jueves, 29 de noviembre de 2018

Sobre San Salvador de Horta y Borja


         En la iglesia del convento de Santa Clara se conserva en la actualidad este lienzo que representa a San Salvador de Horta, cuyo autor fue el pintor Francisco Leonardo de Argensola, que hizo otra versión del mismo para la ciudad de Tarazona, dada a conocer por la Dra. Dª. Rebeca Carretero.

         El cuadro de Borja, en opinión del Dr. Aguilera Hernández, procede del desaparecido convento de San Francisco, al que había sido donado por Dª. Perpetua de Lajusticia y Pérez Manrique.




         Así se hace constar en la cartela que aparece en la parte superior izquierda del mismo. Esta distinguida dama, natural de nuestra ciudad, estaba casada con el también borjano D. Esteban San Gil y Aguilar y fueron los padres del Teniente General Don Carlos San Gil y Lajusticia.

La familia San Gil fue siempre muy devota de este humilde santo franciscano y muchos de sus miembros llevaron su nombre, entre otros muchos. En su palacio conservan también otra representación del mismo. Es muy probable que esta devoción tuviera estuviera relacionada con las posesiones que los San Gil tenían en Tortosa, localidad en la que San Salvador de Horta residió durante una etapa de su azarosa vida.



         Porque San Salvador había nacido en 1520 en Santa Coloma de Farnés y, tras un breve paso por el monasterio de Monserrat, tomó el hábito franciscano en el convento de San María de Jesús de Barcelona, desde donde pasó, tras su profesión al de Tortosa.
         En Horta de San Juan estuvo doce años, donde tomó el apelativo de su nombre que también había trocado al profesar, dado que se llamaba Salvador Pladevall y Bien. Después estuvo en Reus y Madrid, desempeñando humildes cometidos, como portero y cocinero. Su fama de santidad era grande y su labor caritativa se proyectaba hacia los más humildes, como los pobres que acudían a las puertas de su convento, para recibir la comida que sustraía de la cocina.
         Este proceder y la fama de taumaturgo que le acompañaba incomodaban a sus superiores y, por sus milagros, llegó a ser procesado por la Inquisición, aunque fue absuelto con todos los pronunciamientos favorables.

         Finalmente, fue enviado al convento de Santa María de Jesús de Cagliari (Cerdeña), donde falleció en 1565. Beatificado por Paulo V en 1606, fue canonizado por Pío XI en 1938.


Iglesia de Santa Rosalía. Cagliari

         Precisamente, esa vinculación con Cerdeña es lo que motivo el especial interés del investigado sardo Marco Antonio Scanu que nos visitó recientemente y nos habló sobre el culto que allí se le tributa y del que no teníamos noticias precisas.




         San Salvador fue sepultado inicialmente en su convento de Cagliari pero, tras su demolición, fueron llevados a la iglesia de San Mauro y posteriormente a la de Santa Rosalía, bajo cuyo altar mayor se conservan en la actualidad, en el interior de una urna de cristal, en la que el Santo aparece como si su cuerpo hubiera permanecido incorrupto.

         No obstante, como le ocurriera en vida, también después de muerte peregrinó por diferentes lugares para preservar sus restos. Así sucedió durante la Guerra de Sucesión española cuando las tropas recibieron la orden de hacerse con el cuerpo para traerlo a España, lo que no pudieron conseguir, por haber sido escondido por sus devotos. También durante la II Guerra Mundial permaneció oculto en varios lugares y su corazón está Sassari, tras haber sido robado, pocos años después de su muerte,  por un fraile que ejercía como sacristán en el convento donde había fallecido.





         Los restos del Santo han sido objeto de reconocimiento en quince ocasiones, el último de ellos el 19 de octubre de 2016, en presencia del arzobispo de Arrigo Miglio, y del P. Salvatore Morittu, Custodio de la provincia franciscana de Cerdeña. El acto tuvo lugar en el marco de las conmemoraciones del 450 aniversario de su  llegada a la isla en noviembre de 1565 y, tras someter los huesos a un tratamiento para su mejor conservación, fueron expuestos a la veneración de los fieles y posteriormente fueron llevados en peregrinación por diferentes ciudades de la isla, antes de retornar a Santa Rosalía.

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