En la
iglesia del convento de Santa Clara se conserva en la actualidad este lienzo
que representa a San Salvador de Horta, cuyo autor fue el pintor Francisco
Leonardo de Argensola, que hizo otra versión del mismo para la ciudad de
Tarazona, dada a conocer por la Dra. Dª. Rebeca Carretero.
El
cuadro de Borja, en opinión del Dr. Aguilera Hernández, procede del
desaparecido convento de San Francisco, al que había sido donado por Dª. Perpetua
de Lajusticia y Pérez Manrique.
Así se
hace constar en la cartela que aparece en la parte superior izquierda del
mismo. Esta distinguida dama, natural de nuestra ciudad, estaba casada con el
también borjano D. Esteban San Gil y Aguilar y fueron los padres del Teniente
General Don Carlos San Gil y Lajusticia.
La familia San Gil fue
siempre muy devota de este humilde santo franciscano y muchos de sus miembros
llevaron su nombre, entre otros muchos. En su palacio conservan también otra
representación del mismo. Es muy probable que esta devoción tuviera estuviera
relacionada con las posesiones que los San Gil tenían en Tortosa, localidad en
la que San Salvador de Horta residió durante una etapa de su azarosa vida.
Porque
San Salvador había nacido en 1520 en Santa Coloma de Farnés y, tras un breve
paso por el monasterio de Monserrat, tomó el hábito franciscano en el convento
de San María de Jesús de Barcelona, desde donde pasó, tras su profesión al de
Tortosa.
En
Horta de San Juan estuvo doce años, donde tomó el apelativo de su nombre que
también había trocado al profesar, dado que se llamaba Salvador Pladevall y
Bien. Después estuvo en Reus y Madrid, desempeñando humildes cometidos, como
portero y cocinero. Su fama de santidad era grande y su labor caritativa se
proyectaba hacia los más humildes, como los pobres que acudían a las puertas de
su convento, para recibir la comida que sustraía de la cocina.
Este
proceder y la fama de taumaturgo que le acompañaba incomodaban a sus superiores
y, por sus milagros, llegó a ser procesado por la Inquisición, aunque fue
absuelto con todos los pronunciamientos favorables.
Finalmente,
fue enviado al convento de Santa María de Jesús de Cagliari (Cerdeña), donde
falleció en 1565. Beatificado por Paulo V en 1606, fue canonizado por Pío XI en
1938.
Iglesia de Santa Rosalía. Cagliari |
Precisamente,
esa vinculación con Cerdeña es lo que motivo el especial interés del investigado
sardo Marco Antonio Scanu que nos visitó recientemente y nos habló sobre el
culto que allí se le tributa y del que no teníamos noticias precisas.
San
Salvador fue sepultado inicialmente en su convento de Cagliari pero, tras su
demolición, fueron llevados a la iglesia de San Mauro y posteriormente a la de
Santa Rosalía, bajo cuyo altar mayor se conservan en la actualidad, en el
interior de una urna de cristal, en la que el Santo aparece como si su cuerpo
hubiera permanecido incorrupto.
No
obstante, como le ocurriera en vida, también después de muerte peregrinó por
diferentes lugares para preservar sus restos. Así sucedió durante la Guerra de
Sucesión española cuando las tropas recibieron la orden de hacerse con el
cuerpo para traerlo a España, lo que no pudieron conseguir, por haber sido escondido
por sus devotos. También durante la II Guerra Mundial permaneció oculto en
varios lugares y su corazón está Sassari, tras haber sido robado, pocos años
después de su muerte, por un fraile que
ejercía como sacristán en el convento donde había fallecido.
Los
restos del Santo han sido objeto de reconocimiento en quince ocasiones, el
último de ellos el 19 de octubre de 2016, en presencia del arzobispo de Arrigo
Miglio, y del P. Salvatore Morittu, Custodio de la provincia franciscana de
Cerdeña. El acto tuvo lugar en el marco de las conmemoraciones del 450
aniversario de su llegada a la isla en
noviembre de 1565 y, tras someter los huesos a un tratamiento para su mejor
conservación, fueron expuestos a la veneración de los fieles y posteriormente
fueron llevados en peregrinación por diferentes ciudades de la isla, antes de
retornar a Santa Rosalía.
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