Entre
las publicaciones que nos ha remitido la Institución “Fernando el Católico”
figuran dos editadas recientemente por el Centro de Estudios Turiasonenses. Una
de ellas lleva por título Arqueología y
Poblamiento en el valle del Queiles en la que, con la participación de un
nutrido grupo de arqueólogos se ofrece una amplia visión del estado actual de
la Arqueología en todo ese valle, que incluye desde la zona de la comarca de
Tarazona y el Moncayo hasta Tudela, aunque también hay referencias menores a nuestra
comarca.
A lo
largo de su historia el Centro de Estudios Turiasonenses ha dedicado especial
atención a la investigación arqueológica con resultados espectaculares en
algunos casos. A través de esta obra se puede seguir el fruto de ese esfuerzo,
estructurado en capítulos dedicados a la Prehistoria, Protohistoria, mundo
romano, antigüedad tardía y época visigoda, precedidos por un apartado sobre la
Geología y Geografía de la zona. Hay también un capítulo dedicado a la
Epigrafía y a la Numismática, pero uno de los aspectos más importantes del
libro son sus anexos en los que se incluye una base de datos arqueológicos y
los corpus de inscripciones paleohispánicas y romanas, junto con otro
específico dedicado a la numismática, así como la cartografía de todo ese
territorio con la ubicación de sus yacimientos.
La
otra obra editada por el Centro de Estudios Turiasonenses es El habla de Moncayo. Estudio comparativo con
la lengua aragonesa, de Dabi Lahiguera Albericio, traducción de la que, con
el título A fabla de Moncayo. Estudio
comparativo con a lengua aragonesa siberiano, publicó el
autor en Edicions Transiberiano el pasado año y de la que publicamos una reseña
en este blog el 14 de julio de 2017, tras adquirirla en la Feria de Oficios de Lituénigo.
Esta
nueva versión ha sido adaptada, como se señala en las notas previas a la actual
edición y matizadas algunas opiniones. Entre ellas, la que más nos afectó por
referirse a una destacada personalidad vinculada a nuestra comarca, como fue D.
Fernando Lázaro Carreter, al que entonces hacía natural de Magallón y, al
comentar su trabajo juvenil sobre el habla de esa localidad llegaba a afirmar
que “ello dice muy poco de la capacidad analítica del autor y de la
pseudociencia que dice desarrollar, pero esa era la realidad de la filología
española de la época”. En esta ocasión, cita al “insigne presidente, que fue de
la Real Academia Española, con ascendencia de la localidad de Magallón”, para
afirmar, refiriéndose a ese trabajo, que “desde un punto de vista científico,
hacer apreciaciones de este tipo o bien pone en entredicho el método del autor
o bien se deja llevar por el sesgo ideológico de la filología española de la
época”.
De ahí
que la lectura de la obra de Dabi Lahiguera sea de enorme utilidad para acercarnos
al conocimiento del habla del Moncayo, a través del trabajo de tan destacado especialista
como es el autor y, al mismo tiempo, tomar conciencia del sesgo ideológico de
la filología en la época actual.
Finalmente,
mencionamos hoy otra obra que nos había quedado pendiente entre las remitidas
por la Institución, La Academia del Buen
Gusto en las Ciencias y Artes de Zaragoza (1757-1761), de la que es autor
el Prof. D. Pedro Álvarez de Miranda, Catedrático de Lengua Española de la
Universidad Autónoma de Madrid, en la que da noticia de esta Academia que se reunía
en casa del conde de Fuentes y que intentó convertirse en “Real” aunque su
solicitud fue desestimada, permitiéndose únicamente que tuviera un carácter
privado, lo que dio al traste con una interesante iniciativa aragonesa en la
época de la Ilustración.
En el
librito se dan a conocer los estatutos con los que pretendía dotarse, así como
otras muchas noticias inéditas, junto con los nombres de quienes la integraron
y una breve reseña biográfica de los mismos. Entre ellos se encontraba D. Blas
Matías Sanjuán, Catedrático de Sagrada Escritura de la Universidad de Zaragoza,
que era natural de Tabuenca, dato que no se cita en su reseña.
Como
dimos a conocer en nuestro Diccionario Biográfico y en este blog, donde reproducimos
el retrato conservado en la iglesia parroquial de Tabuenca, había nacido en esa
localidad el 26 de febrero de 1717, en el seno de una importante familia. Estudió en la Universidad de
Zaragoza, en la que se graduó como Bachiller y, posteriormente, como Maestro de
Artes en 1741. Ese mismo año obtuvo el título de Doctor en Teología, siendo
nombrado sustituto de una de las cátedras de Filosofía en 1742, pasando a ser
titular de la misma en julio de 1743. En 1754 se hizo cargo de la cátedra de
Teología; el mismo año de la de Durando; en 1756 de la de Sagradas Escrituras;
en 1763, de la de Vísperas y, en 1767, de la de Prima de Teología en la que se
jubiló. Esta brillante carrera docente culminó con el nombramiento de Rector.
También desempeñó importantes cometidos en el ámbito eclesiástico pues,
en 1760, siendo Vicario de la parroquia de San Felipe y Santiago, fue elegido
Canónigo Penitenciario de la Iglesia Catedral Metropolitana de Zaragoza y,
posteriormente, desempeñó el cargo de Visitador del arzobispado y Examinador
Sinodal, misión que llevó a cabo también en el obispado de Segorbe, durante la etapa
en la que ocupó esa sede D. Francisco Cuartero Lumbreras que era tío suyo.
En
nuestro artículo señalábamos que Blas Matías destacó como erudito, siendo autor
de varias obras que no llegaron a publicarse. Fue miembro numerario de la
Academia del Buen Gusto en las Ciencias y las Artes de Zaragoza, en la que
intervino el 6 de octubre de 1758 con una “Disertación sobre el buen gusto de
la Arte Crítica”. Falleció en Zaragoza el 3 de febrero de 1786.
Entre
los miembros honorarios de la Academia se encontraba el Dr. D. José Amar, al
que el autor identifica correctamente, dado que en el documento citado aparece
como “Amat”. Señala también que había nacido en Borja y que estaba casado con
una hija del Dr. D. Miguel Borbón, también miembro honorario de la Academia.
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