domingo, 25 de noviembre de 2018

Cuando el paludismo era un problema en Aragón


         Documentos aparentemente insignificantes, como una simple carta, pueden aportarnos datos de interés. Este es el caso que hoy queremos comentar sobre una carta conservada en el archivo de la familia Zapata que estamos catalogando.
         La misiva fue dirigida por fray Ramón de Ágreda a su primo D. Juan Crisóstomo Zapata desde Épila en octubre de 1781. Era un fraile capuchino del convento de San José de esa localidad, fundado en 1625 por los condes de Aranda. No era el único existente allí ya que, bajo el patronazgo de tan ilustres señores se había fundado en 1570 el convento agustino de San Sebastián y en 1621-1624 el de la Inmaculada Concepción de religiosas concepcionistas, que aún subsiste. También contó con una casa de la Compañía de Jesús, la llamada “Casa de Mareca”, pero aunque fray Ramón no lo afirma expresamente, puede deducirse que era capuchino, dado que cita al padre guardián, nombre que se daba al superior en los conventos franciscanos y capuchinos.

         Pero lo interesante de la carta es que, en ella, afirma que se encuentra “convaleciente de unas tercianas” que había contraído de Zaragoza. Como todos saben las tercianas son una manifestación de la enfermedad que ahora conocemos como paludismo y que puede presentarse con fiebres que aparecen cada tres días (tercianas) o cada cuatro (cuartanas).




         El paludismo o malaria es producido por un parásito del género Plasmodium, del que existen varias especies, inoculado en el ser humano por un mosquito del género Anopheles. Sigue causando estragos en el continente africano, ya que no se dispone de una vacuna eficaz para prevenir la enfermedad, a pesar de los intentos que se vienen realizando para desarrollarla. Pero se suele olvidar que, hasta épocas relativamente reciente estuvo presente también en España, de donde fue erradicada oficialmente en 1964, aunque se siguen registrando casos, todos ellos importados.  




         En el Archivo Municipal de Borja se conserva una Memoria sobre Topografía médica de la ciudad de Borja (con una copia en el Centro de Estudios Borjanos), presentada por el médico D. Gerardo López Larraya ante la Academia de Medicina de Aragón en 1873, con datos sumamente interesantes, entre los que se encuentra una referencia a las calenturas intermitentes (paludismo) que se presentaban en nuestra ciudad y que atribuía a los “efluvios pantanosos” que procedían de los “pequeños estanques o pozas, denominados albercas” utilizados para la maceración y preparación de los cáñamos y linos, dos de los cultivos habituales aquí en aquella época.
         Hay que tener en cuenta que cuando redactó la memoria no se conocía la etiopatogenia de la enfermedad, pues no fue hasta finales del siglo XIX cuando se estableció su relación con el Plasmodium y su transmisión a través de la picadura del mosquito Anopheles. Hasta entonces se creía que su origen estaba en los miasmas que desprendían las aguas estancadas, como ya había señalado el gran médico musulmán del siglo X Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sĩnã, conocido entre nosotros con el nombre de Avicena.
         Una sencilla carta nos ha servido hoy para recordar la presencia de esta enfermedad en Aragón, hasta hace muy poco. Pero, aunque los casos que siguen apareciendo han sido hasta ahora importados, siempre cabe el riesgo de que vuelva a ser endémica si se dan las circunstancias favorables para el desarrollo de los mosquitos transmisores.

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