Los
restos arqueológicos aparecidos en el transcurso de excavaciones realizadas en
espacios públicos suelen ser, en ocasiones, objeto de especial atención con el
fin de que puedan ser conocidos por los ciudadanos, para lo cual se adecuan
instalaciones, con mayor o menor fortuna, que permiten su contemplación.
Durante
nuestra reciente visita a Aquisgrán pudimos ver algunas de ellas que nos
llamaron la atención. Especialmente, la situada en la amplia plaza de
Elisengarten, junto a la catedral, por tratarse de una estructura cuya cubierta
es sostenida por una celosía metálica que le confiere especial ligereza.
Bajo
ella y protegidos por unas mamparas de cristal se encuentran los restos
encontrados, sobre los que se ofrece información en unos vinilos, según la
cual, a principios del siglo XII, los últimos restos de las murallas romanas
fueron completamente demolidos. Las piedras fueron utilizadas para nuevos
edificios. En los cimientos de los mismos aparecieron testimonios de un
establecimiento de tallado de huesos y astas, utilizados para fabricar mangos
de herramientas, peines y piezas de ajedrez. También había canicas para juegos
como los actuales o para ser disparadas por medio de determinados instrumentos
con el fin de cazar aves.
La
instalación se completa con un panel interactivo que ofrece una información muy
amplia, tanto del hallazgo como de la evolución de la zona en el transcurso de
los siglos. Todo ello, formando parte de la denominada “Ruta de Carlomagno” que
cuenta con paneles similares en otros puntos de la ciudad.
Pero, junto
al archivo diocesano del que informamos en un artículo anterior, encontramos
este montaje instalado sobre otro hallazgo arqueológico. En este caso un
antiguo canal de piedra de los siglos XV-XVI, descubierto en 2005, por el que
circulaba el agua que alimentaba un molino que estuvo en funcionamiento hasta
1837.
En
diversas ciudades de España se utilizan paneles de vidrio para hacer visibles
determinados hallazgos en las calles, aunque habitualmente la condensación de
agua provocada por la falta de ventilación los convierte pronto en inservibles.
En
este caso el cristal está inclinado sobre una chapa de acero en la que las
letras están silueteadas, permitiendo la circulación del aire, lo que impide
que el cristal se empavone, aunque en la fotografía no se aprecie bien por el
reflejo de los edificios próximos. Sin embargo, los huecos abiertos tienen el
inconveniente de propiciar que los peatones arrojen monedas en el canal, lo que
tampoco es demasiado grave.
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