Con el nombre de “monumento” se designa
a la instalación efímera en la que, en la tarde del Jueves Santo se reserva el
Santísimo Sacramento, para poder distribuir la Comunión el día de Viernes
Santo, único del año en el que no se celebra la Eucaristía.
El centro del monumento es el arca en el que se deposita el Cuerpo de Cristo, entre profusión de luces y de flores, aunque su diseño ha ido modificándose sensiblemente en los últimos tiempos, perdiendo buena parte del esplendor con el que eran realizados antes de las reformas conciliares.
El culto al Santísimo Sacramento
adquirió especial relevancia tras el concilio de Trento y fue entonces cuando
comenzaron a construirse estos monumentos, concebidos como auténticas obras de
arquitectura efímera y estructura similar a la de los escenarios teatrales. Aún
se conservan en Aragón varios ejemplos, entre ellos el de Biscarrués, del que
se hacía eco ayer la prensa regional, o el de Ibdes, al que corresponde la
última foto.
Pero también existieron en nuestra
comarca y en Ambel se conservan algunas de las “bambalinas” pintadas que lo
formaban. Las “descubrimos” hace muchos años en una visita realizada por el
recordado párroco D. Juan Pelarda y siempre hemos considerado necesario el
proceder a su restauración, dada la “rareza” de este tipo de obras.
Antes de las reformas conciliares, los
monumentos se instalaban en el altar mayor, de donde pasaron a una capilla
lateral. En Borja los había en todos los templos. Esta imagen corresponde al de
la iglesia de Santo Domingo, pero los hemos conocido en Santa María, San
Bartolomé, San Miguel, el Hospital, Santa Clara y la Concepción. En total siete
monumentos que eran “visitados” por los fieles desde la tarde del Jueves Santo hasta
el mediodía del Viernes Santo. En la mañana de este día lo hacía la corporación
municipal en pleno.
La procesión del Jueves Santo que
también los recorría, sigue deteniéndose ante el convento de Santa Clara y el
de la Concepción, así como en la iglesia de San Bartolomé, aunque en ella ya no
hay monumento, pero se mantiene vivo su recuerdo, gracias al entusiasmo de la
cofradía de la que es titular ese Apóstol.
Les acompañamos en la visita efectuada
al monumento de Santa Clara, ante el cual el párroco D. José María Sánchez
Becerril oró y pronunció una sentida monición. Para muchos que consideran los
desfiles procesionales de la Semana Santa como meras manifestaciones folklóricas
es preciso recordar que también constituyen una expresión de la religiosidad
popular y que, tras ellos, hay también momentos como el vivido en Santa Clara
en el que los representantes de todas las cofradías se sumaban a la Adoración
Eucarística. Podrá argüirse que es algo impuesto por las circunstancias y que
no va acompañado de una práctica religiosa habitual, pero eso es algo que
necesita ser fomentado por quienes tienen competencias para ello y lo cierto es
que, en muchos lugares de España, el movimiento cofrade está adquiriendo unas
dimensiones que se extienden más allá de las fechas concretas de la Semana
Santa.
Por la noche, la Adoración Nocturna se reunió ante el monumento de Santa María para celebrar una Vigilia Extraordinaria que, como es lógico, adquiere un significado muy especial en un día en el que se recuerda la institución del Sacramento de la Eucaristía por Jesucristo, en el transcurso de la Última Cena.
En el
silencio de la nave, todo estaba dispuesto para la ceremonia del Entierro de
Cristo, en la tarde del Viernes Santo, a la que haremos referencia en otra
crónica.
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