En
nuestro artículo anterior interrumpíamos el relato de las películas producidas
por Atenea Films, la productora de la que era Presidenta Natividad Zaro, en el
año 1957 cuando fue estrenada la película Amanecer
en Puerta Oscura que, a diferencia de otras anteriores, tuvo un gran eco y
supuso la consagración del director José María Forqué que, con este trabajo,
obtuvo el Oso de Plata del Festival de Berlín ese mismo año.
Protagonizada
por Francisco Rabal, Luis Peña y Alberto Farnese la trama gira en torno a tres
hombres que, por motivos diferentes, han cometido un asesinato. Capturados y
condenados a muerte, se someterán a la decisión de la imagen de Nuestro Padre
Jesús el Rico que, siguiendo una antigua tradición de la Semana Santa
malagueña, logrará el indulto de uno ellos en el marco de una secuencia de
intenso dramatismo. La idea fue de Nati Zaro, aunque en su desarrollo intervino
su socio Paco Madrid que, al fin y al cabo, era malagueño. El guion corrió a
cargo de Alfonso Sastre, un hecho curioso como el de que Paco Rabal
protagonizara una película que, en cierto modo, era religiosa aunque su
estructura, con bandoleros en la sierra y persecuciones, le confiriera el
aspecto de un western español.
Si
a ello añadimos el que la música fuera de Regino Sainz de la Maza y otras
circunstancias curiosas, como el que un joven José Luis López Vázquez figurara
como script, le dotan de un atractivo que caló hondo en todos los que tuvimos
la oportunidad de verla en aquellos momentos.
A
partir de entonces, la trayectoria de la productora Atenea siguió por otros
derroteros ya que, ante la necesidad de rentabilizar sus inversiones, se
decantó por un género de escasa calidad, aunque en auge en aquellos momentos,
las películas de “romanos” que luego fueron etiquetadas con el término de
“péplum”, acuñado por el crítico francés Jacques Siclier en 1962 y que está
tomado del nombre de la túnica usada en la antigüedad clásica.
La primera de ellas se
tituló La rebelión de los gladiadores,
estrenada en 1958, y realizada en régimen de co-producción por Atenea Films con
la italiana Alexandra Produzioni Cinematografiche y la francesa Comptoir
Français de Productions Cinématographiques (CFPC), siendo dirigida por Vittorio
Cottafavi.
En
1960, fue estrenada Las legiones de
Cleopatra, otra película de las mismas características fruto de la
colaboración entre las tres productoras y dirigida también por Vittorio
Cottafavi. En ellas, lo menos importante era el argumento y su calidad no era
precisamente lo más destacable. En el caso de esta película, entre los actores
españoles se encontraba Alfredo Mayo que interpretaba el papel de Octavio
Augusto y la gran Mary Carrillo, cuya intervención no era demasiado destacada
por lo que muchas veces se omite en su filmografía. El papel de Cleopatra
corría a cargo de la argentina Linda Cristal.
Al
año siguiente, 1961, aparece Ursus
una co-producción de Atenea con la española Acine y la italiana Cine-Italia
Film. Los precedentes de esta película hay que buscarlos en el éxito alcanzado
en 1958 por Hércules. Frente al héroe
clásico se eligió el nombre de Ursus que aparecía en la novela ¿Quo vadis? y que daría lugar a toda una
saga posterior y al retorno a personajes de similares características como
Maciste.
Ursus fue dirigida por el italiano Carlo
Campogalliani y tuvo como protagonista a Ed Fury, un actor norteamericano,
fisioculturista que alcanzó el éxito con estos papeles y mostrando su anatomía
de forma explícita a veces. En el papel estelar femenino se encontraba María
Luisa Merlo, bajo el nombre de Mary Merlon que parecía más “internacional”.
Con
puntual precisión, en 1961, era estrenada otra de “romanos”, El gladiador invencible, también
coproducida por Atenea con las italianas Films Columbus y Variety Film
Production. Dirigida por el español Antonio Momplet (bajo el nombre de Anthony
Momplet), entre los guionistas aparecían Rafael García Serrano y la propia
Natividad Zaro. El hecho nos ha sorprendido pues no hemos encontrado rastro de
su presencia en los títulos de crédito de esta colección de películas del
genero “péplum”, lo que resulta llamativo.
La
siguiente película, estrenada en 1962, fue Los
siete espartanos, fruto de la colaboración con Columbus y la Metro Goldwyn
Mayer. Fue dirigida por Pedro Lazaga y entre los protagonistas figuraba Richard
Harrison, otro de los jóvenes musculados que, en aquellos momentos, triunfaban
en este tipo de películas y que, más tarde, sería un actor habitual en
producciones de la serie B. Es preciso señalar que, como suele ser habitual en
el mundo de la distribución, las películas eran exhibidas con títulos
diferentes y Los 7 espartanos fueron Sette gladiatori en Italia.
Producida por Natividad
Blasco con Alberto Aguilera de Llama Films e Italo Zingarelli de Columbus Films,
en 1962 fue estrenada la película Horror
(The Blancheville Monster), inspirada en un relato de Edgar Allan Poe que
adaptó Nati. Representaba la incursión en un género distinto, el de terror, y
fue rodada en el monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, un gran
monumento en ruinas que está situado en Pelayos de la Presa (Madrid). La trama
argumental trata sobre unos distinguidos personajes, los Blackford, que deciden
asesinar a una joven que llega al castillo familiar, dando cumplimiento a una
antigua tradición.
La
colaboración con Italo Zingarelli dio lugar, en 1963, a otra película del
género “péplum”, Los Invencibles, en
cuyos títulos de crédito aparece como guionista Natividad Zaro con el director
Alberto de Martino que también había dirigido Horror.
Un
año después, en 1964, se rueda Desafío
en Río Bravo, dirigida por Tulio Demicheli, el típico spaghetti western de aquellos años, que ofrece la particularidad de
que en él participó Natividad Zaro como actriz, en lo que iba a ser su última
interpretación. Hay que recordar que Italo Zingarelli, que la coproducía, sería
el impulsor de la famosa pareja integrada por Bud Spencer y Terence Hill.
La
última película de la que tenemos constancia es El aventurero de la rosa roja, estrenada en 1966, que en Italia se
llamó Rose rosse per Angélica. En
ella colaboraron, de nuevo, Natividad Zaro, Italo Zingarelli y Alberto
Aguilera. Dirigida por Stefano Vanzina el argumento está inspirado en una obra
de Alejandro Dumas. El papel protagonista de Angélica era interpretado por
Raffaella Pelloni, más conocida después por el nombre artístico de Raffaella
Carrá.
Junto
con todas las obras citadas, en el Archivo General de la Administración de
Alcalá de Henares y, con el guion de Europa,
al que ya hemos hecho referencia, se
conserva el de otra película, titulada La
mejor moneda, del que es autor Alfredo Hurtado, apareciendo Natividad Zaro a
cargo del argumento y del diálogo. Probablemente, no llegó a filmarse, pues no
hemos encontrado ninguna otra referencia con este título.
Es
probable que el fin de su aventura cinematográfica fuera debido al hecho de que
Eugenio Montes fue nombrado, en 1963, Director del Instituto de España en Roma,
donde se trasladaron a vivir.
A las obras que hemos reunido aún habría que añadir otra, pues Isabel
Sempere en su tesis doctoral hace referencia a un proyecto frustrado, el de la película Sangre y Luces fruto de una colaboración
entre Natividad Zaro y Paco Madrid. No llegaron a iniciar el rodaje, pero había
efectuado ya gastos muy cuantiosos. Según Isabel Sempere, intentaron que el
proyecto fuera asumido por UNINCI, que había triunfado con Bienvenido Mister Marshall. Les apoyaba Joaquín Reig, pero la propuesta
fue desestimada al comprobar que la suma
de las cantidades que debían asumir superaba los tres millones de pesetas. Al
final la película fue producida por Arcadia Films, creada por Joaquín Reig al
abandonar UNINCI por el desencuentro al que no estamos refiriendo. Fue
estrenada en 1953 y, aunque reproducimos el cartel, hay que advertir que nada
tiene que ver con Nati, salvo esos primeros pasos a los que hemos hecho
referencia. Nos ha llamado la atención, sin embargo, esa temprana relación
entre Nati y Paco Madrid pues la fundación de Atenea, en la que ambos eran
participes, no se produjo hasta 1957.
Respecto
a los últimos años de Nati, los datos son escasos.Intentando recabar alguna
información hemos encontrado que, en 1973, Juanjo Menéndez estrenó en el Teatro
de la Comedia de Madrid, la obra de Diego Fabri El seductor, “traducida por Natividad Zaro”, a la que no habíamos
hecho referencia cuando, en el primer artículo de esta serie, hablamos de las
obras que había traducido.
Juan
Villalba afirmaba que, a principios de 1977, sufrió un accidente de tráfico en
Roma. Ahora, hemos encontrado el artículo que, con motivo de su fallecimiento
en Madrid, un año después, publicó en ABC
José María Alfaro con el título “Requiem por Natividad”.
En
él afirmaba: “Natividad Zaro apareció en el orbe madrileño- cortesano y
anhelante- de los finales de la confusa década de los veinte, con la confianza
y agresividad de su acento y su naturaleza aragonesa”.
“Recuerdo
a Natividad-constante en su vocación por el teatro- sentada junto a
Valle-Inclán, cuando ella soñaba, con adelantamiento de medio siglo, en llevar
a los escenarios los primeros y transformadores esperpentos de don Ramón”.
Se
refería también a la relación entre Eugenio y Nati: “Su encuentro con Eugenio
Montes-allá por la triunfante juventud de ambos-pareció algo inexorable y
previsto. Nadie de los que les conocían imaginó que las cosas hubieran podido
acontecer de forma distinta. El vivir literario de aquel Madrid de los cafés,
las redacciones y el Ateneo se conmovió con la aparición de la nueva pareja”.
Según
José María Alfaro “Una de las últimas veces que la vi me dijo, refiriéndoe a su
fin cercano y doloroso algo semejante a esto: ¿De qué me puedo quejar? Después
de todo he vivido del mejor modo que se puede vivir: al dictado de mis
sentimientos”.
Y
terminaba: “¡Gracias Natividad, por tus auténticas lecciones de vida, por
enseñarnos que el sentimiento no traiciona y que, a la postre, es el que nos
conduce al verdadero y bien ganado premio!”.
Desde
aquí hemos querido rendirle nuestro particular homenaje a una de las borjanas
con mayor proyección nacional e internacional de nuestra reciente historia, a
la que no se ha hecho justicia ni dedicado la atención que merece.
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