No cabe duda de que uno de los elementos patrimoniales de mayor interés en nuestra ciudad es el Museo de la Colegiata, ubicado en el edificio que, en 1630, mandó construir la ciudad para albergar al hospital Sancti Spiritus. Creemos interesante recordar los sucesivos destinos del mismo y la forma en que llegó a convertirse en museo.
Hasta 1868 siguió siendo utilizado como
hospital y de esa época se conserva la imagen de San Roque, un bajorrelieve en
alabastro que presidía una de las salas. Pero, al ser incautado el antiguo
convento de capuchinos por la Junta Revolucionaria, el hospital fue trasladado
allí y el hermoso edificio renacentista que lo había acogido fue utilizado por
el Ayuntamiento para otros fines, entre ellos el de Escuela para niñas. Poco a
poco fue degradándose y esta imagen muestra la escalera que se adosó a una de
sus columnas en el patio, para acceder a la entreplanta que partía su planta
baja.
No llegamos a conocer el aspecto que mostraba la foto anterior, pero sí las instalaciones del taller de carpintería de Muebles Aragón, instalado en la planta baja, y las salas de las plantas superiores en las que se exponía su amplia oferta comercial que tenían su continuidad en el nuevo edificio que ahora ocupa la Caja Rural.
Cuando la carpintería cerró sus puertas
y fueron retiradas las máquinas, este era el aspecto que presentaba el patio
interior del edificio, cerrado por una tosca claraboya y con las columnas
pintadas de blanco. Curiosamente, habían sido respetados los capiteles y el
escudo de la ciudad que existe en una de ellas.
En la planta primera, a la que se
accedía por una escalera con entrada independiente desde la plaza, llegó a
funcionar una pequeña industria de calzado y en la planta superior, bajo el
revoco que cubría toda la fachada se adivinaba la existencia de una galería con
arcos de medio punto. El alero de gran vuelo que tuvo el edificio había sido
cercenado para recubrirlo con cañizo y yeso.
La historia de su recuperación se
inicia cuando su propietario se dirige a nuestro Centro para solicitar
información sobre el grado de protección que tenía el edificio, ya que tenía el
propósito de derribarlo para construir viviendas. Ya había sucedido eso con una
parte del mismo, el actual edificio “Goya”. Al hacerle notar la importancia
histórica y monumental de su propiedad, le aconsejamos alcanzar un acuerdo con
el Ayuntamiento y lo cierto es que mostró una excelente disposición. Tras una
entrevista con el entonces Alcalde D. Luis María Garriga, en la que también
participó el Presidente del Centro de Estudios Borjanos D. Victorino Gracia
Salas, el antiguo hospital fue adquirido por un precio muy razonable.
En 2003, se
iniciaron las obras de restauración, bajo la dirección del arquitecto municipal
D. Carlos García Toledo. Al picar el revoco de la fachada se pudo constatar que
el estado del ladrillo caravista que, originalmente, tuvo era muy malo, por lo
que hubo que proceder a placarlo con tiras de ladrillo nuevo. Sí aparecieron
los vanos de la planta superior, varios de ellos con los óculos del antepecho.
En otros habías sido destruidos cuando se abrieron las ventanas. También son
originales los vanos de la primera planta.
Como puede apreciarse en la segunda
imagen, la planta superior fue recrecida con ladrillos tochos, para darle una
mayor altura y hacer practicable la buhardilla, decisión en la que no estuvimos
de acuerdo, dado que alero que llegaba hasta la culminación de la arquería,
ahora se encuentra elevado con un efecto estético poco afortunado.
En la planta baja se cerraron los vanos
abiertos en época contemporánea y se recreó una portada con arco de medio
punto, aunque se ignoraba cómo fue originalmente.
En el interior se descubrieron los
arcos conopiales que formaban la arquería de la planta principal, los cuales
fueron restaurados y dotados de un antepecho de madera, en forma de celosía,
que ofrece un agradable aspecto.
Para la planta superior se optó por
esta otra solución, dado que no apareció ningún testimonio de la forma en que
había sido resuelto el cerramiento original.
Fue llevada a cabo la restauración de
las columnas del patio central, aunque una buena parte de su fuste quedó
enterrada y la basa empotrada en una zapata de hormigón. Se adujeron razones
estructurales, pero lo cierto es que la altura del patio quedó considerablemente
disminuida (más de medio metro). Afortunadamente se pudo encontrar la solución
menos mala para la ubicación de la escalera, llevándola a su emplazamiento
original, aunque no se pudo recuperar su primitiva anchura, dado que fue
cercenada, en su momento, para instalar los mecanismos del órgano de la
colegiata.
Sin embargo, en el proyecto de restauración inicial se
situaba a la derecha del patio, destruyendo las salas I, IV y VII, haciendo
inviable el proyecto museográfico, por lo que fue necesaria la intervención del
Sr. Alcalde que recondujo la cuestión hacia la postura que defendíamos, lo cual
hizo posible disponer del espacio imprescindible para mostrar el conjunto de
tablas góticas que era uno de los objetivos fundamentales.
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