Como si se tratara de los momentos previos a uno de los encierros de los Sanfermines, la Policía Local se esforzaba en contener a los corredores que esperaban la salida de los cabezudos en la calle Nueva.
Mucha expectación y precipitadas carreras en dirección a la plaza del Mercado, mucho antes de que la comparsa se pusiera en marcha. Quienes poco antes habían dado muestras de su valor, flaqueaban ante el temor de lo que pudiera venirles encima.
Hemos de reconocer que nos
sorprendieron esas huidas inexplicables por parte de una chiquillería tan valiente,
pues tardamos en darnos cuenta de la auténtica razón de ese extraño comportamiento.
Fue al llegar hasta nosotros los
primeros cabezudos, cuando nos percatamos que los pequeños borjanos, mucho más
sensatos de lo que pudiera parecer, huían de un esperpento, dado el comportamiento
afable de otros cabezudos como el Napoleón que dialogaba plácidamente con los
bebés que les presentaban sus madres.
Y no digamos nada del andar reposado,
casi mayestático, de los cabezudos más veteranos, el Berrugón y la Morica, a
los que se unía uno de los incorporados más recientemente al que no nos atrevemos
a denominar, aunque es evidente su corta talla. Detrás de ellos, los gigantes bailando
como sólo en Borja saben hacerlo.
Y todo ello al compás de la música de
la Agrupación Musical Borjana, cuyo Director D. Félix Martínez Lahuerta se
destocó al pasar para que le reconociéramos.
Detrás iba mucha gente, porque como
siempre hemos comentado, los desfiles de la comparsa de Gigantes y Cabezudos
despiertan un gran interés, siendo uno de las mejores atracciones de todas las
fiestas.
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