viernes, 13 de noviembre de 2015

Angelitos negros en Fréscano



            La ermita de Nuestra Señora de la Huerta de Fréscano es, como ya hemos comentado en otras ocasiones, uno de los monumentos más importantes de nuestra comarca, especialmente por las pinturas murales que en él se conservan.

            Hoy, sin embargo, vamos a hacer referencia al pequeño retablo barroco en el que se veneraba la imagen de su titular, una Virgen románica sedente que, en la actualidad se guarda en lugar seguro.





            Como se hace constar en el banco del mismo, fue mandado hacer por Valero Sarria, ermitaño en ese lugar, y allí están representados San Valero y San Antonio Abad. El primero, homónimo del ermitaño, aparecen revestido con capa pluvial roja y los atributos episcopales: mitra y báculo. El segundo, uno de los primeros eremitas, tiene a su lado el cerdo con campanilla y, en sus manos, un libro abierto. Al fondo se aprecia un edificio en llamas, como referencia a un conocido milagro y a la relación del Santo con el fuego, como sanador del ergotismo, una enfermedad provocada por el cornezuelo del centeno, conocida en época medieval como “fuego de San Antón”.




            En el entablamento que corre por la parte superior está reseñada la fecha de realización del retablo: Ano 1736. En las columnas salomónicas que lo flanquean y junto a motivos vegetales hay cabezas de angelitos, con las características habituales en ese tipo de representaciones.




            Distinto es el caso de las ménsulas que soportan las columnas, formadas por cabezas de niños que, en este caso, son negros. Hace ya algún tiempo, dimos noticia de un ángel negro que se encuentra en el retablo mayor de la iglesia parroquial de Cercedilla  (Madrid). En el caso que nos ocupa de Fréscano, es dudoso que lo representado sean ángeles. Que son negros no cabe la menor duda y, cuando los fotografíamos, la restauradora Dª  Encarna Ripollés consideraba que era la capa pìctórica original. Sin embargo, la diadema dorada que nimba su frente y el rojo que cubre su cabeza, a manera de turbante, así como su propio emplazamiento permiten plantear otras hipótesis, aunque lo llamativo es que sean precisamente negros.

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