Si ayer dimos a conocer imágenes de los distintos elementos que integran el cortejo del Entierro de Cristo, hoy queremos complementarlas con otras de Enrique Lacleta, tomadas a ras de tierra, y con las que ofrecen detalles de la ceremonia de sellado del arca.
Porque, para aquellos lectores que no
son de Borja, debemos destacar que el Entierro de Cristo es, en definitiva, un
cortejo fúnebre que, llevando el arca con la imagen yacente del Señor, se
dirige a la plaza de España, donde sobre un estrado, se procederá al sellado de
la misma. Ese cometido corre a cargo del centurión que está al frente de los “alabarderos”
o soldados romanos que dan escolta al arca.
Porque, para aquellos lectores que no son de Borja, debemos destacar que el Entierro de Cristo es, en definitiva, un cortejo fúnebre que, llevando el arca con la imagen yacente del Señor, se dirige a la plaza de España, donde sobre un estrado, se procederá al sellado de la misma. Ese cometido corre a cargo del centurión que está al frente de los “alabarderos” o soldados romanos que dan escolta al arca.
Al llegar a
la plaza de España y mientras los alabarderos realizan una serie de evoluciones
para ocupar sus puestos, el arca es subida al tablado en el que se procederá a
sellarla.
Bajo el palio negro, el sacerdote que
preside la comitiva (en este caso el párroco), procede a incensarla e,
inmediatamente, después se cubre con el tape que ha sido llevado
independientemente.
Es entonces cuando el centurión,
caminando y actuando como un autómata, al compás que le marca el bastón del angelico,
procede a colocar el primer sello de lacre, golpeando el arca con un martillo. Estas
imágenes ocuparán un lugar muy especial en la historia de esta ceremonia, dado
que no conocemos otro caso en el que el pequeño ángel actuara sin el casco.
En ese momento, el velo del templo que
porta la cofradía de San Bartolomé se rasga de manera menos espectacular que
antaño, dado que ahora está instalado en retablillo en el que se descorre una
cortina blanca, en lugar de aquellas grandes chapas metálicas que se desprendían
por la acción de un resorte, con cierto estruendo.
Ya con el arca sellada, la comitiva emprende
el regreso a la colegiata de Santa María, penetrando en ella por la puerta del
claustro. En su interior, tendrá lugar la conclusión del acto del que, en esta ocasión,
no nos han facilitado imágenes.
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