Desde la Edad Media, abades, obispos, cardenales y
pontífices, entre otros eclesiásticos, vienen adoptando escudos o blasones propios,
desde el momento de su consagración o elección, cuya configuración responde a
unas reglas de lo que se ha dado en llamar “Heráldica eclesiástica” que no
siempre se ajusta a las reglas generales de la Heráldica.
En el último número de Iglesia en Tarazona se dio a conocer el blasón que el nuevo obispo D. Vicente Rebollo Mozos ha adoptado, siguiendo la tradición, el cual figurará desde ahora en su sede de la catedral y en los documentos que se editen.
Su diseño responde al modelo habitual, regulado por San Pío X,
mediante el “motu proprio” Inter multiplices cura del 21 de febrero de
1905, en el que, entre otras cosas se establecía que los correspondientes a los
obispos debían ir timbrados con capelo de sinople (verde), guarnecido con dos
cordones, también de sinople, entrelazados y colgantes a ambos lados, formando
seis borlas cada lado, colocadas de a 1, 2 y 3 en la última fila. Acolado al
escudo, en el lado diestro una mitra y en el siniestro un báculo, aunque ha
terminado por imponerse la cruz recta de oro con un solo travesaño.
Debajo figura el lema o mote adoptado para su pontificado. En
este caso: “Dilexit me et traditit pro me” (Me amó y se entrego por mi), tomado
de la carta de San Pablo a los Gálatas (Ga 2, 20).
En cuanto al escudo propiamente dicho, cada uno elige el diseño
que considera más apropiado. En tiempos pasados solían usar sus armas
personales o lo cuartelaban con las de las ciudades a las que se sentían
especialmente vinculados, como en el caso del cardenal Casanova en cuyo primer
cuartel colocó las de su ciudad natal, Borja, y en los restantes las de aquellas
localidades en las que ejerció su ministerio pastoral.
Actualmente, prefieren transmitir el mensaje o ideario que
inspira su pontificado, aunque sin olvidar las referencias a su trayectoria
vital. Por ello, el nuevo obispo de Tarazona ha optado por un escudo partido en
uno de cuyos cuarteles aparece la imagen del Buen Pastor, como expresión de su principal
labor episcopal, con alusión al Misterio Eucarístico representado por las
espigas y el racimo de uvas que se sitúan abajo. En el otro cuartel, el búcaro
con flores representa a la Virgen María que, en el Misterio de la Asunción es
venerada en la catedral de Burgos, de donde procede el nuevo prelado y, bajo la
advocación de Nuestra Señora de la Zarza, lo es en su localidad natal.
Nunca han sido especialmente estrictos los encargados de diseñar
los escudos eclesiásticos en cuanto a las reglas de la Heráldica. La de no
cargar metal sobre metal o esmalte sobre esmalte no suele ser siempre
respetada. No es el caso que nos ocupa en el que se han elegido como campos el
oro y el azur con piezas esmaltadas en el primer caso y de plata en el segundo.
Piezas que, en su diseño y ubicación, son un tanto imaginativas.
Respecto al búcaro con tres flores, como símbolo mariano, es un motivo muy utilizado tradicionalmente. Figura en los escudos de diferentes cabildos cuyas catedrales tienen a la Virgen como titular. El que mostramos corresponde a Salamanca, pero podríamos poner otros muchos ejemplos.
También fue elegido por el arzobispado
de Valladolid, al margen del propio de cada arzobispo y es una pieza presente
en la heráldica de numerosos municipios españoles. Mostramos aquí el de Galaroza (Huelva), entre
los muchos ejemplos existentes.
Menos frecuente es la presencia del Buen
Pastor, aunque hay ejemplos. El más antiguo que conocemos es el de las armas de
monseñor Tiberio de Jesús Salazar y Herrera (1871-1942), que fue obispo de
Manizales y, posteriormente, arzobispo de Medellín (Colombia). Ajeno por
completo a las normas heráldicas, se asemeja más a un cromo que lo que debe ser
un escudo.
También está presente en el escudo del
actual arzobispo de Pamplona-Tudela D. Francisco Pérez González que,
curiosamente, también incorpora los símbolos eucarísticos, aunque con un diseño
mucho más acertado, llevando en punta las cadenas de Navarra.
En el resto del mundo, lo encontramos también en algunos
casos de obispos americanos, como monseñor Carlos Alfredo Cabezas Mendoza (1966),
segundo obispo de la diócesis de Punto Fijo (Venezuela), que fue ordenado
sacerdote por San Juan Pablo II, por lo que incorpora las armas de ese Pontífice
en su propio escudo.
O el de monseñor Rubén Antonio González
Medina C.M.F. (nacido en 1949) obispo de la diócesis de Ponce (Puerto Rico). En
este caso, ha modificado su escudo en varias ocasiones para adaptarlo
paulatinamente a las normas del blasón. Cabría preguntarse si, finalmente, se
cumplen pues la piña tropical (ananas) de oro aún carga sobre plata, salvo que
se interprete que está representada “en su color”.
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