D. Manuel Giménez Aperte estuvo recientemente en Viana y, desde allí, nos remitió esta imagen del monumento dedicado a César Borgia en esa localidad navarra. Situado en la plaza Sor Simona, fue realizado en 1965 por el escultor Fructuoso Orduna Lafuente (1893-1973).
Se trata de un busto del que fuera hijo
de Alejandro VI, situado sobre un pedestal en el que aparecen sus armas y la
leyenda “César Borgia, Capitán General de las Armas Navarras. MDVII”. Aunque ya
lo hemos comentado en ocasiones anteriores, queremos volver a recordar su
relación con Viana.
César Borgia (1475-1507), a pesar de su corta vida, lo fue
todo gracias a su origen pero también a sus cualidades personales,
especialmente a sus dotes militares. Obispo de Pamplona a los 16 años,
arzobispo de Valencia a los 19 y cardenal a los 20, fue nombrado por su padre
Capitán General de los Ejércitos Pontificios y al frente de ellos logró
importantes triunfos que, junto al prestigio logrado, le permitieron acumular
títulos de nobleza: duque de Valentinois, duque de Romaña, príncipe de Andria y
Venafro, duque de Urbino y Camerino, conde de Dyois y señor de Imola, Forlì, Sassoferrato,
Fermo, Fano, Cesena, Pésaro, Rímini, Faenza, Montefiore, Sant'Arcangelo,
Verucchio, Catezza, Savignano, Meldola, Porto Cesenatico, Tossignano,
Salaruolo, Monte Battaglia, Forlimpopoli y Bertinoro.
Todo cambió con la muerte de Alejandro
VI al que sucedió Paulo III y, poco después, Julio II que fue quien ordenó su
detención. Logra refugiarse en Nápoles pero, ante las quejas del Pontífice, el
Gran Capitán vuelve a detenerlo y lo envía a Castilla donde es encarcelado en
el castillo de Chinchilla y después en el de la Mota de Medina del Campo, donde
protagoniza una audaz fuga.
Se refugia en Pamplona donde es acogido
por Juan III que era su cuñado, dado que César había contraído matrimonio en
1499 con Carlota de Albret. Nombrado Capitán General de los ejércitos navarros,
en el marco de la guerra entre agramonteses y beaumonteses, marcha a tomar la
villa de Viana, lo que consigue a excepción de su castillo, al que pone sitio.
El cerco se mantuvo pero, en la noche
del 11 de marzo de 1507, un descuido en la vigilancia permitió que las tropas del
conde de Lerín lograran llevar víveres al interior del castillo. César Borgia al
percatarse de ello, intentó cortar la retirada de quienes habían logrado
burlar el sitio y, yendo en su persecución, cayó en una emboscada en el lugar
conocido como la Barranca Salada, entre Viana y Mendavia. No está claro la
forma en que se produjo la muerte de tan prestigioso militar. El que su escolta
quedara rezagada y la forma en que se llevó a cabo el ataque hicieron pensar en
que todo había sido preparado e, incluso, en la posibilidad de que respondiera
a un plan del propio monarca navarro.
En 2007, con ocasión del V
centenario de fallecimiento fue colocada una lápida con una cruz y la inscripción
“Aquí murió en batalla César Borgia” y, desde hace unos años, allí tiene lugar,
cada 11 de marzo, la recreación de su muerte.
Despojado el cadáver de su armadura,
fue entregada como trofeo al conde de Lerín que se encontraba en Mendavia,
ordenando que fuera llevado a la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción de Lerín,
donde colgaron de sus muros durante mucho tiempo.
En cuanto a los restos de César Borgia,
autorizó su enterramiento en la iglesia de Santa María de la Asunción de Viana,
dándoles sepultura en el presbiterio, bajo una lauda que pudo ver el famoso
obispo de Mondoñedo fray Antonio de Guevara, cuando pasó por Viana en 1523,
tomando nota del epitafio grabado en ella: y tomó nota del epitafio: "Aquí yace en
poca tierra, el que toda le temía / el que la paz y la guerra / en su mano la
tenía. / Oh, tú, que vas a buscar / cosas dignas de loar, / si tú loas lo más
digno / aquí pare tu camino / no cures de más andar".
Suele ser aceptado que, en el siglo
XVI, el obispo de Calahorra, de quien dependía Viana en aquellos momentos,
ordenó exhumarlo y enterrarlo fuera de lugar sagrado. Concretamente, en la
calle Mayor, para que “en pago de sus culpas le pisotearan los hombres y las
bestias”. Aunque la mayoría de las fuentes no precisan el nombre del prelado
que ordenó esa acción y lo consideran una mera leyenda, hemos encontrado una en
la que se le atribuye a D. Alonso de
Castilla Zúñiga, que rigió esa sede entre 1523 y 1541.
Fue en 1884
cuando, a petición del escritor francés, aunque de origen español, Charles Yriarte
(1832-1898) cuando se realizaron excavaciones en esa calle, donde en el
interior de un sepulcro antropomorfo de piedra fueron localizados lo que se supuso
eran sus restos, aunque continuaron en el mismo lugar.
Pero, a comienzos del siglo XX, surgió
un movimiento encaminado a reivindicar la figura de César Borgia. Fue el Dr. D.
Victoriano Juaristi Sagarzazu (1880-1949) uno de sus principales impulsores.
Además de prestigioso médico cultivó todas las Bellas Artes y fue miembro de la
Real Academia de Medicina y de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando.
Fue el autor del mausoleo instalado en
el zaguán de la Casa Consistorial de Viana en el que pretendía que fueron
inhumados los restos de César Borgia, representado recostado sobre un plinto,
con un perro a sus pies, portando su lema “Aut Cesar, aut nihil” (O César, o
nada). En el frente del monumento estaba inscrito: “Cesar Borgia. Generalísimo
de los Ejércitos de Navarra y Pontificios, muerto en campos de Viana el XI de
marzo de MDVII”.
Fue inaugurado el 21 de noviembre de
1935, como un mero cenotafio que tuvo una vida efímera dado que, en 1937, en el
transcurso de la Guerra Civil, un grupo de personas, al parecer carlistas, lo
destruyeron por considerar que el enaltecimiento de ese personaje constituía
una vergüenza para la ciudad, Viana lo es.
También durante la II República se pretendió
construir un monumento a su memoria y se conserva el proyecto elaborado por el
arquitecto provincial D. Manuel Ruiz de la Torre, en el que se menciona a Viana
como “villa”, aunque como se ha señalado es ciudad desde 1630, por concesión de
Felipe IV.
En 1945, durante la realización de unas obras en la calle
Mayor, volvieron a ser encontrados sus restos que fueron objeto de un minucioso
estudio y, en 1953, fueron inhumados en el pórtico de la iglesia parroquial,
bajo una sencilla lápida de alabastro en la que puede leerse: “Cesar Borgia.
Generalísimo de los Ejércitos de Navarra y Pontificios, muerto en campos de
Viana el XI de marzo de MDVII”, la misma inscripción del cenotafio que existió
en la Casa Consistorial.
Cuando en 2007 se organizaron los actos conmemorativos del V
Centenario de su muerte hubo un intento para volver a trasladarlos al interior
de la iglesia y así le fue solicitado al obispo de Pamplona D. Fernando
Sebastián quien manifestó que no se oponía a buscar un lugar más digno pero que
no era posible acceder a lo que se le pedía, dado que ahora estaba prohibido
enterrar personas en el interior de las iglesias. Es de esperar que la “mentirijilla”
de nuestro paisano no fuera obstáculo para que pudiera acceder con prontitud a
la gloria celestial, pues como todos sabemos se sigue dando sepultura en los
templos a determinados personajes, como los duques de Suárez y D. Claudio
Sánchez Albornoz en la catedral de Ávila, por no citar otros más conocidos.
Pero, en cualquier caso, esa supuesta prohibición no afecta a los obispos y,
como bien sabía D. Fernando, César Borgia lo había sido de su misma sede, Pamplona.
Cerramos este artículo sobre César
Borgia y Viana, recordando que, además del que ha dado origen a este
comentario, existe otro monumento en la ciudad. Es el que aparece en la imagen
en el que está representada su muerte. Es obra del escultor José Ulibarrena
(1924-2020).
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