La
extraña asociación de personajes que encabeza este artículo viene motivada por
un correo que hemos recibido de Fernando Clavero en el que nos comunicaba que “buscando
información sobre el nigromante y el hada” que fueron representados en nuestros
primeros gigantes, había localizado un libro, titulado El ermitaño de Monserrate, en el que se “narra la historia de amor
de unos chavales residentes en Borja” donde sus habitantes apodaban a la pareja
con esos nombres. Por ello, nos preguntaba si disponíamos de ese libro en
nuestra biblioteca, a la vez que sugería “rescatar la historia entera y así
sabe más de nuestra gran ciudad”.
Efectivamente,
disponemos de esa obra en formato digital y, aunque puede encontrarse a la
venta en diversas librerías, no la hemos adquirido pues no guarda relación con
Borja, aunque parte de la acción se sitúa en el “castillo de Borja” y los
principales protagonistas se apellidan “Borja”.
El autor
de la misma es Torcuato Tárrago y Mateos (1822-1889), un escritor nacido en
Guadix que cursó la carrera militar, llegando a alcanzar el empleo de teniente
graduado, pero se retiró en 1845 para seguir su vocación literaria. Ejerció
también como periodista y compositor. Sus obras hay que enmarcarlas dentro del
género del folletín que, en aquellos momentos, gozaba de cierto predicamento.
Muchas de ellas, estaban revestidas de un cierto tinte historicista, aunque
completamente alejado de la verdad histórica.
Como
confesaba en el prólogo de la obra que nos ocupa, fue la primera que escribió,
con 21 años, siendo todavía militar, viéndola publicada en 1848 por su amigo D.
Manuel María Hazañas en su Biblioteca
Española.
Por
lo que respecta al argumento, la trama es un folletín en grado sumo, en la que
se suceden las más enrevesadas situaciones. Como hemos señalado el origen se
sitúa en el castillo de Borja, “un mezquino y tenebroso castillejo de
construcción antiquísima”, pero situado a las orillas del Duero, en los
confines del reino de León. Allí residirá Raimundo de Borja, con fama de
nigromante que, fruto de sus amores con una
hermosa pastora, llamada Tigrida, tendrá una hija que será conocida como
Magdalena de Borja. La niña es guapa como su madre, pero malvada. Nada menos
que siete caballeros se van sucediendo en sus favores, hasta que, como
consecuencia de la relación con un caballero de San Juan, nacerá una niña que
la madre arroja por la ventana del castillo. Se salvará de la muerte, al ser
recogida por una mendiga que resulta ser su abuela Tigrida, la cual la cría con
el nombre de Estrella, resultando ser una mujer bondadosa y, lógicamente,
hermosa.
Mientras
tanto, Magdalena de Borja se casará con el conde de Ampurias, pasando a residir
en el castillo de Tor. Del matrimonio nacerá una hija, llamada Berenguela y, a
partir de ello, ya tenemos todos los ingredientes para el dramón.
La
mala Magdalena; su madre Tigrida, a la que no conoce; el padre de su hija
ilegítima, aquel caballero de San Juan que resulta ser el ermitaño; las dos
hijas, Estrella y Berenguela; y, por si no fuera bastante, un joven caballero
Manfredo de Mur, que va a casarse con Berenguela pero que intercede por
Estrella, a la que su madre tiene encerrada, sin conocer su identidad.
Hasta
aquí podemos contar, pero creemos que es suficiente para conocer las
características de la trama que, como decimos, usa el nombre de Borja, como
podía haber empleado el de cualquier otro lugar y que, por lo tanto, no hace
referencia a una historia de nuestra ciudad, ni pudo servir de inspiración a
los gigantes de 1889.
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