Ablitas es una localidad navarra cuyo término
municipal linda con el de Borja, por lo que somos vecinos, algo que suele pasar
desapercibido, entre otras razones porque hace tiempo que ya no se viaja a
través del enlace directo que las unía a través de Valcardera.
Hace muchos años llegamos hasta allí en bicicleta y ahora hemos vuelto a realizar ese recorrido por los mismos lugares, pasando por las canteras de alabastro, como comentamos en un artículo anterior.
Ablitas tiene en estos momentos 2.480 habitantes y en el centro de su casco urbano se encuentra la plaza de los Fueros, presidida por el edificio de la antigua Casa de la Villa, donde se siguen congregando los vecinos en las manifestaciones festivas características de Navarra. Desde su balcón se lanzan peras en la fiesta de Santa María Magdalena, el 22 de julio.
En uno de sus laterales se encuentra el
palacio de los condes de Ablitas, un título creado, en 1652, por Felipe IV en la
persona de Gaspar Enríquez de Lacarra-Navarra Alava y Esquivel, X señor de
Ablitas. Los Lacarra se habían sucedido en ese señorío desde que en 1405 le
fuera concedido por Carlos III el Noble al mariscal de Navarra D. Martín Enríquez
de Lacarra. El título pasó después a la casa de Montijo y es preciso recordar
que la emperatriz Eugenia de Montijo fue la IX condesa de Ablitas.
El palacio que reúne las características
de la arquitectura aragonesa, con su arquería superior recuperada, se mantiene
en buen estado, aunque su planta baja se ha visto modificada por los locales en
ella abiertos.
Otro monumento importante es la iglesia
parroquial de Santa María Magdalena, de origen medieval, aunque remodelado en
el siglo XVI. Del primitivo templo se conserva la magnífica torre de sillería,
rematada por un campanil de ladrillo, de planta octogonal, añadido en el siglo
XVIII. Adosada a ella puede verse la fachada de la obra renacentista con una
franja de rombos, de inspiración mudéjar. No pudimos visitar el interior, en el
que pueden admirarse obras de gran importancia.
Al pie de la torre se conserva la
antigua Cruz de los Caídos, tras la que pudimos ver la lápida instalada en
2002, en la que se lee: “El pueblo de Ablitas, en recuerdo de sus vecinos que
murieron en defensa de sus ideas”, acertada fórmula que contribuyó a su
mantenimiento.
También subimos al castillo, cuyos
accesos habían sido acondicionados hace años. Se trata de una importante
fortaleza que, con la de Cortes, constituía la principal defensa de la frontera
navarra en esta zona.
Entre sus restos degradados destacaba
la gran torre circular, con un espectacular aljibe en su interior, pero que al
haber sido retirados los sillares exteriores, daba la impresión de ser un
simple acúmulo de piedras.
Sin embargo, el Gobierno de Navarra
acometió su restauración, con una inversión cercana al millón y medio de euros,
con el resultado que muestra esta imagen. La intervención consistió en revestir
el exterior con nuevos sillares, dotándola de un acceso al interior y la
terraza superior. En su origen la torre era mucho más alta, pero ante la falta
de testimonios gráficos de la misma, se optó por mantener dentro de los límites
conocidos.
En la primera de estas imágenes tomadas
de Internet puede verse el aspecto de la torre en una vista aérea, mientras que
la segunda muestra el interior de la cisterna (probablemente antes de la
restauración) con la columna central que sostiene la cubierta, asentada en un
terreno en el que creemos advertir esas vetas de yeso presentes en la zona.
Ablitas, como otras muchas localidades,
se ha sumado a la moda de las muestras de pintura urbana con una serie de
murales que pueden verse en distintos lugares del casco urbano. Mostramos
únicamente el que se encuentra a la entrada de la plaza de los Fueros, firmado
por “VIMA”, dedicado a la danza del plego.
Se trata de un baile tradicional, ahora
recuperado, que se interpreta el primer domingo de abril y que, en su origen
las jóvenes trataban de prender fuego al pliego de papel (el plego) que los
jóvenes llevaban colgado detrás.
De las muchas cosas que se pueden ver
en Ablitas, otro día haremos referencia a la calzada romana, dada su relación
con Borja, aunque la atención dispensada en ambas localidades haya sido muy
diferente.
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