sábado, 7 de noviembre de 2015

Santa Catalina de Alejandría en el Museo de la Colegiata



            La sala VII del Museo de la Colegiata de Borja reúne una interesante colección de seis lienzos en los que están representadas distintas Santas Mártires, portando la palma del martirio y con la escena del martirio reflejada en la parte inferior de los mismos. Suele afirmarse que fueron encargados por el cabildo en el siglo XVII para decorar el templo en determinadas solemnidades. Los hemos conocido en las paredes del claustro, algunos de ellos en muy mal estado de conservación, por lo que, tras su traslado al museo, fueron restaurados, o sin dificultades técnicas.




            Aprovechando las magníficas fotografías que está realizando Enrique Lacleta, vamos a comentar las características de uno de ellos que presenta algunas diferencias respecto a los restantes. Por un lado, su tamaño es inferior y no lleva la mención al nombre de la Santa, como ocurre en los otros. Sin embargo, su identificación es sencilla, atendiendo a los atributos que porta y que son los más frecuentes en la iconografía de Santa Catalina de Alejandría.




            La vida de esta mártir, cuya fiesta se celebra el 25 de noviembre, se sitúa en el siglo IV, aunque su historicidad ha sido puesta en duda por numerosos autores, a pesar de que la difusión de su culto alcanzó una difusión enorme, siendo una de las mártires más populares, especialmente a raíz del descubrimiento de su sepulcro en el monte Sinaí, donde supuesta había sido llevada por los ángeles, tras su martirio.
            Según la tradición era una joven de familia noble, princesa para algunos, por lo que se la representa con ricos vestidos, adornada de joyas y coronada. Así aparece en la obra que estamos comentando, en cuya parte superior aparece un ángel entregándole la palma del martirio y la corona de flores, en representación de su triunfo.



            En esta otra imagen podemos ver el detalle del rico brocado de su traje y los dos principales atributos, alusivos a su martirio, la rueda dentada y la espada. Cuando el emperador Maximino (o Majencio que, junto al anterior y Constantino gobernaban el imperio en esos momentos) se encontraba en Alejandría ordenó ofrecer sacrificios a los dioses. Catalina no sólo se negó, sino que hizo frente al emperador intentando convencerle de la existencia de un único Dios verdadero. Maximino, cautivado por la belleza de la joven llegó a acceder a su propuesta de llevar a cabo un debate sobre esta cuestión con cincuenta sabios, elegidos entre los más competentes de la ciudad. Sin embargo la inteligencia de la joven y su brillante dialéctica, terminaron por convencerles y se convirtieron al Cristianismo, siendo mandados ejecutar por el emperador.
            A pesar de ello, Maximino llegó a proponerle el matrimonio, a lo que Catalina se negó por lo que fue encerrada en una prisión, tras ser cruelmente azotada. Sus heridas fueron curadas por ángeles, lo que pudo ser presenciado por la emperatriz y doscientos soldados. Todos ellos, se convirtieron y fueron martirizados.
            Agotada la paciencia del emperador, mandó matarla con una rueda dentada que, al ser puesta en marcha, se rompió bruscamente alcanzando a los que presenciaban el espectáculo, muchos de los cuales murieron. Finalmente fue decapitada, manando de la herida leche, en lugar de sangre. De ahí, la presencia de la rueda y de la espada en el lienzo.



            Es significativo el hecho de que, en la representación del martirio final que aparece en el ángulo inferior derecho del lienzo, el verdugo no corta su cabeza con una gran espada, sino que procede al degollamiento con un cuchillo corto. Este era el procedimiento habitual de ejecución de los nobles españoles en los siglos XVI y XVII. La decapitación con espada, por detrás, quedaba reservada para los reos de alta traición. Comoquiera que Catalina era noble o princesa, el artista prefirió representarla como tal, incluso en el momento de su muerte.



            Llama la atención la cabeza de un hombre que yace a los pies de la Santa. Se trata de la del emperador, como símbolo de su triunfo y, en cierto modo, guarda relación con las representaciones de Judith y la cabeza de Holofernes.
            Sin embargo, Santa Catalina de Alejandría suele ser considerada una recreación de la figura de la filósofa pagana Hipatia de Alejandria, asesinada por un grupo de fanáticos religiosos y popularizada a través de una reciente película. Como ella, Catalina era una mujer de gran inteligencia y con conocimientos de la Filosofía, capaza de defender sus creencias ante los más brillantes intelectuales de su época.
            Queremos resaltar la importancia que tiene la Iconografía para identificar correctamente una obra de Arte religioso, tarea no siempre sencilla pues, por citar un ejemplo, la rueda dentada a la que hemos hecho referencia, es compartida, como atributo, por otras mártires como Santa Eufemia de Calcedonia o Santa Augusta de Serravalle, menos conocidas. Por ello, es fundamental tener presente la concurrencia de otros atributos, como ocurre en este caso con la espada, la cabeza a los pies, o la corona con la que se toca.

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