En nuestro artículo anterior
interrumpíamos el relato en el año 1951, haciendo referencia a una película
legendaria, Surcos, la primera
surgida de Atenea Films, la productora creada ese mismo año por Natividad Zaro,
junto con Paco Madrid. Paco era hijo de un torero malagueño, llamado Francisco
Madrid y Villatoro aunque conocido en los ruedos como “Paco Madrid” que, al
parecer aportó al proyecto una parte del capital obtenido en los toros. Atenea
surgió como una opción diferente dentro del panorama cinematográfico español.
Natí era la Presidenta y Paco el gerente de la productora. Sin embargo, la
implicación de nuestra ilustre paisana en las películas fue mucho mayor que la
que pudiera corresponderle por su condición de presidenta. En las fuentes
consultadas no aparecen relacionadas en su totalidad las películas producidas
por Natividad Zaro, a través de Atenea. Por ello, hemos intentado en este
artículo, intentar documentar todas ellas con el propósito de lograr reunirlas
en los archivos de nuestro Centro, como testimonio del trabajo de esta mujer a
la que estamos recordando en esta serie de artículos.
Surcos es considerada una de las
grandes películas españolas de la época. Dirigida por José Antonio Nieves Conde,
se basó en un argumento de Eugenio Montes; el primer borrador del guion fue
obra de Natividad Zaro, aunque luego intervino y realizó el principal trabajo
Gonzalo Torrente Ballester y el propio director que, en alguna ocasión,
infravaloró la aportación de Nati. La
película planteaba el problema de los desplazados desde las zonas rurales hasta
las grandes ciudades, con gran crudeza, hasta el punto de que en la calificación
moral vigente en aquellos momentos, se le adjudicó el “4” de “Gravemente
peligrosa”. No es de extrañar, por lo tanto, que los beneficios económicos
fueran mínimos, por lo que pudo ser considerada una gran película y un gran
fracaso. Hubo otros problemas, pues el costó el puesto al Director General de
Cinematografía, José María García Escudero, que la había considerado “de
Interés Nacional”, en detrimento de Alba
de América, un película que tuvo una extraordinaria acogida. Tras su
dimisión el nuevo responsable concedería inmediatamente esa “distinción” a la
postergada Alba de América.
El fracaso de su primera película
reorientó la estrategia de la productora hacia las coproducciones, con el
objeto de minimizar los riesgos. Por una parte se asoció con otra productora
española Chamartín P. y D.C. con la que preparó la siguiente película, en la
que también participaron la francesa Films EGE y la italiana Lux. Se trataba de
El tirano de Toledo, que estuvo
dirigida por Henri Decoin, teniendo como Director Adjunto al español Fernando
Palacios, nacido en Zaragoza en 1916. Estrenada en 1952, su argumento estaba
basado en un relato de Stendhal, Le coffre et le revenant, adaptado por
Nati. La acción se sitúa en Toledo, durante la Guerra de la Independencia. Un
jefe guerrillero es capturado por las tropas francesas y, para salvarle, la
mujer que le ama accede a casarse con el gobernador de la ciudad que,
posteriormente, sospechará de ella.
Fruto de la colaboración entre
Atenea y Chamartín es otra película, estrenada en 1953, que se tituló Vuelo 971 y en la que Nati aparecía
como supervisora en los créditos, algo que ya había ocurrido en la anterior.
Dirigida por Rafael J. Salvia en el
reparto aparecían muchos actores que se hicieron populares más tarde como
Adolfo Marsillach, José Nieto, José Bodalo o Vicente Parra, por citar sólo a
algunos de ellos. Los guionistas fueron Fernando Merelo y Francisco Naranjo y
el argumento ahora sería de actualidad pues narraba la historia de un
comandante de Iberia que, al conocer que padece una enfermedad incurable,
decide estrellarse con el avión, lo que sirve de motivo para presentar las
vidas de los pasajeros que están a punto de morir.
La colaboración entre Atenea y
Chamartín aún dio lugar a otra nueva película, estrenada a comienzos de 1954, La moza del cántaro, que fue dirigida
por otro aragonés, Florian Rey, ya en su última etapa y protagonizada por
Paquita Rico. Se trata de la adaptación cinematográfica de la obra del mismo
título de Lope de Vega, en la que se narran las aventuras de Dª María de Guzmán
que, tras batirse en duelo y vencer a un individuo que ha abofeteado a su
padre, huye vestida de hombre hacia Madrid.
Es entonces cuando inicia una nueva
línea de cooperación. En este caso con los productores mexicanos Óscar Jason
Brooks y Felipe Mier, fruto de la cual será estrenada en 1954 una película que
se tituló Siempre para ti o Para siempre,
dirigida por Tito Davison, chileno de nacimiento aunque su carrera se
desarrolló en México. En los créditos de la película aparece Natividad Zaro
como guionista, junto con Jesús Cardenas, Ulyses Petit de Murat, un dramaturgo
argentino de cierto relieve, el citado Óscar Jason Brooks y el propio director.
Se trata de un melodrama que gira en torno a la figura del mexicano Juan
Carlos, al que dio vida Jorge Mistral, que se enamora de una pintora, durante
su visita a España, pero que terminará volviendo al lado de su esposa al otro
lado del Atlántico.
A Atenea y los productores mexicanos
se unió el chileno Jorge di Lauro para llevar a cabo en 1955 un nuevo proyecto,
la película Cabo de Hornos,
inspirada en la obra literaria del escritor chileno Francisco Coloane. La
dirección corrió a cargo de Tito Davison y como principales protagonistas
aparecían Jorge Mistral y Silvina Pinal.
Natividad Zaro se entusiasmó con la película, hasta el punto de viajar
hasta Chile y la Antártida para buscar localizaciones. Porque la acción
transcurre en Valparaiso, donde el capitán de un barco ballenero conoce a una
extraña mujer. Más tarde, cuando se dispone a zarpar para la Antártida, embarca
el armador con su esposa que resulta ser la mujer que había conocido y juntos
viajan hacia su inexorable destino. En Chile la crítica fue dura con Tito
Davison, al que acusaban de haber desperdiciado en la primea parte las
posibilidades que ofrece la bella ciudad de Valparaíso, hasta el punto de ser
considerado el director que ha ofrecido la peor visión de la ciudad. Distinto
es el caso de las escenas rodadas en la mar por Andrés Martorell, un excelente
director de fotografía, en donde adquieren especial protagonismo los magníficos
paisajes antárticos que había localizado Nati.
Con la cadencia de una película al año,
Atenea siguió dando a la luz nuevas películas. En 1956, se estrenó Dos novias para un torero, otra
coproducción hispano mexicana que, en América se distribuyó con el título de Dos charros y una gitana. El argumento
de esta película fue de Nati, aunque el guion corrió a cargo de José Luis
Codina. Dirigida por Antonio Román (Antonio Aurelio del Sacramento
Fernández-Román García de Quevedo) un director español de indudable prestigio
que obtuvo algunos premios y dirigió películas importantes, los protagonistas
fueron Paquita Rico y el torero mexicano Manuel Capetillo que daba vida a
Miguel Caballero un torero y charro que se casa por poderes con una gitana,
para darse cuenta, al llegar a España, de que se ha equivocado de mujer. Ello
dará lugar a una serie de complicadas situaciones, con la intervención de su
apoderado y también charro José Venegas. La película de escasa calidad, sirvió
de ocasión para que Paquita Rico interpretara diversas canciones y para ofrecer
escenas filmadas en los ruedos con el diestro mexicano.
Pero muy diferente es el caso de la
película producida en 1957, titulada Amanecer
en Puerta Oscura, que obtuvo un amplio eco y que será la que abrirá el
siguiente capítulo de esta serie dedicada a Natividad Zaro.
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