Dª Pilar Pelegrín
Lajusticia ha hecho entrega al Centro de Estudios Borjanos de una colección de
fotografías correspondientes a la Fiesta de las Espigas que celebró la
Adoración Nocturna de Borja, en el monasterio de Veruela, en 1924. Constituyen
una aportación de gran interés sobre esta celebración de la que ya teníamos
noticia, a través de la obra El
monasterio de Veruela y la Compañía de Jesús. 1877-1927, del P. Juan María
Solá S. J. en la que se incluye una detallada crónica de la misma, ilustrada
con dos imágenes, una de las cuales coincide con otra de las recibidas ahora.
La
sección borjana de la Adoración Nocturna había sido fundada en junio de 1915,
por lo que el próximo año cumplirá su primer centenario. Muy pronto adquirió
gran importancia y, desde 1919, comenzó a celebrar la llamada “Fiestas de las
Espigas”. Era ésta una vigilia propia de esa Asociación en la que, junto a su
sentido eucarístico, servía para dar gracias a Dios por las mieses, antes de
proceder a la siega. En algunos lugares
tenía lugar el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección, aunque en esta
ocasión se eligió otra fecha, ya que el Domingo de Pascua fue, en 1924, el 20
de abril. En las fotografías recibidas, se hace constar la del 31 de junio, pero
en el libro citado figura la del 31 de mayo que, en nuestra opinión es la
correcta ya que, por una parte, junio tiene 30 días y expresamente se señala
que coincidió con “el último ejercicio del mes de mayo”. Si a ello añadimos que
ese día era sábado, no cabe la menor duda de que fue la fecha elegida, para
facilitar la asistencia de los numerosos fieles que concurrieron a la fiesta.
Fue
organizada por la Adoración Nocturna de Borja, a la que se sumó la sección de
adoradores de la Congregación de la Inmaculada de Zaragoza, con sus
correspondientes banderas. Los actos comenzaron en la iglesia parroquial de Vera
de Moncayo, donde a las diez de la noche se rezó, como hemos señalado, el último
ejercicio del “mes de María”, otra piadosa devoción que en nuestra ciudad tuvo
especial arraigo y que se llevaba a cabo en la iglesia de Santo Domingo, sede
de la Asociación de Hijas de María.
A
las doce y media de la noche, se inició la marcha en dirección al monasterio de
Veruela, mientras repicaban las campanas de la iglesia. Más de 1.000 personas
tomaron parte en la misma, de manera que, cuando los primeros llegaron al monasterio,
todavía no habían partido los últimos de Vera.
A
las puertas de Veruela les recibió la comunidad de jesuitas, revestida de
sobrepelliz, junto con gentes llegadas de otras localidades próximas. El P.
Rector D. Florencio Zurbitu S. J. dio la bienvenida a las autoridades de Borja
y Vera, encaminándose todos a la iglesia, mientras se entonaba el Vexila Regis y el Himno Eucarístico, a
los acordes del órgano.
A
continuación, predicó el P. Arturo María Cayuela S. J. uno de los ilustres
miembros de la comunidad, autor de varias obras sobre lenguas clásicas, que
desarrolló el tema “Jesús Sacramentado es nuestro Rey. Jesús Sacramentado en
nuestro Padre”. Al término de la plática fue expuesto el Santísimo Sacramento,
mientras se cantaba el Invitatorio del Oficio del Santísimo y el Sacris solemniis, siendo velado por los
adoradores de Borja, distribuidos por turnos, como es habitual.
Poco
después de las tres de la madrugada, el P. Rector ofició una Misa solemne en la
que la capilla de la comunidad interpretó algunas partes de la Misa de Angelis, alternando con otras de la del
compositor D. Julio Valdés Goicoechea.
Al
amanecer se inició la procesión, precedida por los miembros de la comunidad,
vistiendo sobrepelliz y llevando el bonete en una mano y en la otra un cirio.
Le seguían las banderas de los adoradores de Borja y Zaragoza, junto con el
nutrido gentío y los estandartes y pendones de la parroquia de Vera.
Se
dirigieron al montículo donde se alza la ermita de la Aparecida que, como
conocen nuestros lectores, había sido edificada por los jesuitas, en 1881, poco
después de su llegada al monasterio, en el lugar donde, según la tradición se
había aparecido la Virgen a D. Pedro de Atarés.
Allí
se había levantado un altar con baldaquino, donde se colocó la custodia que
había llevado el P. Rector, bajo palio, desde la iglesia de Veruela y desde
donde impartió la bendición, dirigida a los cuatro puntos cardinales, mientras
el coro interpretaba el Bone Pastor
del maestro Vitoria.
Queremos
llamar la atención sobre el hecho curioso de que, en la primera de las
imágenes, aparecen unos árboles junto al altar, mientras que en la segunda no
se aprecian.
Ello
se debe al ángulo diferente en el que fueron tomadas, pues en esta otra
fotografía de la multitud congregada pueden verse esos solitarios árboles que
son los mismos de la primera.
Esta
es la historia de una importante celebración que hemos reconstruido, a partir
de las imágenes recibidas y de la minuciosa crónica del P. Solá, en la que,
como hemos podido ver se da especial relevancia a los aspectos musicales, algo
lógico pues, en aquellos momentos, se asistía a una recuperación de la música
sacra, tras el Motu Proprio de 22 de
noviembre de 1903, del Papa San Pio X.
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