domingo, 13 de octubre de 2019

La despoblación y el Patrimonio Cultural


         Los responsables de la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra han decidido incluir en ella al torreón e iglesia de Claravalls (Huesca). A pesar de considerar los indudables méritos de este monumento y su interés arquitectónico, no lo consideramos procedente, al igual que ha ocurrido con otros templos de la provincia de Huesca, dado que esa localidad se encuentra abandonada desde hace cerca de 30 años y las posibilidades de recuperación de un edificio de esas características son tan escasas como los de otros municipios que fueron abandonados a mediados del siglo XX y que, incluso, no tienen un acceso fácil.

         Para los interesados en conocer la situación de todos ellos, aconsejamos consultar la página web “Despoblados en Huesca” donde se ofrece información e imágenes de los mismos.




         Pero ello nos sirve para poner de manifiesto la tragedia que para el Patrimonio Cultural español representa el abandono del medio rural y, en concreto, para las iglesias enclavadas en él.

         Hace unos días, planteábamos el problema que se cierne sobre los conventos que están siendo abandonados durante los últimos años pero hoy queremos incidir en otro tan grave o más: el de los templos parroquiales y ermitas, porque es algo que nos va a afectar a todos. Lo ocurrido en el Pirineo desde hace algún tiempo se reproducirá en zonas como la nuestra que, no en vano, es incluida en la llamada “Laponia española” cuya densidad de población es de las más bajas de Europa.



         Nos guste o no, el abandono de muchos pueblos va a continuar de manera imparable, salvo que se encuentre una fórmula mágica para detenerlo. ¿Qué haremos entonces con el patrimonio arquitectónico? Pretender que el Estado o los gobiernos autonómicos asuman su mantenimiento es una utopía. Basta señalar, por ejemplo, que en Castilla León hay centenares de iglesias en esa situación. Ignoramos si en Aragón existe un censo de las que se encuentran en riesgo inmediato o próximo, pero convendría hacerlo para lamentar, al menos, lo que puede llegar a ser una catástrofe muy superior a la provocada por la Desamortización que no afectó apenas a los templos parroquiales.




         Pero el abandono de iglesias no se circunscribe a remotos lugares rurales, sino que también se da en poblaciones más populosas. En algunos casos han sido acondicionadas para otros fines, como ocurre con la iglesia de capuchinos de Alcalá de Henares” o la iglesia de San Pedro de Cuéllar, reconvertidas en restaurantes.




         Más llamativo es el caso de la antigua iglesia de Santa Bárbara en Llanera (Asturias), transformada en pista de skate y con llamativas pinturas en sus muros. Podríamos poner otros muchos ejemplos que, quizás, puedan parecer algo remoto o anecdótico; en definitiva que no nos concierne.





         Pero en Borja tenemos tres ejemplos de templos reconvertidos. Uno de ellos es la antigua iglesia parroquial de San Miguel que, ahora, alberga al Museo Arqueológico. Otra, la del convento de dominicos, utilizada como Auditorio Municipal y para determinados eventos, como una cata de vinos o exposiciones. Al menos, ambos se salvaron de la ruina o demolición, como estuvo a punto de suceder con la iglesia de San Miguel.




         Pero el tercero es la iglesia del antiguo convento de capuchinos, un monumento de interés que espera su rehabilitación mientras es utilizado como almacén municipal.




         Comoquiera que la crisis vocacional y el descenso experimentado en la asistencia a los actos religiosos, salvo contadas excepciones, va en aumento, no debería extrañarnos que, más pronto que tarde, el problema afecte a otros edificios emblemáticos. Convendría ir pensando a qué podríamos dedicar la colegiata de Santa María y otros templos que aún permanecen con culto y otro tanto podríamos decir de algunas iglesias parroquiales de localidades próximas, porque las ermitas están ya abandonadas o en ruinas en muchos casos.

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