Fue D. Javier Bona quien nos puso sobre
la pista del ejemplar del diario El Día Gráfico, correspondiente al día
7 de octubre de 1936, dado que en el mismo se incluía una extensa crónica de lo
acaecido en nuestra zona, tras el 18 de julio.
Dada la escasa existencia de noticias contemporáneas, conseguimos adquirirlo, como testimonio de la visión que del curso de la guerra se tenía desde el bando republicano. El periódico se editaba en Barcelona y como se aclaraba en su cabecera “redactado, confeccionado y administrado por trabajadores constituidos en régimen cooperativo”.
Había sido fundado en 1913 por D. Juan
Pich i Pon, un republicano radical que fue alcalde de Barcelona durante unos
meses de 1935. Con él colaboraron el escritor D. Manuel Marinello Samuntà y el periodista
D. Santiago Vinardell Palau.
Una de las características de este
diario era la información gráfica que ofrecía en unos momentos en los que no
era frecuente. Por sus dimensiones de 47 x 31 centímetros no podemos escanearlo
completo, pero esta imagen corresponde a la portada de ese número de 1936 en la
que se insertan 7 fotografías de la manifestación celebrada el 6 de octubre,
con un protagonismo especial del POUM.
Tanto en la contraportada como en las
dos páginas centrales había otras muchas fotografías que reflejaban de manera
positiva el curso de la guerra, la presencia de ministros en Barcelona, dos
entierros de combatientes caídos en el frente de Aragón o la entrega de una
bandera por los camaradas del PSUC a los “milicianos de la Victoria de la
columna Libertad, centuria 17”. Hemos seleccionado esta foto del cañonero Laya,
amarrado en el puerto de Cartagena, con su dotación en cubierta, correspondiendo
a las aclamaciones del pueblo.
Esos marineros, bajo la dirección del
auxiliar de artillería Fernández Vázquez, se habían hecho con el control del
buque en la noche del 18 al 19 de julio, deteniendo a su comandante el C. C. D.
José Ramón Rodríguez y Gil de Atienza y a sus oficiales que, al amanecer fueron
transferidos al crucero Libertad, en el puerto de Tánger, adonde habían
arribado varios buques. El 3 de agosto fueron asesinados junto con otros muchos
oficiales de la Armada. El Laya llegó a Cartagena donde el 23 de julio se hizo
cargo del mismo como comandante el A. N. D. Fernando de la Rocha que lo llevó
al puerto de Valencia, de donde no salió y allí fue hundido el 15 de junio de
1938.
Tras esa digresión naval, reproducimos
parte de la crónica que nos interesaba, destinada “para que lo lean nuestros
milicianos del frente de Aragón” con el título “En la zona del Moncayo la
Guardia Civil facciosa y los falangistas cometieron tal número de asesinatos,
que el propio obispo de Tarazona pidió clemencia y le amenazaron con fusilarle
también”.
En aquellos momentos era prelado de la
sede turiasonense D. Nicanor Mutiloa Irurita, que estuvo al frente de la misma
entre 1935 y 1946, año en el que falleció. Había nacido en Pamplona en 1874 y profesó
como religioso redentorista, orden de la que llegó a ser provincial de
Castilla. Consagrado obispo de Barbastro en 1928, llegó a Tarazona para ocupar
la sede que había dejado vacante D. Isidro Gomá al ser nombrado arzobispo de
Toledo.
Que el P. Mutiloa era una excelente
persona no cabe la menor duda y que pudo interceder para detener los desmanes
que se cometieron los primeros días de la guerra es posible, pero que fuera
amenazado tan gravemente parece improbable. Todas las informaciones recogidas
en el artículo fueron facilitadas por el alcalde de Litago D. Nicolás Iguarben
Moncayo que, tras una increíble peripecia, pudo llegar a la zona republicana
huyendo de su localidad.
En cuanto a los datos que ofrece
relativos a Borja son los siguientes: “En Borja, los asesinatos comenzaron por
el Ayuntamiento, cayendo muertos los concejales y su anciano y querido alcalde don
Baltasar González. Igual suerte siguieron varios directivos de Izquierda
Republicana”. Como es sabido, D. Baltasar fue fusilado en la carretera de
Tierga pero no le acompañaron en su trágico fin los restantes concejales, ni
tenemos constancias de que, entre los fusilados de nuestra ciudad, hubiera directivos
de Izquierda Republicana.
Respecto a Bulbuente, se afirma: “Bruno
Pellicer y Pellicer, Miguel Pellicer y tres parientes de don Ricardo García,
conocido miembro del Frente Popular de Madrid, fueron asesinados en Bulbuente,
así como otras muchas personas”.
Según los resultados de una minuciosa
investigación, en Bulbuente fue fusilado el citado D. Miguel Pellicer Lamana;
los hermanos D. Domingo e D. Ismael Lahuerta Sanmartín y la madre de ambos Dª. Pilar
Sanmartín Espinosa. Además fue fusilado allí el farmacéutico de Tarazona D. Román Latorre
Luna, que era natural de Bulbuente y, también lo era D. Miguel Diago Borja,
aunque residía en Borja donde fue detenido y fusilado en Novallas. Ni de Bruno
Pellicer ni de esos tres parientes de D. Ricardo García hemos podido encontrar
datos.
Hay que tener en cuenta las
imprecisiones en las que pudo incurrir la persona que tan precipitadamente se había
fugado y parece altamente improbable que, al margen de sus circunstancias
personales, pudiera tener noticia de lo que estaba ocurriendo más allá de su
municipio. Tuvo que contar el periódico con otras fuentes y las circunstancias
de un país en guerra debieron influir para magnificar los datos. Aunque no
hemos estudiado lo ocurrido en Tarazona pero la cifra de “más de trescientas
cincuenta personas fusiladas” hasta el 15 de agosto de 1936 parece muy alta. En
toda nuestra comarca, el número de ejecutados durante toda la guerra fue de 383.
Como estamos viendo ahora en el caso de
Ucrania, las informaciones que distribuye cada bando contendiente no son fiables,
dado que tienden a fomentar el entusiasmo de sus gentes con datos muy alejados
de la realidad.
Las declaraciones de Durruti afirmando
que “en cuanto caigan Huesca, Zaragoza y Teruel, los facciosos habrán perdido
la guerra”; las declaraciones del ministro de Obras Públicas con sus
impresiones “francamente optimistas” respecto a las operaciones en el frente;
la noticia de que “los fascistas huyen abandonando a sus muertos en el sector
de Teruel” o las “numerosas bajas” sufridas por los facciosos en Vizcaya y Álava
son ejemplos de lo que se difundía en este número del diario, aunque también incluía
la advertencia del Comité militar del P. S. U. C. acerca de que la “ponderación
rija la moral de los de la retaguardia”, dado que “el exceso de optimismo también
es nocivo”.
Para terminar, queremos hacer referencia
a una curiosa información publicada en lugar destacado bajo el título “Pronto
serán expuestas las obras de arte que estaban en poder de la iglesia y de la
burguesía”. El artículo anuncia que “cuando hayamos vencido al fascismo” las obras
salvadas por la generosa entrega de los Sindicatos de Artistas, podrán cumplir
en los museos “la alta misión civilizadora y educativa que les está
encomendada. Entonces el pueblo podrá darse cuenta de lo que en materia de Arte
existía en Cataluña y que por estar en poder de las órdenes religiosas y de la
burguesía les era vedado conocer y estudiar”, con el agravante de que el mal estado
en el que han sido encontradas “señala las mentalidades obtusas y tacañas de
sus poseedores”. Para el articulista, las “obras de grandes maestros de todas
las épocas se han pasado siglos en lúgubre oscuridad de iglesias y conventos, o
en la casa de un aristócrata, que pocas veces las tenía con la estima merecida
y que su egoísmo impedía siempre que las obras de arte fueran conocidas por el
pueblo”. Como puede constatarse, la lectura de este periódico nos ha resultado
sumamente ilustrativa.
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