martes, 23 de junio de 2015

La relación con el cine de Natividad Zaro Casanova (III)


            En nuestro artículo anterior interrumpíamos el relato de las películas producidas por Atenea Films, la productora de la que era Presidenta Natividad Zaro, en el año 1957 cuando fue estrenada la película Amanecer en Puerta Oscura que, a diferencia de otras anteriores, tuvo un gran eco y supuso la consagración del director José María Forqué que, con este trabajo, obtuvo el Oso de Plata del Festival de Berlín ese mismo año.
            Protagonizada por Francisco Rabal, Luis Peña y Alberto Farnese la trama gira en torno a tres hombres que, por motivos diferentes, han cometido un asesinato. Capturados y condenados a muerte, se someterán a la decisión de la imagen de Nuestro Padre Jesús el Rico que, siguiendo una antigua tradición de la Semana Santa malagueña, logrará el indulto de uno ellos en el marco de una secuencia de intenso dramatismo. La idea fue de Nati Zaro, aunque en su desarrollo intervino su socio Paco Madrid que, al fin y al cabo, era malagueño. El guion corrió a cargo de Alfonso Sastre, un hecho curioso como el de que Paco Rabal protagonizara una película que, en cierto modo, era religiosa aunque su estructura, con bandoleros en la sierra y persecuciones, le confiriera el aspecto de un western español.

            Si a ello añadimos el que la música fuera de Regino Sainz de la Maza y otras circunstancias curiosas, como el que un joven José Luis López Vázquez figurara como script, le dotan de un atractivo que caló hondo en todos los que tuvimos la oportunidad de verla en aquellos momentos. 




                        A partir de entonces, la trayectoria de la productora Atenea siguió por otros derroteros ya que, ante la necesidad de rentabilizar sus inversiones, se decantó por un género de escasa calidad, aunque en auge en aquellos momentos, las películas de “romanos” que luego fueron etiquetadas con el término de “péplum”, acuñado por el crítico francés Jacques Siclier en 1962 y que está tomado del nombre de la túnica usada en la antigüedad clásica.
La primera de ellas se tituló La rebelión de los gladiadores, estrenada en 1958, y realizada en régimen de co-producción por Atenea Films con la italiana Alexandra Produzioni Cinematografiche y la francesa Comptoir Français de Productions Cinématographiques (CFPC), siendo dirigida por Vittorio Cottafavi.



            En 1960, fue estrenada Las legiones de Cleopatra, otra película de las mismas características fruto de la colaboración entre las tres productoras y dirigida también por Vittorio Cottafavi. En ellas, lo menos importante era el argumento y su calidad no era precisamente lo más destacable. En el caso de esta película, entre los actores españoles se encontraba Alfredo Mayo que interpretaba el papel de Octavio Augusto y la gran Mary Carrillo, cuya intervención no era demasiado destacada por lo que muchas veces se omite en su filmografía. El papel de Cleopatra corría a cargo de la argentina Linda Cristal. 



            Al año siguiente, 1961, aparece Ursus una co-producción de Atenea con la española Acine y la italiana Cine-Italia Film. Los precedentes de esta película hay que buscarlos en el éxito alcanzado en 1958 por Hércules. Frente al héroe clásico se eligió el nombre de Ursus que aparecía en la novela ¿Quo vadis? y que daría lugar a toda una saga posterior y al retorno a personajes de similares características como Maciste.
            Ursus fue dirigida por el italiano Carlo Campogalliani y tuvo como protagonista a Ed Fury, un actor norteamericano, fisioculturista que alcanzó el éxito con estos papeles y mostrando su anatomía de forma explícita a veces. En el papel estelar femenino se encontraba María Luisa Merlo, bajo el nombre de Mary Merlon que parecía más “internacional”. 



            Con puntual precisión, en 1961, era estrenada otra de “romanos”, El gladiador invencible, también coproducida por Atenea con las italianas Films Columbus y Variety Film Production. Dirigida por el español Antonio Momplet (bajo el nombre de Anthony Momplet), entre los guionistas aparecían Rafael García Serrano y la propia Natividad Zaro. El hecho nos ha sorprendido pues no hemos encontrado rastro de su presencia en los títulos de crédito de esta colección de películas del genero “péplum”, lo que resulta llamativo. 



            La siguiente película, estrenada en 1962, fue Los siete espartanos, fruto de la colaboración con Columbus y la Metro Goldwyn Mayer. Fue dirigida por Pedro Lazaga y entre los protagonistas figuraba Richard Harrison, otro de los jóvenes musculados que, en aquellos momentos, triunfaban en este tipo de películas y que, más tarde, sería un actor habitual en producciones de la serie B. Es preciso señalar que, como suele ser habitual en el mundo de la distribución, las películas eran exhibidas con títulos diferentes y Los 7 espartanos fueron Sette gladiatori en Italia. 



Producida por Natividad Blasco con Alberto Aguilera de Llama Films e Italo Zingarelli de Columbus Films, en 1962 fue estrenada la película Horror (The Blancheville Monster), inspirada en un relato de Edgar Allan Poe que adaptó Nati. Representaba la incursión en un género distinto, el de terror, y fue rodada en el monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, un gran monumento en ruinas que está situado en Pelayos de la Presa (Madrid). La trama argumental trata sobre unos distinguidos personajes, los Blackford, que deciden asesinar a una joven que llega al castillo familiar, dando cumplimiento a una antigua tradición.



            La colaboración con Italo Zingarelli dio lugar, en 1963, a otra película del género “péplum”, Los Invencibles, en cuyos títulos de crédito aparece como guionista Natividad Zaro con el director Alberto de Martino que también había dirigido Horror



            Un año después, en 1964, se rueda Desafío en Río Bravo, dirigida por Tulio Demicheli, el típico spaghetti western de aquellos años, que ofrece la particularidad de que en él participó Natividad Zaro como actriz, en lo que iba a ser su última interpretación. Hay que recordar que Italo Zingarelli, que la coproducía, sería el impulsor de la famosa pareja integrada por Bud Spencer y Terence Hill. 



            La última película de la que tenemos constancia es El aventurero de la rosa roja, estrenada en 1966, que en Italia se llamó Rose rosse per Angélica. En ella colaboraron, de nuevo, Natividad Zaro, Italo Zingarelli y Alberto Aguilera. Dirigida por Stefano Vanzina el argumento está inspirado en una obra de Alejandro Dumas. El papel protagonista de Angélica era interpretado por Raffaella Pelloni, más conocida después por el nombre artístico de Raffaella Carrá.
            Junto con todas las obras citadas, en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares y, con el guion de Europa, al que ya hemos hecho referencia,  se conserva el de otra película, titulada La mejor moneda, del que es autor Alfredo Hurtado, apareciendo Natividad Zaro a cargo del argumento y del diálogo. Probablemente, no llegó a filmarse, pues no hemos encontrado ninguna otra referencia con este título.
            Es probable que el fin de su aventura cinematográfica fuera debido al hecho de que Eugenio Montes fue nombrado, en 1963, Director del Instituto de España en Roma, donde se trasladaron a vivir. 



A las obras que hemos reunido aún habría que añadir otra, pues Isabel Sempere en su tesis doctoral hace referencia a  un proyecto frustrado, el de la película Sangre y Luces fruto de una colaboración entre Natividad Zaro y Paco Madrid. No llegaron a iniciar el rodaje, pero había efectuado ya gastos muy cuantiosos. Según Isabel Sempere, intentaron que el proyecto fuera asumido por UNINCI, que había triunfado con Bienvenido Mister Marshall.  Les apoyaba Joaquín Reig, pero la propuesta fue desestimada  al comprobar que la suma de las cantidades que debían asumir superaba los tres millones de pesetas. Al final la película fue producida por Arcadia Films, creada por Joaquín Reig al abandonar UNINCI por el desencuentro al que no estamos refiriendo. Fue estrenada en 1953 y, aunque reproducimos el cartel, hay que advertir que nada tiene que ver con Nati, salvo esos primeros pasos a los que hemos hecho referencia. Nos ha llamado la atención, sin embargo, esa temprana relación entre Nati y Paco Madrid pues la fundación de Atenea, en la que ambos eran participes, no se produjo hasta 1957.
            Respecto a los últimos años de Nati, los datos son escasos.Intentando recabar alguna información hemos encontrado que, en 1973, Juanjo Menéndez estrenó en el Teatro de la Comedia de Madrid, la obra de Diego Fabri El seductor, “traducida por Natividad Zaro”, a la que no habíamos hecho referencia cuando, en el primer artículo de esta serie, hablamos de las obras que había traducido. 



            Juan Villalba afirmaba que, a principios de 1977, sufrió un accidente de tráfico en Roma. Ahora, hemos encontrado el artículo que, con motivo de su fallecimiento en Madrid, un año después, publicó en ABC José María Alfaro con el título “Requiem por Natividad”.
            En él afirmaba: “Natividad Zaro apareció en el orbe madrileño- cortesano y anhelante- de los finales de la confusa década de los veinte, con la confianza y agresividad de su acento y su naturaleza aragonesa”.
            “Recuerdo a Natividad-constante en su vocación por el teatro- sentada junto a Valle-Inclán, cuando ella soñaba, con adelantamiento de medio siglo, en llevar a los escenarios los primeros y transformadores esperpentos de don Ramón”.
            Se refería también a la relación entre Eugenio y Nati: “Su encuentro con Eugenio Montes-allá por la triunfante juventud de ambos-pareció algo inexorable y previsto. Nadie de los que les conocían imaginó que las cosas hubieran podido acontecer de forma distinta. El vivir literario de aquel Madrid de los cafés, las redacciones y el Ateneo se conmovió con la aparición de la nueva pareja”.
            Según José María Alfaro “Una de las últimas veces que la vi me dijo, refiriéndoe a su fin cercano y doloroso algo semejante a esto: ¿De qué me puedo quejar? Después de todo he vivido del mejor modo que se puede vivir: al dictado de mis sentimientos”.
            Y terminaba: “¡Gracias Natividad, por tus auténticas lecciones de vida, por enseñarnos que el sentimiento no traiciona y que, a la postre, es el que nos conduce al verdadero y bien ganado premio!”.
            Desde aquí hemos querido rendirle nuestro particular homenaje a una de las borjanas con mayor proyección nacional e internacional de nuestra reciente historia, a la que no se ha hecho justicia ni dedicado la atención que merece.

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