El último
número de la revista Cuadernos de
Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada está dedicado, con
carácter monográfico a “Violencia y guerra en la Prehistoria”. El conjunto de
artículos que lo componen es de gran interés ya que incita a la reflexión sobre
una cuestión que es objeto de debate en los últimos años, con visiones
contrapuestas sobre la realidad de un pasado remoto. Sin embargo, como se
indica en la presentación de la revista, los indicios de conflicto y muerte
violenta en la Prehistoria europea no pueden ser negados y, de hecho, en varios
de los artículos de este ejemplar se proporcionan datos sobre ellos y modelos
significativos sobre su significado. Por nuestra parte, queremos destacar el
trabajo de Elisa Guerra Doce, titulado ¿Se emplearon armas tóxicas en la
Prehistoria europea?, en el que aporta datos sobre el uso de armas químicas y
biológicas en diversos enfrentamientos. Ayer mismo, en Heraldo de Aragón se daba la noticia de la constitución de una
asociación que tiene por objeto la investigación sobre la batalla de Cutanda,
en la que Alfonso I el Batallador se enfrentó a tropas almorávides, en 1120. El
monarca aragonés se alzó con la victoria y entre el botín capturado, algunas
fuentes hablan de 2.000 “camellos” que, probablemente serían dromedarios, cuyos
restos buscan los miembros de esa asociación. Pues bien, en la revista que
estamos comentando, aparece un artículo de José Antonio Riquelme con nuevas
evidencias arqueológicas de la presencia de dromedarios en el sur de la
península ibérica, en época romana y medieval.
En
el volumen LII de Conimbriga, la
revista del Instituto de Arqueología de la Faculdade de Letras de Coimbra, se incluye
un artículo en castellano de Carmen Barceló, de la Universidad de Valencia, en
el que estudia un epígrafe árabe que figura en un cipo funerario romano, aparecido
en 1939 en la excavaciones realizadas en el castillo de San Jorge de Lisboa.
Aunque la inscripción romana había sido objeto de atención por parte de varios
investigadores, la árabe había pasado desapercibida, siendo considerada
ilegible. Ahora, la Profª Barceló que es Catedrática de Estudios Árabes e
Islámicos en la citada universidad ofrece una transcripción de la misma y señala
que es una pieza fundamental y una prueba de valor inestimable sobre la
actividad edilicia en época de Hisam II y de las actividades de Almanzor. También nos ha parecido muy interesante el
artículo sobre el templo romano de Orjais (Colvihã), descubierto en 1980 y
excavado en 2001, en el que los autores reconstruyen su planta, alzados y
axonometría.
El
nº 93 de CEM, el Boletín del Centro de Estudios del Maestrazgo, da a conocer las
comunicaciones presentadas a las XIV jornadas convocadas por ese centro, junto
con otros artículos de interés. Entre las primeras y, a título meramente
anecdótico, podemos señalar la presencia de miembros de la familia Borja en la Orden
de Montesa. Concretamente, frey D. Pedro Luis Galcerán de Borja (1544-1592) fue
Maestre, nombrando Comendador Mayor de
Les Coves a frey D. Juan de Borja y Manuel (1544-1592), el cual desempeñó ese
cargo entre 1575 y 1588, sucediéndole frey D. Francisco de Borja, entre 1588 y 1603;
frey D. Fernando de Borja, entre 1603 y 1665; Dª. Francisca de Borja y Aragón, que
fue “comendadora mayor” entre 1665 y 1692; y frey D. Francisco Idiáquez y
Borja, a partir de 1693, aunque en disputa con el conde de Albalat. También se documenta
en 1624 a otro miembro de la Orden, frey Juan de Borja y Arándiga. Todos ellos
miembros de una ilustre familia sobre la que estamos reuniendo un amplio repertorio
de biografías.
Terminamos
hoy el recorrido por las revistas recibidas con el nº 97 de Vía Lata, editada por el Grupo Cultural
Almena de Almudévar, con noticias de esa localidad y del Grupo, cuyo Presidente
D. Antonio López Sos, que ocupa este cargo desde que fuera fundado hace 32
años, ha sido nombrado por el ayuntamiento de la villa mantenedor de las fiestas
en honor a la Virgen de la Corona, en 2015.
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