La plaza de España, cuyas terrazas
habían registrado una notable concurrencia a lo largo de toda la jornada, al
igual que en las anteriores, mostraba un excelente aspecto, dado que la mayor
parte de los establecimientos habían barrido la zona, anteriormente ocupada por
las mesas.
Seguía a continuación la cofradía de San
Juan Evangelista con el paso de su titular que, desde mediados del siglo
pasado, abandonó su puesto en el llamado “Duelo del Señor” para pasar al inicio
de la procesión, debido a la incorporación de la primera Banda de Cornetas que
hubo en nuestra Semana Santa, hasta entonces mucho más austera.
Hay un grupo muy interesante y simbólico
al que habría prestar mayor atención y, en cierto modo, reconstruir. Es el de
los niños que, ataviados con túnicas moradas, llevan los “atributos de la
Pasión”, las llamadas “Arma Christi”, que son los distintos elementos asociados
a la Pasión, desde el flagelo con que lo azotaron a los clavos de la cruz, la
Corona de Espinas, la lanza que le atravesó el costado y hasta la mano que le
propinó las bofetadas. Inicialmente estaban todos, aunque ya muchos de ellos no
están presentes en la procesión. Como hemos dicho, sería conveniente volverlos
a reunir pues constituyen un conjunto de profundo significado y gran tradición
en la iconografía cristiana.
El paso de la Muerte que representa el
triunfo aparente de la misma, es un elemento característico de nuestro Entierro
de Cristo. Con su guadaña en la que figura la expresión “A nadie perdono” se ha
mantenido presente desde sus inicios. Va acompañada de dos penitentes con
túnicas negras que portan un cráneo y un plato de ceniza, recordándonos a todos
la fugacidad de la vida y nuestro destino inexorable.
El sentido universal del Misterio de la
Redención que encuentra su culminación en la Pasión y Muerte de Cristo, está
representado por los estandartes de las Doce Tribus de Israel que porta la
cofradía del Carmen y a los que siguen dos jóvenes que hacen referencia a la Samaritana
y a María Magdalena. Son de reciente incorporación pues en el Entierro de
Cristo se llegó a prohibir la representación de personajes bíblicos por hombres
y mujeres.
La cofradía de San Antón es la
encargada de llevar el paso del Descendimiento, otra incorporación de mediados
del siglo pasado. Dos jóvenes coronadas, con túnicas blancas y bandas rojas
cruzadas portan una cartela en la que se lee un versículo del salmo 85: “La
Justicia y la Paz se besan” que cobra todo su significado dado que, más adelante,
afirma “La Justicia marchará ante Él” y, efectivamente, preceden al arco con el
cuerpo de Cristo yacente, al que acompañan unos estandartes representando a las
“Cuatro Partes del Mundo”, otra expresión de la universalidad del sacrificio de
la Cruz, que llevan la cofradía de San José.
El arca, que será sellada en el tablado
erigido con ese fin, constituye el elemento central de la procesión. Marcha
escoltada por los alabarderos, al son de un toque peculiar de corneta y el
redoble de un tambor destemplado. La caja pesa y, comoquiera que sólo la portan
cuatro personas, es conveniente que estén capacitadas para ello y que se
dispongan de forma equilibrada en cuanto a alturas. Es la única forma de evitar
ese paso vacilante e inseguro que percibimos ayer en algunos momentos.
Asociados al arca se encuentran el
palio negro y el tape de la misma. El primero responde al privilegio que tiene
la imagen del Cristo yacente de desfilar bajo él. No lo ha hecho nunca por la
estrechez de las calles y porque no se encontró la forma de llevarlo a cabo
como ocurre con la mayor parte de las imágenes de la Semana Santa española. No
obstante, lo cubre, sobre el tablado, en el momento de precintar la caja, a
cargo del centurión.
El papel protagonista en el Entierro de Cristo lo representa el Centurión, que es el encargado de sellar el arca, sobre el tablado, al ritmo que le marca uno de los dos “angelicos” que marchan de su mano. Pero, estos últimos protagonizaron la anécdota de la tarde ya que, aún siendo gemelos, uno de ellos era más “diablico” que “angelico”. Prefirieron a sus abuelas al rudo centurión, se despojaron del casco y hasta hubo uno que perdió el ala, obligando al preste a recomponer su atuendo. Al final, pudo reconducirse la situación y el encargado de subir al tablado representó muy bien su papel.
La cofradía de San Bartolomé porta el “velo del templo” que se rasga en el momento en el que el centurión coloca el primer sello en el arca y, tras él, marcha el llamado “Duelo del Señor” integrado por los más allegados.
No nos dimos cuenta si figuraba en el desfile
la bandera negra con esa inscripción de “El Duelo del Señor”, pero allí estaba
la Agrupación de Cornetas, Tambores y Bombos de San Sebastián y la Verónica,
con el paso de esta última, seguido por la cofradía de Santa Lucía con el de
María Magdalena y, en lugar preferente, el paso de la Virgen de los Dolores que
lleva la cofradía de las Nieves y ofrece la particularidad de ser articulado,
lo que le permite a la imagen elevar sus brazos y bajar la cabeza, enjugando
las lágrimas con el pañuelo que porta entre sus manos.
Cierran el cortejo la corporación municipal
en pleno, bajo mazas enlutadas, y la Agrupación Musical Borjana con su Director
D. Félix Martínez Lahuerta al frente, disfrutando con los jóvenes músicos recién
incorporados.
Este era el aspecto que ofrecía la plaza
antes de dar comienzo la ceremonia, propiamente dicha, que no pudimos fotografiar
desde la distancia, dada la escasa luz que había, aunque esperamos contar con
otras imágenes tomadas desde abajo.
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