Ayer
regresó de Nájera el Presidente del Centro de Estudios Borjanos que se había
desplazado hasta esa localidad riojana, en compañía de D. Leandro José Galindo
Escolano, para asistir al curso que sobre Patrimonio Cultural Inmaterial había
organizado el Instituto del Patrimonio Cultural de España.
El
curso se celebró en la Escuela de Patrimonio Histórico que está ubicada en el
claustro alto del monasterio de Santa María la Real de Nájera, adaptado hace
algunos años para acoger una serie de actividades formativas de gran interés.
En
el curso han participado representantes de distintas instituciones y entidades
vinculadas con el Patrimonio Cultural Inmaterial, un aspecto de nuestro
conjunto patrimonial que ha ido adquiriendo especial protagonismo desde la
aprobación, en 2003, de una nueva convención de la UNESCO, específicamente
destinada a su protección y revalorización.
Entre ellos se
encontraban los representantes del Museo de la Cal de Morón y de la última de
sus caleras que, recibieron el reconocimiento de la UNESCO en la reunión
celebrada en Bali, el pasado año, a la que asistió el Centro de Estudios
Borjanos que, como es sabido, viene participando
regularmente en las reuniones convocadas por ese organismo intergubernamental,
siendo una de las pocas entidades españolas reconocidas para desempeñar
funciones consultivas.
La
estancia en Nájera ha permitido conocer algunos de sus monumentos como el
monasterio de San María con su panteón real y su magnífico claustro.
También
se visitaron las bodegas López de Heredia, las más antiguas de la Rioja donde
se elaboran vinos de gran calidad como el Viña
Tondonia.
Los participantes en el
curso quedaron impresionados por las características de estas bodegas, donde se
siguen utilizando los procedimientos tradicionales y en las que destacan los
grandes túneles excavados en la roca, en los que tiene lugar el proceso de
envejecimiento de los vinos.
Los
días de estancia en Nájera han permitido disfrutar de una ciudad que reúne
alicientes tan señalados como sus grandes praderas en torno al río Najerilla,
amplios aparcamientos y algo como el silencio que sorprende en estos tiempos en
los que predomina el ruido ambiental.
Si,
en su momento, se hubiera dado a estas fachadas que se abren al río el
tratamiento adecuado, respetando las características de la arquitectura
tradicional, con sus galerías y balconadas, el resultado hubiera sido aún mucho más espectacular.
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