El sábado, a las siete en punto de la tarde, tuvo lugar a las puertas de la Casa Consistorial la recreación de la antigua ceremonia de la venta del agua del término del Campo. Fue el 29 de septiembre de 2002 cuando se llevó a cabo la última venta real, como explicó D. Alfredo Sánchez Pablo, entonces Ministro del Campo y quien dirigió aquella subasta.
Para quienes no lo hayan conocido, todas
las tardes de verano se procedía en ese lugar a la venta del agua, mediante el
procedimiento de su subasta. Lo que se vendía era el agua recogida en el
estanque del Campo, de la que el comprador podía hacer uso, desde la salida del
sol siguiente a la venta, hasta la puesta del sol. Con ella, regaba los campos
de su propiedad y, comoquiera, que podía tratarse de parcelas alejadas unas de
otras, había que conducirla hasta ellas, por acequias de tierra (en la mayoría
de las ocasiones), lo que ocasionaba notables pérdidas.
Los que pretendían adquirir el derecho
a regar, formaban un semicírculo en torno al vendedor que daba inicio a la subasta
a partir de una cantidad inicial que iban elevando los compradores, muchas
veces peseta a peseta o pujando más alto.
Ayer, los presentes también pujaron en
pesetas, como antaño, y fueron elevando considerablemente la postura inicial,
estimulados por el vendedor que utiliza las frases: “A la una, hay quien supere
la cantidad de x pesetas”; “A las dos, que se apercibe el remate”.
Cuando comprobaba que ya no había más personas
que elevaran la última cantidad, se descubría (no lo hizo el sábado pues ya no
utilizaba boina, a pesar de su amor por las tradiciones) y procedía a adjudicar
el agua desde la salida a la puesta del sol, advirtiendo, en nombre del
Presidente del Sindicato, las penas en que incurrirían quienes obstaculizaran
el uso del agua, por parte de la persona a la que había sido adjudicada.
En este caso, le fue adjudicada a D.
Jesús Javier Moros, tras una animada subasta que se prolongó más de 15 minutos,
a pesar del tiempo desapacible que reinaba en la plaza. Tras firmar el correspondiente
recibo, le fueron entregadas simbólicamente las llaves de la caseta del
estanque. No se alcanzó la cifra más elevada registrada en la historia próxima
de estas ventas que, según nos comentó D. Alfredo Sánchez fue de 195.000
pesetas.
El tiempo transcurre con enorme rapidez
y nos sorprendió comprobar que, entre los presentes, había bastantes personas
que no habían presenciado nunca una de estas ventas, aunque para nosotros era
algo habitual cada verano, al igual que los comentarios que se hacían sobre los
altos precios alcanzados cuando el calor y la sequía apretaban y era preciso
regar ese término en el que predominaban los olivos y las viñas, aunque hubo un
tiempo en el que fueron talados muchos de los primeros para cultivar panizo
(maíz), que requería más agua.
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