La
sala VII del Museo de la Colegiata de Borja reúne una interesante colección de seis
lienzos en los que están representadas distintas Santas Mártires, portando la
palma del martirio y con la escena del martirio reflejada en la parte inferior
de los mismos. Suele afirmarse que fueron encargados por el cabildo en el siglo
XVII para decorar el templo en determinadas solemnidades. Los hemos conocido en
las paredes del claustro, algunos de ellos en muy mal estado de conservación,
por lo que, tras su traslado al museo, fueron restaurados, o sin dificultades
técnicas.
Aprovechando
las magníficas fotografías que está realizando Enrique Lacleta, vamos a
comentar las características de uno de ellos que presenta algunas diferencias
respecto a los restantes. Por un lado, su tamaño es inferior y no lleva la
mención al nombre de la Santa, como ocurre en los otros. Sin embargo, su identificación
es sencilla, atendiendo a los atributos que porta y que son los más frecuentes
en la iconografía de Santa Catalina de Alejandría.
La
vida de esta mártir, cuya fiesta se celebra el 25 de noviembre, se sitúa en el
siglo IV, aunque su historicidad ha sido puesta en duda por numerosos autores,
a pesar de que la difusión de su culto alcanzó una difusión enorme, siendo una
de las mártires más populares, especialmente a raíz del descubrimiento de su
sepulcro en el monte Sinaí, donde supuesta había sido llevada por los ángeles, tras
su martirio.
Según
la tradición era una joven de familia noble, princesa para algunos, por lo que
se la representa con ricos vestidos, adornada de joyas y coronada. Así aparece
en la obra que estamos comentando, en cuya parte superior aparece un ángel
entregándole la palma del martirio y la corona de flores, en representación de
su triunfo.
En
esta otra imagen podemos ver el detalle del rico brocado de su traje y los dos
principales atributos, alusivos a su martirio, la rueda dentada y la espada.
Cuando el emperador Maximino (o Majencio que, junto al anterior y Constantino
gobernaban el imperio en esos momentos) se encontraba en Alejandría ordenó
ofrecer sacrificios a los dioses. Catalina no sólo se negó, sino que hizo
frente al emperador intentando convencerle de la existencia de un único Dios
verdadero. Maximino, cautivado por la belleza de la joven llegó a acceder a su
propuesta de llevar a cabo un debate sobre esta cuestión con cincuenta sabios,
elegidos entre los más competentes de la ciudad. Sin embargo la inteligencia de
la joven y su brillante dialéctica, terminaron por convencerles y se
convirtieron al Cristianismo, siendo mandados ejecutar por el emperador.
A
pesar de ello, Maximino llegó a proponerle el matrimonio, a lo que Catalina se
negó por lo que fue encerrada en una prisión, tras ser cruelmente azotada. Sus
heridas fueron curadas por ángeles, lo que pudo ser presenciado por la
emperatriz y doscientos soldados. Todos ellos, se convirtieron y fueron
martirizados.
Agotada
la paciencia del emperador, mandó matarla con una rueda dentada que, al ser
puesta en marcha, se rompió bruscamente alcanzando a los que presenciaban el
espectáculo, muchos de los cuales murieron. Finalmente fue decapitada, manando
de la herida leche, en lugar de sangre. De ahí, la presencia de la rueda y de
la espada en el lienzo.
Es
significativo el hecho de que, en la representación del martirio final que
aparece en el ángulo inferior derecho del lienzo, el verdugo no corta su cabeza
con una gran espada, sino que procede al degollamiento con un cuchillo corto.
Este era el procedimiento habitual de ejecución de los nobles españoles en los
siglos XVI y XVII. La decapitación con espada, por detrás, quedaba reservada
para los reos de alta traición. Comoquiera que Catalina era noble o princesa,
el artista prefirió representarla como tal, incluso en el momento de su muerte.
Llama
la atención la cabeza de un hombre que yace a los pies de la Santa. Se trata de
la del emperador, como símbolo de su triunfo y, en cierto modo, guarda relación
con las representaciones de Judith y la cabeza de Holofernes.
Sin
embargo, Santa Catalina de Alejandría suele ser considerada una recreación de
la figura de la filósofa pagana Hipatia de Alejandria, asesinada por un grupo
de fanáticos religiosos y popularizada a través de una reciente película. Como
ella, Catalina era una mujer de gran inteligencia y con conocimientos de la
Filosofía, capaza de defender sus creencias ante los más brillantes
intelectuales de su época.
Queremos
resaltar la importancia que tiene la Iconografía para identificar correctamente
una obra de Arte religioso, tarea no siempre sencilla pues, por citar un
ejemplo, la rueda dentada a la que hemos hecho referencia, es compartida, como
atributo, por otras mártires como Santa Eufemia de Calcedonia o Santa Augusta
de Serravalle, menos conocidas. Por ello, es fundamental tener presente la
concurrencia de otros atributos, como ocurre en este caso con la espada, la
cabeza a los pies, o la corona con la que se toca.
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