo de Bellas Artes con el
propósito de contemplar el retrato de Luz Ojeda que allí se exhibe, realizado
en París, en 1912, por José Ramón Zaragoza (1874-1979) y que fue donado por D.
Jaime de Ojeda.
Luz
Ojeda Brooke era hija de D. Emilio de Ojeda y Perpiñán, al que hemos hecho
referencia en este blog en diversas ocasiones, dado que era hermano de D.
Alfredo de Ojeda y Perpiñán, bisabuelo de D. Juan María de Ojeda Castellot y de sus hermanos.
Curiosamente Emilio,
había nacido en Tarazona en 1845 y, tras cursar la carrera de Derecho, ingresó
en la Escuela Diplomática. En el transcurso de su carrera estuvo destinado en Pekín,
Macao, la Santa sede, Tokio, Washington, Roma, Londres, La Paz, Bucarest,
Lima, Buenos Aires y Tánger. También desempeñó el cargo de Subsecretario del
Ministerio de Estado y el Ministro de Estado interino. Murió en Biarritz, en
1911, ciudad en la que están enterrados sus restos.
Tuvo
tres hijos: Gonzalo, Jaime y Luz, la cual había nacido en El Callao. En 1907, Luz contrajo matrimonio en la capilla de la Embajada de España ante la Santa Sede
con D. Juan Rugama, un conocido “sportman”, como se le denominaba en las
crónicas de la época, que fue fundador el Real Aeroclub de Madrid en 1905.. Sin
embargo, el inesperado fallecimiento de su esposo, la convirtió en viuda poco
después y, como “viuda de Rugama” aparece en esta fotografía conservada en la
Biblioteca Nacional, realizada por D. Antonio Cánovas del Castillo, durante una
fiesta de Carnaval.
No es
el único retrato que se conserva de ella, dado que en el Museo de Bellas Artes
de Sevilla se conserva este otro que le realizó José Villegas Cordero
(1844-1921), un destacado pintor sevillano que llegó a ser Director del Museo
del Prado.
Aunque
Luz Ojeda fue una persona muy conocida y su imagen aparecía en “páginas
aristocráticas” de publicaciones tan relevantes como Pictorial Review, “luciendo” en los salones madrileños, en los que “su
belleza y su arte fueron justamente admirados”, al final vivía recluida entre
Madrid y Biarritz, sin prodigarse en las fiestas que antaño había frecuentado.
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