Conocíamos la existencia de un despoblado próximo a Novillas, conocido como Las Casas de Mendívil, dado que D. José Antonio Preciado le dedicó un apartado en su obra Guía para una visita al pueblo de Novillas, publicado en 2000, en el que incluía esta fotografía que mostraba ya sus edificios abandonados, aunque nunca habíamos estado allí.
Situado a unos tres kilómetros de Novillas,
al otro lado del Ebro, conseguimos llegar hasta allí el pasado martes día 17.
No es demasiado complicado el encontrarlo y las aplicaciones del móvil ayudan a
ello. Pero cuando, para confirmar los datos, le preguntamos a un pastor que
encontramos en el camino, nos comentó que tarde llegábamos para visitar el
pueblo y tenía razón, porque muchos de sus edificios son ya un montón de
escombros que, como otros, pronto quedarán reducidos a la nada.
Sorprendentemente, es la iglesia con el
almacén contiguo lo que mejor se conserva. Porque las Casas de Mendívil
tuvieron iglesia y hasta escuela. Aún puede verse el campanil sobre el tejado
de la primera.
Y estas son imágenes de su interior,
con la cancela, el altar y el techo pintado en azul y tachonado de estrellas
que nos inducen a pensar que la titular de la iglesia era una advocación
mariana. A ambos lados del altar hay dos puertas que comunican con la amplia
sacristía en la que, a través de una ventana, aún pudimos ver el calaje, aunque
sin sus cajones destinados a los ornamentos sagrados.
El resto de los edificios que
constituían el caserío están arruinados en mayor o menor medida y pronto nada
quedará de ese núcleo de población que, en su origen, fue una venta, llamada de
Conejares, situada en el camino que conducía a las Cinco Villas, en la que se
detenían arrieros y transeúntes que, en ocasiones, protagonizaban discusiones y
peleas.
Fue la familia Mendívil, propietaria de esas tierras quien, en 1884, decidieron construir casas para sus trabajadores, así como una gran bodega y almacenes. Según D. José Antonio Preciado llegó a haber 18 casas, aunque en el Espasa se indica que eran 15.
Los Mendívil procedían de Navarra y su
apellido original era Fernández de Mendívil que simplificaron posteriormente. Establecidos
en Novillas, al menos desde el siglo XVII, probaron su infanzonía.
El creador del caserío que llegó a ser
conocido por su apellido fue D. Pedro Mendívil Fuertes que estaba casado con
Dª. Jacinta Sansuán. Conocemos la evolución de su población desde 1900, que era
de 24 habitantes ese año; 45 (1910); 42 (1920); 61 (1930); 39 (1940); 43 (1950)
y 10 (1960).
Lo que no sabemos es el edificio en el
que se encontraba la escuela que, en la documentación oficial era conocida como
“Escuela de Mendívil en Novillas”. En 1936 se intentó cerrarla, siendo iniciado
el correspondiente expediente por la Inspección de Primera Enseñanza de Zaragoza.
El 13 de julio de ese año, el Director General de Primera Enseñanza D.
Francisco Barnes dictó una resolución por la que, tras constatar que la
localidad contaba con 58 habitantes y un censo escolar de 10 alumnos (de ambos
sexos), se acordaba su supresión, condicionándola a que en Novillas existiera
un edificio adecuado para acoger a esos alumnos y a su maestro. La resolución
fue publicada en la Gaceta de Madrid de 5 de agosto de 1936. Pero, desde
el 18 de julio, Novillas había quedado en zona nacional y en nada le afectaban
ya las disposiciones del gobierno republicano.
No fue hasta 1952 cuando se suprimió
esa escuela por una orden firmada el 19 de noviembre de ese año por el Ministro
de Educación Nacional D. Joaquín Ruiz-Giménez, en la que también se dejaba sin
efecto el nombramiento de “maestra provisional” efectuado poco antes.
Pocos años después, en 1957, los
herederos de esas tierras que eran las familias Mendívil-Oliver y Mendívil-Milagro,
iniciaron las gestiones para venderlas a sus trabajadores, así como los almacenes
y edificios. Algunos fueron reaprovechados para alojar ganado, pero el
resultado final queda a la vista.
Aunque hay casas en las que aún quedan
vestigios del pasado, de otras tan solo se mantienen en pie algunos machones de
sus muros que van siendo envueltos por la vegetación.
Pero, en nuestro recorrido por el
lugar, nos llamó a atención esta acequia que discurre bajo las fachadas de
algunos de sus antiguos edificios. Su cauce está formado por paredes de canto
rodado sobre las que se dispusieron ladrillos a sardinel. Para acceder a las
casas hay pequeños puentecillos de ladrillos, formando un conjunto de indudable
belleza que sorprende entre tanta ruina.
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