Documentos
aparentemente insignificantes, como una simple carta, pueden aportarnos datos
de interés. Este es el caso que hoy queremos comentar sobre una carta
conservada en el archivo de la familia Zapata que estamos catalogando.
La
misiva fue dirigida por fray Ramón de Ágreda a su primo D. Juan Crisóstomo
Zapata desde Épila en octubre de 1781. Era un fraile capuchino del convento de
San José de esa localidad, fundado en 1625 por los condes de Aranda. No era el
único existente allí ya que, bajo el patronazgo de tan ilustres señores se
había fundado en 1570 el convento agustino de San Sebastián y en 1621-1624 el
de la Inmaculada Concepción de religiosas concepcionistas, que aún subsiste.
También contó con una casa de la Compañía de Jesús, la llamada “Casa de Mareca”,
pero aunque fray Ramón no lo afirma expresamente, puede deducirse que era
capuchino, dado que cita al padre guardián, nombre que se daba al superior en
los conventos franciscanos y capuchinos.
Pero
lo interesante de la carta es que, en ella, afirma que se encuentra “convaleciente
de unas tercianas” que había contraído de Zaragoza. Como todos saben las
tercianas son una manifestación de la enfermedad que ahora conocemos como
paludismo y que puede presentarse con fiebres que aparecen cada tres días
(tercianas) o cada cuatro (cuartanas).
El
paludismo o malaria es producido por un parásito del género Plasmodium, del que existen varias
especies, inoculado en el ser humano por un mosquito del género Anopheles. Sigue causando estragos en el
continente africano, ya que no se dispone de una vacuna eficaz para prevenir la
enfermedad, a pesar de los intentos que se vienen realizando para desarrollarla.
Pero se suele olvidar que, hasta épocas relativamente reciente estuvo presente
también en España, de donde fue erradicada oficialmente en 1964, aunque se
siguen registrando casos, todos ellos importados.
En el
Archivo Municipal de Borja se conserva una Memoria
sobre Topografía médica de la ciudad de Borja (con una copia en el Centro
de Estudios Borjanos), presentada por el médico D. Gerardo López Larraya ante
la Academia de Medicina de Aragón en 1873, con datos sumamente interesantes,
entre los que se encuentra una referencia a las calenturas intermitentes
(paludismo) que se presentaban en nuestra ciudad y que atribuía a los “efluvios
pantanosos” que procedían de los “pequeños estanques o pozas, denominados
albercas” utilizados para la maceración y preparación de los cáñamos y linos,
dos de los cultivos habituales aquí en aquella época.
Hay
que tener en cuenta que cuando redactó la memoria no se conocía la etiopatogenia
de la enfermedad, pues no fue hasta finales del siglo XIX cuando se estableció
su relación con el Plasmodium y su
transmisión a través de la picadura del mosquito Anopheles. Hasta entonces se creía que su origen estaba en los
miasmas que desprendían las aguas estancadas, como ya había señalado el gran
médico musulmán del siglo X Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sĩnã,
conocido entre nosotros con el nombre de Avicena.
Una
sencilla carta nos ha servido hoy para recordar la presencia de esta enfermedad
en Aragón, hasta hace muy poco. Pero, aunque los casos que siguen apareciendo
han sido hasta ahora importados, siempre cabe el riesgo de que vuelva a ser endémica
si se dan las circunstancias favorables para el desarrollo de los mosquitos
transmisores.
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