Estamos,
como comentábamos recientemente, en el 150 aniversario del fallecimiento en
Borja de Braulio Foz. De ahí, que hayamos tratado de reunir más recuerdos
relacionados con el ilustre escritor. Conseguir sus obras originales es
complicado pero acabamos de adquirir la que lleva por título Derechos del hombre, deducidos de su
naturaleza y esplicados (sic) por los principios del verdadero Derecho Natural
y fue publicada en Barcelona, en 1834.
Se
trata de un librito en octavo, de 82 páginas, en el que Foz realiza una
encendida defensa de los derechos de todo ciudadano, aunque curiosamente acepta
restricciones en alguno de ellos como el de difundir la ideas por medio de la
imprenta, admitiendo la censura previa “por el peligro que hay de que se
corrompa la moral, de que se enseñen doctrinas subversivas contra las leyes
fundamentales de la nación, impías o diferentes contra la religión del estado”.
Algo parecido sucede con la libertad de cultos ya que, admitiendo el que cada
uno pueda pensar lo que quiera, “nadie tiene derecho en particular a profesar
públicamente la religión que quiera, si las leyes civiles no lo permiten”.
Llega a afimar que “si alguna religión hay esencialmente humana y tolerante por
su moral es la cristiana. Las guerras y ferocidades que se le atribuyen no las
ha hecho ella, sino el mal espíritu del pueblo, y tal vez de sus infieles
ministros”. Aunque su cuñado, el general Nogués, le calificaba como “más
liberal que Riego”, lo cierto es que un hombre que escribió eso y murió con la
vista puesta en la imagen de la Virgen que había mandado colocar en una
hornacina (que se conserva en la fachada posterior del convento de la
Concepción) frente a la ventana de su dormitorio, se aleja bastante de los
estereotipos que sobre su personalidad se han difundido, a pesar de que fue
perseguido por sus ideas, sufriendo prisión y destierro. Pero, en tiempos de
Fernando VII, cualquier persona con ideas diferentes a la tónica general era
susceptible de ser considerada sospechosa.
Quizás
no hablaríamos de él sino fuera por el éxito alcanzado por su novela La vida de
Pedro Saputo, de la que se han hecho múltiples ediciones; muchas de las cuales
se encuentran en nuestra biblioteca, aunque no la primera. Ahora, hemos
incorporado El pequeño Pedro Saputo que, en 2012, se editó dentro de
la colección “Larumbe chicos” y que es una adaptación para niños, realizada por
Félix Romeo con ilustraciones de Jesús Cisneros y nota preliminar de Antonio
Pérez Lasheras.
Terminamos con la imagen de su sepultura en el cementerio de Borja, en la que se hace referencia a su condición de catedrático jubilado de la Universidad de Zaragoza. Lo era de Griego y llegó a ser Decano de la Facultad de Letras entre 1861 y 1863, año en el que, por problemas de salud, solicitó el retiro y se estableció en Borja, donde transcurrieron los dos últimos años de su vida, en compañía de su esposa Dª Antonia Nogués y Milagro.
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