Esta
fotografía del busto de Santo Domingo de Guzmán que se exhibe en la sala VI del
Museo de la Colegiata de Borja, tal como se encontraba hasta hace poco, es la
que figura en la portada del próximo número de Cuadernos de Estudios Borjanos que está a punto de aparecer. Entre
sus contenidos figura un importante artículo de los profesores D. Aurelio A.
Barrón García y D. Jesús Criado Mainar, en el que resaltan el interés del mismo
y de otras obras donadas a nuestra colegiata por el obispo borjano fray Juan López
de Caparroso, en 1608. Tras relacionarlas con otros trabajos napolitanos
apuntan a la posible autoría de estos bustos-relicarios.
Sin
embargo, tanto el busto de Santo Domingo de Guzmán, como el de Santa Catalina
de Siena que lo acompaña en esa sala se encontraban en un deficiente estado de
conservación. Por una parte, presentaban muestras evidentes de la acción de los
xilófagos y, por otra, se apreciaba una pérdida de la capa pictórica que en el
rostro ocultaba el tratamiento original, imitando plata, que caracterizaba a
estas obras.
Afortunadamente
y siguiendo el plan de restauración de todos las obras de Arte del Museo de la
Colegiata, pudo ser incluido el busto de Santo Domingo en el plan bianual de la
Excma. Diputación Provincial de Zaragoza para bienes muebles y los
correspondientes trabajo fueron adjudicados a la empresa Albarium.
Tras
un período de tiempo en el que el busto ha sido sometido al proceso de
tratamiento y reintegración, la pasada semana retornó al Museo, ofreciendo el
aspecto que muestra esta otra fotografía que, al mismo tiempo, nos sirve para
señalar algunos detalles iconográficos. Como puede apreciarse, el Santo viste
el hábito de la Orden de Predicadores fundada por él: hábito blanco y capa
negra. En su frente aparece una estrella ya que, según la tradición, eso es lo
que ocurrió en el momento de su bautismo, como anuncio de lo que sería su vida,
estrella luminosa en la salvación de la Iglesia. Esa iglesia que sostiene en su
mano derecha y que hace referencia a la basílica de San Juan de Letrán y al
sueño de Inocencio III que aprobó las constituciones de la Orden. Generalmente,
los fundadores son representados con el libro de esas constituciones en una
mano. En este caso, el libro suele ser interpretado como las Sagradas
Escrituras de las que emanaba la fuente de inspiración para la principal
actuación de sus miembros, la predicación.
Aquí
puede verse el aspecto del rostro tras las reintegraciones efectuadas con la
técnica de regattino que permite
rellenar las pérdidas mediante finas líneas de una pintura que puede ser
retirada. También se aprecia muy bien esa estrella a la que antes hemos hecho
referencia.
Las
fotografías del proceso de restauración y del resultado final nos han sido
facilitadas por Dª Encarna Ripollés, la competente restauradora que ha llevado
a cabo el trabajo.
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